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Aquélla fue una jornada muy importante. En el curso de esa jornada, o días después, la Comisión Política, haciendo un balance, consideró que los acontecimientos confirmaban sus previsiones y orientaciones respecto al agotamiento para las masas de la vía electoral y adoptó la decisión de ir hacia la lucha armada. Este rumbo se planteó en un documento aprobado por la Comisión Política que, sin embargo, contenía también vacilaciones. Había allí unos cuantos “peros” comprometidos con la inercia, en cuya base estaba lo que podríamos llamar un problema sicológico. Era como saltar en el vacío. ¿Hacia dónde íbamos a saltar? ¿Cómo íbamos a proseguir?
Lo que teníamos planteado era pasar a formas superiores de lucha, ir a la lucha armada, pero no ya en el marco de acontecimientos breves, no dentro de un esquema insurreccional inmediatista. No sé si me explico... Se abría todo un período de lucha armada para el cual no nos sentíamos suficientemente preparados. Una gran proporción de nuestro trabajo era abierto y teníamos muchos cuadros expuestos a la represión asesina; de ahí las vacilaciones, la sensación de salto en el vacío, la interrogante de cómo proseguir.
Inicialmente la idea que tuvimos fue seguir con acciones armadas. Esa fue la primera decisión que se tomó. Ya teníamos cierta capacidad de acción armada demostrada en la calle y pensamos que debíamos pasar a realizar acciones más importantes. Decidimos destruir un puente grande, el que está sobre el río Jiboa en la carretera de San Salvador a Zacatecoluca. Esta acción empezó a ser preparada, la gente estaba muy entusiasmada, me refiero a los compañeros de la Comisión Militar, pero luego dimos la contraorden.
—¿Y por qué se dio esa contraorden?
—Por considerar que debíamos prepararnos mejor, que había que hacer una reorganización profunda de la vida del Partido y, en cierta medida también porque pensamos que eso podría llevarnos a una línea aventurera de acciones separadas de las masas. Se abrió así un espacio para que la inercia y las dudas se enraizaran. Esto fue lo que estuvo en el fondo de la falta de avance real en el terreno de la lucha armada durante el período que va desde comienzos de marzo de l977 a finales de 1978, cuando se reabre la discusión en el curso de la preparación del VII Congreso del Partido.
—Ese movimiento de masas en ascenso que se produce inmediatamente después del fraude de 1977, ¿por qué se detiene?, ¿a través de la represión?.
—Las cosas ocurrieron de la siguiente manera: cuando el ejército decide por fin invadir el 28 de febrero la Plaza Libertad, realiza allí una masacre. Hace numerosas capturas y despliega la represión en los días posteriores. El ataque a la multitud en la plaza ocurrió en la madrugada y, pocas horas después, ya en la mañana, grupos numerosos de trabajadores, de gente del pueblo en general, deambulaban en las calles del centro de San Salvador, buscando orientación, dispuestos a actuar combativamente aunque la ciudad estaba militarizada. Compañeros de la Juventud Comunista y, en algunos casos, del Partido, siguiendo la línea que se había trazado, decidieron orientar a la gente a realizar acciones de violencia. Estas se desataron durante todo ese día y el día siguiente, enfrentándose a las balaceras que les lanzaban los soldados y policías.
Así, por ejemplo, las masas asaltaron las oficinas y talleres de la Prensa Gráfica, el periódico que había mantenido una posición más reaccionaria y casi las destruyeron. Asimismo, en las calles fueron quemados muchos automóviles del gobierno y se hicieron barricadas de fuego con ellos.
Todas estas acciones fueron dirigidas por nuestros compañeros.
Después de esos dos días, vino un radical decaimiento de la presencia combativa de las masas en la calle. Fue entonces que tomamos la decisión aquella de volar el puente y seguir adelante con las acciones armadas que buscaban dar un nuevo impulso a las masas e ir de nuevo a la huelga general y la acción insurreccional. Al momento de ser asaltada la Plaza Libertad por el ejército, estábamos preparando el segundo intento de huelga general. La plaza era de hecho el punto de concentración de los huelguistas y de allí salían los activistas nuestros, junto con los nuevos que se iban incorporando, a cumplir misiones organizativas de la huelga a cualquier parte de la ciudad o del interior del país. Pero la masacre contra los ocupantes de la plaza desorganizó esos preparativos más profundamente de lo que pensábamos y no fue posible recuperar el nivel de movilización alcanzado anteriormente. Pensábamos en aquel momento que las acciones armadas iban a llamar la atención de las masas, a estimularlas y mostrarles el camino, pero nos entró la duda, un poco motivada por el repliegue de las masas de las calles y la imposibilidad de realizar la segunda huelga, y se dio la contraorden a que me referí antes.
—¿Las vacilaciones se dan en la dirección del Partido?
—Sí, en la dirección del Partido, incluido yo. Decidimos tomar el camino de “prepararnos mejor”, como te dije antes. La experiencia demostró después que, para algunos de nosotros, esto significaba una cosa y para otros otra distinta.
Poco a poco, en el curso de los meses siguientes, se fue entronizando más la continuidad de la inercia de los viejos tiempos, que el trabajo por preparar un plan serio de acciones armadas, hasta llegar a un momento en que aquella situación casi provocó una crisis. En la Juventud Comunista y en parte de la base del Partido había descontento. Surgían interrogantes y argumentos: “¿Por qué se ha detenido el impulso hacia el viraje?” “Nosotros estamos tratando de organizar los GAR, pero éstos no se consolidan ni desarrollan sin acción”. “Reunirse una y otra vez con la gente para darles sólo teoría no es lo que se necesita, ni lo que quieren los nuevos compañeros que se organizan”.
En realidad, de todas aquellas misiones que los GAR debían cumplir, de las que antes te hablé, sólo habían quedado en pie la educación política y la instrucción elemental para la acción armada, pero sin llevar a la práctica combativa los conocimientos adquiridos. Mucha gente que estuvo organizada con nosotros se fue hacia las otras organizaciones revolucionarias las cuales, con mucho acierto, sí multiplicaron sus acciones: incrementaron las pequeñas acciones armadas en la ciudad y el campo, lo mismo que la propaganda armada, desplegaron la autodefensa armada durante las manifestaciones y las huelgas. Inventada por las masas, surgió la modalidad de realizar huelgas con captura de los ejecutivos de las empresas para anular el método de los cuerpos represivos de asaltar y masacrar a los huelguistas; de este modo, los trabajadores imponían, además, la negociación del conflicto dentro del edificio tomado por ellos.
Todo esto pertenece al período posterior al agotamiento del proceso electoral y del intento insurreccional que nosotros realizamos.
—¿Y esta actitud vacilante los hizo perder militancia?
—Sí, perdimos también militantes, aunque no muchos. Perdimos, sobre todo, gran parte de los simpatizantes que agrupamos en los GAR.
Así se desenvolvió ese período en el Partido. Por un lado, persistía la tendencia conservadora a ver las cosas con ritmo lento, es decir, la tendencia organicista que planteaba que había que formar más GAR, que teníamos pocos, que no podíamos lanzar más actividades, porque éstos habían disminuido. Esta tendencia no veía que la razón por la que habían disminuido era justamente la falta de acción. Por otro lado, pugnaba por abrirse paso la tendencia a dinamizar el viraje, que provenía de la Juventud Comunista y de una buena parte de la base del Partido.
Esto es lo que determinó que se abriera la discusión y se hiciera la revisión de nuestra conducta en la aplicación del viraje acordado en marzo de l977. Esta discusión en el seno de la Comisión Política condujo a su propia autocrítica, lo que a su vez se tradujo en marcha real hacia el viraje, durante el proceso de preparación del VII Congreso del Partido. Todo lo demás tú lo conoces.[7]
—Me decías que se había eliminado del Partido a los cuadros con desviaciones burocráticas antes de la reunión del congreso...
—Sí...
—¿Por qué se eliminaron?
—Eso ocurrió particularmente en el frente sindical y era un problema que venía desenvolviéndose desde finales de los años sesenta. La desviación burocrática fue uno de los problemas que más influyó en agudizar las contradicciones que condujeron al fraccionamiento del Partido en 1970.
El abandono, en marzo de 1970, de las filas del Partido por parte de la entonces fracción de izquierda encabezada por Carpio[8], trajo cierta consolidación temporal de los cuadros dirigentes principales del frente sindical, que eran portadores del burocratismo y el economicismo; cuadros que habían caído en la corrupción, en el aprovechamiento de su posición para recibir prebendas personales. Te voy a exponer algunos ejemplos.
Después de realizar una huelga con éxito, estos excompañeros inducían a la masa a darles un premio. Y como ellos tenían prestigio como dirigentes que saben negociar los conflictos laborales, aparecían en las asambleas algunas voces, concertadas previamente, proponiendo que los miembros del sindicato dieran una cuota extraordinaria para el compañero tal, “cuya gran capacidad y experiencia nos ayudó a triunfar y miren cómo viste mal, no tiene el mínimo de condiciones de vida, es justo que lo ayudemos y reconozcamos su labor, etc., etc.”
Otro ejemplo: en el enfrentamiento de la patronal con el movimiento sindical, aquélla aplicaba, como método, el despido de los dirigentes sindicales que se destacaban, lo cual según la ley estaba castigado con el pago de una indemnización muy alta —me refiero al asunto del fuero sindical—. Estos cuadros nuestros inducían a los despedidos a no defender el fuero para recibir el dinero, eran montos importantes, y quedarse con él. En el mejor de los casos le daban algo al sindicato. Todo eso se hacía alegando que ese dinero “serviría al movimiento sindical”.
Todo ello sin hablar de la malversación directa de los fondos de las cajas de los sindicatos. Eso fue creando corrupción, borracheras... Fue originando entendimientos sobre la base de “mordidas” y aguardiente con los funcionarios del Ministerio del Trabajo, especialmente con los encargados legalmente de controlar la contabilidad de los sindicatos.
Estos dirigentes estaban muy aferrados a la legalidad y al economicismo. Se oponían a todo lo que significara elevar la combatividad de los trabajadores, lo mismo que a toda acción de hecho, no legal. No hacían una oposición abierta a las orientaciones del Partido, sino sorda y taimada. Hubo un tiempo en que casi toda la comisión sindical del Partido estuvo formada por esa gente.
Esta situación hizo crisis en l97l, durante la segunda gran huelga de los maestros. Los maestros tenían un gran prestigio y alrededor de su huelga se organizó un apoyo de masas en gran escala en todo el país. Pero este grupo de burócratas empezó a sostener que los obreros no debían hacer huelgas de solidaridad con los maestros, argumentando que habían transcurrido tres años desde su primera huelga, que había sido apoyada por los obreros con una huelga general de solidaridad e incluso con la vida de dos de sus dirigentes y que, desde entonces, se habían dado muchas huelgas obreras, pero los maestros no se habían solidarizado con los obreros.
Es decir, un planteamiento sin principios y completamente despolitizado. Es cierto que los maestros no se sentían todavía incorporados como parte de las masas trabajadoras, no se desprendían aún de su mentalidad de capa media, tenían aún la pretensión de que eran “algo distinto”, algo aparte. Por ejemplo, ellos luchaban por tener su propio Seguro Social, separado del Instituto del Seguro Social general. Pero ésas eran las reivindicaciones que los movían y ésas fueron las banderas que, en definitiva, terminaron consolidando su organización y llevándolos a hacer una experiencia esclarecedora y concientizadora.
Nuestros principales cuadros sindicales de entonces tomaban ese pretexto y decían: “estos son señoritos de la pequeña burguesía, no quieren apoyar a la clase obrera”. Así, con prédicas obreristas, aparentemente muy “proletarias”, lo que hacían era frenar la lucha.
Desde luego, que ellos no asumían ante la Comisión Política esos argumentos como propios. Nos decían que eran opiniones de los trabajadores, de las bases sindicales.
La Comisión Política suspendió, pero no disolvió el funcionamiento de la comisión sindical. Debimos haberla reorganizado totalmente. La suspendimos y fuimos nosotros mismos, los miembros de la Comisión Política, a las asambleas de los sindicatos a organizar los paros. Y los trabaj adores apoyaron nuestros planteamientos.
Sin calar todavía en el fondo de lo que estaba pasando, llamamos de nuevo a los miembros de la comisión sindical y les dijimos: “Ven, ¡estaban equivocados! Los obreros sí están dispuestos a movilizarse”. Ellos aparentaron comprender la lección y volvimos a poner en sus manos la conducción de nuestro trabajo sindical.
La comisión sindical empezó a funcionar nuevamente, pero esta vez reforzada por 2 miembros de la Comisión Política —uno de origen obrero, pero que no era dirigente sindical, Rafael Aguiñada Carranza, y otro, obrero también, de seudónimo Rodrigo que provenía del movimiento sindical—, con la misión de reorientar y elevar la calidad de nuestro trabajo en ese frente.
A Rodrigo lo absorbió el medio. Rafael, en cambio, dio una gran batalla ideológica. ¡Y mira cómo las masas responden bien cuando se les plantean las cosas claramente! Vino el congreso anual de una de las federaciones más combativas del movimiento sindical salvadoreño, en el que se debía elegir su nueva directiva. Habíamos decidido que ningún miembro de nuestra Comisión Política debía aspirar a ocupar cargo en esa directiva, pero desafiando esa decisión, esa gente corrompida lanzó la candidatura de uno de ellos para Secretario General. La Comisión Política decidió oponerle la candidatura de Rafael Aguiñada. Y ¿cuál fue el resultado? Los trabaj adores le dieron la espalda a aquellos dirigentes oportunistas, a pesar de que algunos de ellos llevaban 20 años trabajando en los sindicatos, y eligieron al “recién llegado” como Secretario General. Fue un enfrentamiento ideológico público y enérgico. El dirigente oportunista obtuvo dos votos, sólo dos delegaciones votaron por él. El resto eligió a Rafael Aguiñada, quien se destacó como dirigente, por su capacidad, su honestidad, su combatividad y sus esfuerzos por unificar al movimiento sindical. Eso fue lo que le costó la vida.
—¿Eso fue en qué año?
—En l971, cuando hizo crisis la conducción sindical partidaria, durante la huelga de los maestros. En l971 se realizaron las primeras expulsiones de las filas del Partido de los elementos oportunistas y continuaron en los años siguientes. El 26 de septiembre de l975 fue asesinado Rafael Aguiñada Carranza, quien en ese momento, además de ser nuestro principal dirigente sindical, era también diputado elegido por la UNO.
Hubo dos de aquellos elementos oportunistas que se hicieron una autocrítica, siguieron en el Partido y más adelante nos causaron daño también. Casi invariablemente toda la gente de ese grupo se pasó al campo enemigo, algunos abiertamente.
—¿Cuál era la situación de la comisión sindical en relación con los nuevos requerimientos que planteaba la lucha en 1977?
—Era una comisión sindical nueva. Te decía que de la anterior comisión habían quedado sólo dos. En esta nueva comisión el problema era el conservadurismo en cuanto a las formas de lucha y el enfoque economicista que no fue superado a fondo. Es que en realidad, el medio sindical genera mentalidad economicista y reformista. Se necesita un esfuerzo constante de lucha ideológica y formación teórica hacia los cuadros sindicales para asegurar su calidad revolucionaria.
De una parte de estos cuadros del movimiento sindical, de una parte —no de todos— surgían reclamos y críticas contra los compañeros de la juventud que estaban más lanzados. Los acusaban de “izquierdismo”, de “aventurerismo”. Pero eso no logró tener eco importante en la dirección.
—¿Ellos argumentaban que eso ponía en peligro la libertad sindical...?
—No, no, la libertad sindical propiamente no, sino que eso nos aislaba a los comunistas, que nos separaba de las masas, que las masas lo que quieren y entienden son las reivindicaciones económicas y no los planteamientos políticos, ni las acciones violentas. Otro argumento que utilizaban, de tipo “obrerista”, era el de que aquellas modalidades de lucha de los jóvenes comunistas eran propias más bien de los estudiantes, de la pequeña burguesía, que no eran procedimientos propios de la clase obrera, etc., etc. En realidad, no eran sólo estudiantes los militantes y cuadros de la JC que impulsaban de hecho el viraje, sino también había militancia obrera y entre sus dirigentes, se destacaban cuadros obreros. Pero los que hacían estos planteamientos no eran todos, sino algunos dirigentes sindicales y no los lanzaban de frente porque, a esas alturas, tales argumentos no tenían gran impacto en la dirección.
Numerosos militantes y cuadros del Partido y los compañeros de la Juventud Comunista trataban de dinamizar, de revolucionar el pensamiento y la acción de los trabajadores, promovían y apoyaban sus manifestaciones de violencia revolucionaria, organizaban los GAR. Los cuadros conservadores se quejaban, no se oponían abiertamente a la línea del viraje, pero alegaban “interferencias de los jóvenes en su trabajo”, “falta de disciplina”, etc. Aunque, en realidad, detrás de estas críticas lo que existía era una posición ideológica.
Claro, cuando la discusión se profundizó, el pensamiento de muchos compañeros se reacondicionó, entendieron que realmente estaban equivocados y muchos reaccionaron bien. Otros se mantuvieron en sus posiciones. Aun hoy, no han terminado de limpiarse los remanentes de conservadurismo y economicismo.
Pero, te repito, en aquel momento no es que formaran una fracción para oponerse a las directrices que se estaban tomando, ni es que llegaran tampoco a oponerse en el congreso, cuando toda esta discusión culminó, porque antes del congreso se hizo una discusión bastante larga, profunda y sistemática en todo el Partido.
Además, entre nuestros dirigentes sindicales había también un buen sector en posiciones revolucionarias.
—¿Y qué pasó con el sector que trabajaba en el frente electoral?
—Allí también se manifestó este mismo tipo de posiciones, criticando determinadas acciones de los jóvenes. Te voy a dar un ejemplo. Vino el golpe de estado el l5 de octubre de l979 y la incorporación de los Partidos democrático-progresistas y de nosotros en la Junta surgida del mismo. Pero la represión continuó ejerciéndose contra el movimiento popular, incluso se incrementó. Era el inicio de una nueva situación revolucionaria en rápido proceso de maduración. Las masas de nuevo se lanzaban a las calles a desafiar la represión, cada manifestación terminaba en enfrentamiento con las fuerzas represivas dejando muertos y heridos, los que —al día siguiente— eran enterrados con nuevas manifestaciones combativas, que de nuevo eran reprimidas. En ese marco la Juventud Comunista organizó, por instrucción de la dirección del Partido, acciones de calle contra la represión, incluyendo la toma de una de las plazas principales frente al Teatro Nacional, la Plaza Morazán. Allí se situaron nuestros jóvenes, montaron tiendas de campaña y convirtieron aquello en un centro de agitación permanente, demandando el cese de la represión, el esclarecimiento de los desaparecimientos, de los crímenes de la dictadura, etc. Entonces surgió entre algunos de nuestros dirigentes y cuadros del frente político electoral el rechazo y la exigencia de que debían desmontarse esas tiendas agitativas.
Otro ejemplo fue el de algunas tomas de empresas por los huelguistas, con retención de los dueños o gerentes, en que participaban los jóvenes y los cuadros sindicales más avanzados. Estas acciones ocasionaban la protesta de los cuadros conservadores. Claro, en la dirección esas protestas y exigencias fueron rechazadas.
En la misma incorporación a esa Junta de Gobierno[9] existió una expresión de esos remanentes. Fue un hecho que pudo significar retroceso y la conversión del Partido en una pieza del engranaje de la dominación imperialista y de la sanguinaria dictadura militar reaccionaria.
Los mismos remanentes se manifestaron también en las vacilaciones de algunos compañeros para romper ese curso y salirnos del gobierno de la Junta. Como ya te dije, la represión continuó y se hizo más sangrienta después del golpe de estado del 15 de octubre y con ello se agudizó el enfrentamiento de los sectores democráticos incorporados a la Junta con los jefes militares y la situación se volvió insostenible. Si nos quedábamos en el gobierno, le haríamos el juego a los fascistas y al imperialismo y llegaríamos a enfrentarnos con el movimiento popular, traicionando la causa revolucionaria de los trabajadores y de todo el pueblo.
El rumbo que tomó entonces la dirección fue el de enarbolar, con las masas en la calle, una plataforma en la que en primer lugar figuraba el cese de la represión, el esclarecimiento de los crímenes, el castigo de los asesinos, la cuestión de los desaparecidos. Planteamos que de continuar la represión nosotros abandonaríamos la Junta. Y así lo hicimos. No se trataba sólo de salirnos nosotros, como para lavarnos las manos y quedar tranquilos, sino que se trazó la línea de contribuir a que se retiraran también todas las otras fuerzas democráticas comprometidas en aquel gobierno. En la ejecución de esta línea, que trazamos claramente, también hubo ciertas vacilaciones de parte de algunos cuadros. Pero la situación se agravó tanto que no dejó espacio para discusiones ni vacilaciones y, en definitiva, la decisión de retirarnos del gobierno se cumplió unánimemente.
En aquel mismo momento (diciembre de 1979), tenía lugar el primer acuerdo unificador de las fuerzas revolucionarias que agrupó a tres organizaciones: FPL, RN y PCS y dio origen a la formación de la Coordinadora Político Militar. Fue este el primer paso del proceso unitario que culminaría durante l980, con la unificación de las cinco organizaciones existentes y la fundación del FMLN.[10]
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[7] Ver Marta Harnecker, Un Partido que supo ponerse a la altura de la historia, entrevista a Schafik Jorge Handal.
[8] Ese grupo de compañeros no fueron expulsados del Partido. Ellos mismos renunciaron a su condición de miembros del mismo y salieron a formar otra organización, las FPL.
[9] Se refiere a la Junta de Gobierno presidida por el coronel Majano.
[10] Las otras dos organizaciones son el ERP y el PRTC.