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—Ahora, pasando al tema de la relación entre el Partido y sus fuerzas armadas, ¿podrías decirme qué ocurrió cuando el Partido decidió dar su viraje hacia la lucha armada? ¿Cómo fue constituyendo sus fuerzas militares? ¿Se produjo algún tipo de desviación?
—Como te decía, la decisión de nuestro VII Congreso de realizar el viraje hacia la lucha armada fue recibida con mucho entusiasmo por la base del Partido y la juventud. Su aplicación tomó gran impulso. Esto, junto a la medida de fusionar Partido y juventud, le dio el empuje resuelto que faltaba. Reforzamos las estructuras militares que ya teníamos e iniciamos el traslado masivo de militantes comunistas a integrar las unidades de nuestro novel ejército, al que bautizamos el 24 de marzo de 1980 con el nombre de Fuerzas Armadas de Liberación (FAL). Las primeras escuadras guerrilleras que formamos fueron urbanas, integradas por militantes del Partido y la JC, estos últimos eran la mayoría, junto con miembros de los GAR. Luego formamos unidades en la zona paracentral del país, al oriente y norte de la ciudad de San Vicente, y luego otra unidad guerrillera nuestra se estableció al norte del Departamento de La Libertad, todas al mando de camaradas que habían sido preparados en operaciones urbanas, de ahí que nuestras primeras operaciones se realizaran en la ciudad, fundamentalmente en San Salvador.
Una vez realizado el viraje apareció una desviación militarista, a pesar de que casi todos los cuadros militares eran compañeros con años de militancia en el Partido o la JC, y a pesar de que una de las normas adoptadas por la dirección para la construcción de nuestro ejército exigía que desde el grado de jefe de pelotón hacia arriba, todos debían ser comunistas, y así era.
Partiendo de la experiencia vietnamita se repetía mucho la fórmula de que “el Partido dirige directa, total y absolutamente a su fuerza armada”, pero en realidad no teníamos idea clara de la complejidad práctica de este problema, ni de todo lo que era necesario hacer para realizarla.
En los hechos ocurrió que los jefes militares empezaron a imponerse sobre los organismos partidarios. Si en una zona había, por ejemplo, un comité regional del Partido y un frente de las FAL, el jefe del frente se imponía al comité regional. Hasta el dinero era manej ado por el jefe militar del frente. Al principio, esto más bien nos pareció que aseguraba el viraje; pero ese fue un error, un punto débil de la conducción. La gente se acostumbró a esas prácticas, que se consolidaron y fueron dando origen a una serie de fenómenos negativos, por ejemplo: considerar que los dirigentes regionales del Partido debían estar bajo el mando del jefe militar y hasta les hacían bromas para demostrarlo, los separaban del puesto de mando y les llamaban despectivamente “los políticos”, y los consideraban no aptos para la lucha armada y, en general, para opinar sobre los asuntos militares. En el mejor de los casos se informaba a los dirigentes regionales del Partido, pero ellos no participaban en la toma de decisiones. Algunos de esos dirigentes aceptaban esta situación. Incluso, se dio este caso en un miembro de la Comisión Política. Este había recibido formación militar y fue nombrado Secretario General del comité regional del frente donde estaba, entonces, el grueso de las fuerzas de las FAL.
A la débil actitud de los dirigentes partidarios regionales se sumaba la falta de definición de cuáles eran las funciones o atribuciones de los organismos del Partido en la conducción de la guerra. Así, siendo ya la lucha armada la actividad más dinámica y generalizada del Partido y siendo los jefes militares quienes más sabían qué hacer en ese terreno, la desviación militarista se profundizó.
—¿A qué factores atribuyes tú esa desviación militarista?
—Creo que en la base de esta situación está el hecho de que los dirigentes y organismos de conducción del Partido a todo nivel, en la gran mayoría de los casos, tenían escasos o nulos conocimientos y experiencia militar. Así, la conducción diaria continuaba sin integrar lo político y lo militar. Esta fue una expresión concreta de haber sido por tanto tiempo un Partido puramente político. Las demás organizaciones revolucionarias, que comenzaron siendo militares, nos llevaban en esto ventajas en la capacidad de conducción, sus problemas de integrar lo militar y lo político iban por otro lado, pero también los resolvieron. Nosotros aprendimos mucho de las organizaciones hermanas, sobre todo en aquel período.
—¿Ustedes no tenían el sistema de comisarios políticos?
—Lo ensayamos. Le pusimos comisarios políticos a todas las unidades, pero no nos dio resultados.
—¿Y por qué no resultó?
—No resultó porque al principio la desviación militarista nos lo impidió. Cuando logramos corregirla, empezaron a funcionar de verdad los organismos del Partido y eso resultó más rico, más completo, más eficiente que el comisario. Los órganos de conducción nacional, regional, etc., las células por pelotón, fueron tomando la dirección de la guerra, es decir, el Partido en el frente fue asumiendo su papel conductor. Así el trabajo partidario se multiplicó, el Partido creció en número y prestigio hasta lograr la conducción directa político-militar.
—¿Puede ocurrir que el comandante de la unidad llegue a estar sometido a la autoridad del jefe de célula?
—Debe estar sometido en todo lo que corresponde a esta instancia partidaria, pero la célula no puede impedir el cumplimiento de las órdenes militares del jefe militar, eso sí puede hacerlo el comandante superior del Partido en el respectivo frente, incluso el Secretario General del mismo, individualmente, quien además tiene grado militar y autoridad militar, es el jefe político-militar del frente.
—¿No hay interferencia de cargos...?
—No, no. Al principio esa fue otra deformación. Los jefes militares formaban células de jefes para no enfrentar la crítica o las opiniones polémicas de los simples combatientes y militantes del Partido, porque consideraban que esto rompía el verticalismo propio del mando militar, lo deterioraba, lo ponía en duda.
Debo aclararte aquí que en las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) no todos son miembros del Partido. Esta tiene una masa de combatientes sin Partido, que están de acuerdo con el Partido Comunista, aceptan su dirección, pero no son formalmente militantes, no están incorporados a su estructura orgánica. En un pelotón, por ejemplo, la célula no está formada por todos los miembros del pelotón, sino solamente por los que son miembros del Partido. En los momentos iniciales, el comandante del frente más su plana mayor, para llamarla de algún modo, constituían una célula. Cuando se reunían simplemente cambiaba el carácter de la reunión. No se reunían como mando, sino como célula y, de hecho, seguía imperando la misma disciplina vertical militar.
—¿Y ahora cómo son las células?
—Ahora militan en ellas mezclados jefes y combatientes comunistas. Nos preocupamos de que los jefes superiores del Partido formen parte de las células. Y eso ha ido dando resultados. Hemos hecho triunfar así el principio de que en el Partido hay una sola disciplina, igual para todos, dirigentes y militantes de base, y que todos los miembros del Partido, incluidos los dirigentes, deben militar en los organismos de base, es decir, en las células.
El temor de que se menoscabara la disciplina y la autoridad militar no resultó cierto. Tanto aquellos cuadros militares que creían estar en lo correcto, sobreponiendo su autoridad a la del Partido, como aquéllos a quienes les faltaba decisión para hacer valer la autoridad partidaria, hoy desarrollan su trabajo en franca armonía.
—¿Esta forma de organización ayuda a corregir errores militares?
—Ayuda, porque la discusión en las células enfoca las experiencias de los combates, tomando en cuenta el punto de vista de los combatientes y jefes, de los militantes de base y de los dirigentes, es decir, de los que planifican y de los que ejecutan. En las células se aborda asimismo el trabajo político interno y hacia las masas, el estado de la moral en las unidades militares y los problemas que la afectan, la situación de los aseguramientos. Además, fuimos entrando en otra práctica que ha resultado muy buena, no con la misma periodicidad de la célula del Partido, pero con alguna frecuencia se realizan asambleas de todos los combatientes por unidad y hasta por frente en las que, aun los que no son miembros del Partido, pueden opinar, analizar las experiencias combativas y políticas, expresar sus sugerencias y sus críticas a militantes del Partido y jefes.
Estas asambleas han dado un resultado extraordinario. Para llegar a esto, se pasó por una serie de prácticas y ensayos que implicaron momentos críticos y tensos.
—¿Qué tiempo transcurrió para que el Partido funcionara en los frentes de guerra?
—El VII Congreso del Partido nos dio elementos para llevar a cabo el viraje, pero no resolvió cómo hacer funcionar al Partido en los frentes de guerra. En eso tuvimos un retraso, aunque hicimos intentos. En algunos lugares como Guazapa y Cerros de San Pedro, realizábamos esporádicamente algún trabajo partidario, pero sin que ello resolviera el problema del permanente papel conductor del Partido, ni de la permanente vida partidaria a todos los niveles, de base o dirección. Fue a fines del año 83 cuando ya se hacen esfuerzos más sistemáticos dirigidos a la búsqueda de la solución del problema. En el Pleno del CC de 1984 se aclaran y se afianzan las ideas y los acuerdos allí adoptados logran consolidar las estructuras del Partido y sus órganos de conducción.
—¿Podrías hacer una periodización de la integración del Partido a la guerra desde el congreso de abril del 79 donde se constata el retardo?
—Antes del congreso ya se habían logrado algunos avances reales, prácticos. El evento mismo se realizó clandestinamente bajo la protección y la seguridad de las primeras unidades armadas. El congreso adoptó una posición muy clara sobre la base de la autocrítica de la dirección. La discusión previa del congreso fue llevada a toda la base del Partido. Del congreso sale ya una línea clara y una implementación muy enérgica, que no fue interrumpida por la participación en el gobierno surgido del golpe militar del 15 de octubre del 79. Todo ese esfuerzo de incorporación se intensifica durante el 80, ya en el marco unificador de las fuerzas revolucionarias iniciado en diciembre de 1979. Viene luego la ofensiva general del FMLN el 10 de enero de 1981 y, a partir de ella, se produce la formación masiva de los frentes guerrilleros rurales.
Hasta ese momento, el grueso de nuestra fuerza militar todavía seguía en la ciudad, aunque ya teníamos unidades en la zona rural del Departamento de San Vicente y realizábamos con ellas acciones exitosas, como la emboscada a dos camiones del ejército cargados de soldados en la carretera Panamericana, cerca del desvío a la ciudad de San Vicente, causando varias decenas de bajas; el ataque y total destrucción del cuartelito de la guardia nacional en Santo Domingo, donde murieron 10 guardias, y otras acciones.
En los frentes rurales fue donde apareció el fenómeno del militarismo. El problema de fondo era la falta de funcionamiento y autoridad del Partido en su fuerza armada, a consecuencia de la escasa o nula capacidad militar de los cuadros y organismos dirigentes del Partido a todo nivel. Eso empezó a corregirse poco a poco y culminó en el Pleno del Comité Central del 84, en donde se da una batalla ideológica aguda contra las desviaciones.
—¿Cuáles fueron los puntos centrales de esta lucha ideológica?
—Fundamentalmente fueron dos los puntos centrales: el militarismo y el conservadurismo.
Sobre el primero ya te he hablado; el segundo era fundamentalmente el resabio de nuestras viejas concepciones y estilo, que arrastramos incluso a los frentes de guerra, y que se expresaba en el planteamiento de la necesidad de conservar nuestras fuerzas, en “no arriesgar” a los combatientes y a los cuadros. Luchamos contra ese planteamiento convencidos de que sólo se puede aprender a combatir, combatiendo, y que la mejor forma de preservar a nuestras fuerzas es enseñándoles a combatir. En realidad, esta manifestación de conservadurismo o más bien de defensismo, no era pareja en todos los frentes donde actuaban las FAL. Teníamos ya unidades imbuidas de espíritu ofensivo, cuya conducta y experiencia nos dieron modelos y respuestas para superar el defensismo, pero esta enfermedad reaparece de vez en cuando en algún lugar, aun hoy.
Entre las medidas adoptadas estuvo la creación de dos escuelas político-militares, en cuyo trabajo educativo se combina con criterio ofensivo la enseñanza teórica y la participación real en el combate, la línea política, la línea militar y el temple ideológico.
—¿Quieres decir que del 81 al 84 están las deformaciones militaristas y entonces se tuvo que dar una batalla contra esa concepción que transformaba en autoridad del Partido a los jefes militares?
—Así fue.
—¿La dirección principal del Partido estaba en el interior del país durante ese tiempo?
—Sí. Había un grupo de miembros de la Comisión Política en San Salvador, otros en los frentes rurales y había también un grupo en el exterior, en el trabajo del frente externo. Los miembros del CC estaban distribuidos del mismo modo.
En febrero de 1983 se realizó en el frente una reunión de la Comisión Política, en medio de una de las más grandes operaciones ofensivas del enemigo en lo que va de la guerra, llamada Guazapa 10. Allí acordamos cooptar para el Comité Central a un importante número de nuevos cuadros surgidos en la guerra, llenando el vacío dejado tanto por los compañeros asesinados o desaparecidos por los cuerpos policiales y los escuadrones de la muerte desde el congreso, como por aquéllos que no estuvieron a la altura de su deber. De esta forma ampliamos el número total de miembros del CC. Incluso fueron cooptados esos cuadros con defectos de militarismo, pero meritorios y capaces de corregirse, promoviendo así sangre nueva para renovar el Partido. Esta cooptación de nuevos miembros para el CC, ratificada después por el IV Pleno en 1984, llevaba como principal objetivo vincular más a la dirección del Partido con la guerra, es decir, avanzar en la construcción del Partido en guerra.
Aunque voy a volver un poco a la temática que ya habíamos abordado, considero importante lo que voy a decirte. Ya aquella reunión de la Comisión Política, realizada en el frente en febrero del 83, abordó el problema de la rezagada organización y funcionamiento del Partido en los frentes y tomó aquella decisión vital de la cooptación, pero no logramos calar y resolver el asunto con toda la profundidad requerida. El principal obstáculo estaba en la desconfianza de los jefes militares en la efectividad de los métodos partidarios, aun en el caso de aquéllos cooptados al Comité Central.
Sin embargo, en ese mismo período se dieron algunos hechos que nos fueron llevando a remontar ese obstáculo. En julio de 1983 hubo una experiencia muy importante: una serie de golpes contra nuestras estructuras de logística en la capital en marzo y abril, nos impidieron hacer llegar abastecimientos y dinero a los compañeros de los frentes durante varios meses y ellos empezaron a pasar hambre. Durante la primera parte de la guerra, a partir del 81, abastecíamos a los frentes desde la capital. Teníamos una pequeña fabriquita de botas y otra de uniformes, y teníamos organizado el abastecimiento de comida y medicinas. Todas esas estructuras cayeron en manos del enemigo. La gente en el frente se había acostumbrado a que todo llegara de la ciudad. De repente, todo ese aparato fue desorganizado por los golpes del enemigo y se anuló la posibilidad de enviarle abastecimiento a nuestros compañeros, incluso la posibilidad de enviarles dinero durante algunos meses. Por estas razones, los combatientes de las FAL llegaron a comer una tortilla de maíz con sal al día... Y después tuvieron que limitarse a media tortilla al día. En esta situación tan difícil, al jefe militar de ese frente —militante del Partido recientemente cooptado al Comité Central—, al meditar en todo aquello y, sobre todo, en el hecho de que, a pesar de la durísima situación, nadie hubiera desertado, se le ocurrió llamar a una asamblea de militantes comunistas. De ella surgieron una serie de iniciativas que permitieron resolver aquel agudo problema, no sólo en términos inmediatos, sino también avanzando hacia la solución permanente: crearon sus propios mecanismos de abastecimiento apoyándose en las masas y originaron la idea de cobrar impuesto de guerra a los terratenientes.
Fue la asamblea de comunistas la que decidió todo eso y le aportó a todos los combatientes la confianza y serenidad que empezaba a faltar. Para el Partido en general, y para los cuadros dirigentes y jefes militares en particular, fue una experiencia muy importante. Este compañero expresó después en el Pleno del CC que era un serio error menospreciar los métodos partidarios y subestimar a los camaradas, tomándolos sólo como puros soldados. Experiencias como éstas fueron un gran aporte.
Hoy todo el mundo confía en el Partido, y los comandantes son los primeros en preocuparse de que se realicen las reuniones partidarias.
Otra cosa que hicimos fue poner los recursos económicos, la caja de cada frente, en manos del respectivo comité regional. Mientras estuvieron los fondos en manos del jefe militar del frente, eso dio lugar a deformaciones, principalmente a una exageración de su autoridad sobrepasando la del Partido y, en algunos casos, incluso a manifestaciones de corrupción en escalones subalternos, por falta de un control partidario.
—¿Qué tipo de manifestaciones de corrupción?
—Se dio el caso en que el jefe militar, con un criterio paternalista, daba dinero a los combatientes cuando salían a cumplir misiones combativas, para que de regreso, pasaran a comprar algo extraordinario, comprándose cigarrillos y otras “cositas”. Esta práctica dio origen al fenómeno del caudillismo, a las adulaciones y preferencias o privilegios, —una cajilla de cigarrillos ya constituye un privilegio entre los combatientes— y aficionó a algunos al dinero, lo cual terminó descomponiéndolos moralmente y llevándolos incluso a la deserción y a la traición. Hubo también casos en que los responsables de los abastecimientos, libres del control partidario, invertían parte del dinero en prendas y cosméticos femeninos, y los empleaban para atraer compañeras entre las más atrasadas políticamente. Asimismo se dieron otras variadas manifestaciones de corrupción.
Por otra parte, los comandantes se acostumbraron a que los critiquen. Ahora ya no consideran eso una catástrofe ni una violación de su autoridad militar.
La experiencia, más que las escuelas, nos ha llevado a que los comunistas en los frentes, a través de las células, se ocupen del problema político-ideológico, de su seguridad, del problema de la calidad combativa, de la moral, de la táctica, de las modalidades operativas, de los aseguramientos... Y no sólo a la hora de la reunión.
En el curso del combate, los comunistas tienen la misión de mantener y acrecentar la moral de los combatientes. Los que no son miembros del Partido le están poniendo el ojo siempre a los militantes y demandan más de ellos, los critican si no se comportan ejemplarmente.
La tarea de hacer al Partido conductor de su fuerza armada fue dura, pero se realizó sin fraccionamientos. La vida demostró que la fuerza y la guía del Partido, que actúa con la línea correcta y se entrega a cumplirla, es insustituible, aunque siguieron manifestándose resabios que subrayan la necesidad de mantener un esfuerzo de vigilancia permanente.
—Sigamos conversando sobre las experiencias en cuanto al viraje del Partido Comunista Salvadoreño hacia la lucha armada. Tú ya has hablado de una primera etapa, en la que se suprime la Comisión Militar y se marcha hacia la militarización de todo el Partido ¿se puede resumir así esa etapa?
—No. Nosotros llamamos a eso la construcción del Partido en guerra, que llevaba implícita la idea central de involucrar a todo el Partido y a la Juventud Comunista en el viraje hacia la lucha armada y en la realización de la guerra. Esto implica a su vez la combinación de la lucha armada, reivindicativa, política y diplomática.
—Y a partir del año 1979, ¿qué pasos se dieron en el terreno orgánico?
—Bien, ya te hablé del trascendental paso de fundir la juventud con el Partido. Voy a hablarte de otros problemas y pasos orgánicos: el congreso aprobó nuevos estatutos que, en poco tiempo, se demo straron inadecuados.
—¿En qué sentido?
—Aunque en el congreso se adoptó la línea del viraje, este aprobó unos estatutos que más bien estaban a tono con la concepción del Partido en tiempos pacíficos. Simplemente nosotros no teníamos idea clara todavía de cómo el Partido debía adecuarse, reestructurarse, para cumplir su papel en la guerra. Ya te hablé de la complejidad del largo proceso que nosotros tuvimos que hacer (1981-1984) para construir un Partido en guerra. En el congreso hablamos del Partido en guerra que había que crear, pero aquél fue en ese momento un planteamiento ideológico-político, sin una expresión organizativa.
—¿Cuáles fueron las trabas orgánicas que se produjeron?
—Por ejemplo, en los estatutos había dos tipos de células: la “célula de calle”, obedeciendo al principio de territorialidad, y la “célula de empresa”. Pero éstos no abordaban el problema de cómo debíamos agrupar a los militantes comunistas en los frentes de guerra, en las unidades de combate, su funcionamiento celular y sus tareas. Logramos resolver esto durante el desarrollo de la guerra, sin violentar formalmente los estatutos, pero sin aferrarnos a sus esquemas.
Otra cosa que no existía en los estatutos era la integración de la dirección militar y la dirección política en los organismos del Partido a todos los niveles; en la Comisión Política, en el Comité Central y en los comités regionales, no encontrábamos cómo integrar la conducción política y la conducción militar. En el nivel de base, en las células, habíamos orientado que, además de sus tareas en los sindicatos y demás organizaciones de masas y en el frente político, debían organizar los GAR, darles preparación combativa elemental y conducirlos a realizar la autodefensa, la propaganda armada, las acciones para obtener armas, incorporándose a estas acciones los militantes comunistas junto con los compañeros sin Partido integrados a los GAR.
Ese era un paso por el buen camino, hacia la integración de lo político y lo militar, pero en gran número de las células del Partido continuaba imperando la rutina durante meses, o no se organizan GAR, o se conducía a estos en un sentido unilateral, hacia las actividades políticas propagandísticas y era muy poco lo que así se hacía para aplicar la línea del viraje; las reuniones de estas células se parecían a un simple rito con el que hay que cumplir, pero era insignificante lo que de ellas salía en el terreno de las medidas concretas para aplicar esta línea. Llegaba el día de la próxima reunión de esas células y las cosas seguían igual.
Por otra parte, nos encontramos con otra dificultad: la cuestión de las costumbres. No tanto el acomodamiento a las cosas legales, porque no era exactamente el caso de Chile como te explicaba, sino las costumbres de funcionamiento de la militancia, el considerar las reuniones de célula como una especie de misa a la que hay que asistir por principio. Eso nos retrasaba. Los cuadros del Partido no eran muy dinámicos para crear las unidades de autodefensa en el movimiento obrero, en el momento en que estas unidades estaban surgiendo por todos lados y cuando ya la inventiva de las masas trabajadoras en huelga, había arribado a la concepción de las huelgas con toma de fábricas, con captura de los gerentes, etc., etc. Todos esos problemas fueron madurando.
Pero si tú te fijas bien, aquí hemos estado hablando de medidas orgánicas que tienen que ver con el viraje, pero no se nos ocurrió pensar durante años, cómo debía ser orgánicamente el Partido en aquel nuevo terreno al que estábamos enviando tanta fuerza: los frentes guerrilleros rurales. El viraje no era sólo hacia la lucha armada, sino que también la lucha armada en el campo pasó a jugar un papel determinante después de la ofensiva del 10 de enero del 81. Tuvimos que realizar una serie de ajustes en el Partido para hacer posible y hacer efectivo este viraje.
—¿Cómo deciden realizar el trabajo militar y partidario en el campo?
—Primero intentamos aplicar los esquemas estatutarios, pero la vida demostró que no eran eficientes.
El desprestigio que estos organismos del Partido llegaron a tener en las FAL se derivaba de que ellos no eran aptos para conducir la lucha armada. Surgió entonces este enfoque equivocado de la cuestión, principalmente de los cuadros militares: ¿para qué vamos a formar células si ya tenemos los mandos y tenemos las unidades militares? Los miembros de las células se ven una vez cada semana, pero los combatientes de las unidades viven juntos, combaten juntos, entonces, ¿para qué vamos a formar células? Y aunque la dirección orientó, desde el principio, que debían organizarse células del Partido a nivel de cada pelotón de las FAL, no se las pudo organizar así desde el principio. Luego vino el choque con las desviaciones militaristas. Te repito que un factor objetivo que ayudaba al fortalecimiento de esta desviación militarista era la ineficiencia de las estructuras partidarias, para dirigir al ejército popular y, por supuesto, que esto no podía resolverse sólo con medidas orgánicas. Se necesitaba una lucha ideológica, y se necesitaba realizar un esfuerzo de calificación de los cuadros del Partido, especialmente de los cuadros de la dirección, hacerlos aptos para conducir también la lucha armada. Así es que realizamos un gran esfuerzo para que, primero la mayor parte, y después casi todos los miembros del Comité Central, fueran aptos para conducir esa lucha armada. Recibieron cursos y los que por su edad estaban en condiciones, no sólo de asimilar teóricamente los conocimientos, sino también de ejecutar prácticamente la jefatura militar, se transformaron en cuadros militares conservando su condición de miembros de la dirección del Partido.
Se fue haciendo cada vez más evidente que, tanto las células como los organismos de dirección en los frentes —los comités regionales—, tenían que ser organismos político-militares para poder conducir integralmente.
Al principio en aquellos organismos, después del año 8l, se hablaba de todo menos de la guerra, porque se consideraba que para eso estaban los jefes militares y, a su vez, los jefes militares consideraban que los políticos no debían meterse en sus asuntos. Entonces los compañeros de la dirección regional estaban reducidos como a una especie de propagandistas, y en su trabajo de propaganda y educación repetían los esquemas antiguos. Como ellos mismos, a pesar de estar en el frente, no asimilaban del todo la experiencia de la guerra, la educación que impartían era inadecuada.
Para convertir estos organismos en organismos integrales político-militares había que dar una batalla ideológica, había que hacer un gran esfuerzo educativo y había, también que crear estructuras de Partido, sobre la base de los principios leninistas, pero adecuadas a las necesidades de la organización militar para que la pudieran conducir. Y era necesario también definir cuáles debían ser las atribuciones militares de los organismos del Partido a fin de resolver el problema de la contradicción con la disciplina militar. Nos fue muy útil conocer la experiencia de los vietnamitas y logramos, con la ayuda de esa experiencia, precisar las atribuciones militares de los diferentes organismos de dirección partidaria.
—¿Qué papel juegan los organismos de dirección partidaria en relación al plan militar?
—Los tres aspectos del plan que deben ser decididos por la dirección regional del Partido son: el golpe principal, los aseguramientos y la explotación del éxito. Debe determinar el golpe principal, evaluarlo política y militarmente. Responder por los aseguramientos. No me refiero sólo a los aseguramientos materiales. Entre los aseguramientos están los aseguramientos políticos, que consisten en la preparación política de los combatientes para la misión; en preparar intensamente a los jefes sobre la importancia de la operación, sus aspectos militares y políticos y en estudiar el plan político a realizar junto con la operación. Todos esos son los aseguramientos, aparte de los aseguramientos materiales.
Por último, al comité del Partido corresponde aprobar los aspectos del plan militar relacionados con “la explotación del éxito”, es decir, la continuidad del plan. Generalmente, cuando se golpea a una fuerza enemiga esto repercute favorablemente para seguir avanzando, descompone la moral de determinadas unidades, las que están ligadas a la que recibe el golpe, o un golpe en una posición crea un desbalance de la distribución de las fuerzas enemigas en esa región, que permite golpear a otras unidades, y, lo más importante, nuestros golpes exitosos estimulan el entusiasmo combativo de las masas, tanto entre los pobladores cercanos, como en la región y hasta en el país en su totalidad, creándose así condiciones favorables para desarrollar el “trabajo de expansión”, es decir, el trabajo por incorporar a nuevos componentes del pueblo a la organización en diferentes tipos de organizaciones reivindicativas, a redes de apoyo a nuestras fuerzas armadas, a las milicias y guerrillas secretas, en una palabra, incorporarlos a la guerra revolucionaria.
Estos son los tres aspectos de los planes militares que deben analizar y decidir los organismos de conducción partidarios.
El jefe militar principal de la zona pertenece al comité regional o subregional. Generalmente son los jefes militares los que toman la iniciativa de presentar un plan, pero no siempre. A veces lo hace el comité. Una vez que éste lo aprueba, después de discutir los puntos señalados, el plan entra en la esfera militar. Allí ya opera la disciplina militar vertical.
Todo esto vale también para aquellos casos en que la responsabilidad de dirección partidaria está reducida a uno o dos compañeros, sin que haya comité. La guerra exige no ser formalistas y a veces se impone la necesidad de dar este tipo de respuesta orgánica —uno o dos dirigentes—, temporal o permanentemente en algunos lugares.
No puede haber discusión durante el combate. Discusión sólo puede haber en la reunión de célula o en la asamblea de combatientes. Estas reuniones no pueden hacerse en el curso de los combates. Así se resuelve la contradicción: dirección política-dirección militar.
—¿Y eso ha operado así?
—Los grupos de la Comisión Política y los grupos del Comité Central, velan porque todo esto se respete y está funcionando ahora, después de muchos ensayos y de muchas experiencias. Y posiblemente esto va a necesitar una serie de readecuaciones, de acuerdo a las nuevas situaciones que se vayan presentando.
—¿Y cómo funciona el Comité Central y la Comisión Política en plena guerra?
—Estos organismos ya no pueden reunirse sino muy rara vez. Entonces hicimos el ensayo de que funcionaran grupos: los miembros del Comité Central o de la Comisión Política en el frente; los que están en un momento dado en el exterior, los que están en la ciudad. Esto tiene sus riesgos, porque estos grupos pueden entrar en contradicciones.
Para resolver este problema, se abrió paso la idea de que el grupo no debe tomar decisiones y aplicarlas inmediatamente, tiene que haber un proceso previo de consultas. Además, como eso no es diario, no es un problema que entorpezca la dinámica de la guerra. Este mecanismo está funcionando y es otra cosa que tampoco aparece en los estatutos.
—La vida ha superado los estatutos...
—Efectivamente, la vida ha superado los estatutos. En relación con esto es interesante observar que éstos fueron aprobados junto con la aprobación del viraje, lo que demuestra cómo las concepciones en materia organizativa se quedan atrás. Y frente a esto, que es algo inevitable, lo que salvó nuestra situación es que fuimos tolerantes frente a esas formas nuevas que iban surgiendo, incluso a riesgo de que se produjesen desviaciones.
—¿Era entonces preferible arriesgarse a cometer errores que estancarse?
—Sí, no había otra manera de que lo nuevo se abriera paso. Ahora, visto retrospectivamente, me parece que fue bueno eso, incluso el surgimiento de la tendencia militarista que nace a causa de esos vacíos de la concepción organizativa y, sobre todo, por la falta de desarrollo de la capacidad de conducción militar de los organismos dirigentes del Partido a todo nivel. En fin de cuentas, eso ayudó a materializar el viraje. Las decisiones enérgicas de los jefes de los frentes lo consumaron completamente. Nadie sabe si esto se hubiera podido lograr de otro modo, pero hubiera sido un error no prestarle atención a esa desviación y dejar que esa tendencia siguiera desarrollándose.
Ahora estamos entrando de nuevo en una situación en que vamos a tener que hacer reajustes. De acuerdo a las orientaciones de la Comandancia General del FMLN, desde la mitad de 1984 y con mucha más fuerza en 1985, se produjo el paso hacia la desconcentración de las fuerzas armadas revolucionarias, inaugurando una nueva etapa, superior, en la guerra de guerrillas.
En 1982 y 1983 se había hecho, en cambio, un gran esfuerzo de concentración en unidades grandes, casi de ejército regular. Entonces adecuamos las formas de funcionamiento partidario y de conducción partidaria a esa situación de unidades concentradas con campamentos concentrados; el comité regional estaba ahí en el campamento principal.
Pero, ¿qué pasa ahora con la desconcentración en pequeñas unidades guerrilleras y su dispersión en el territorio...? Muy rara vez combaten pelotones como tales; entonces la idea de la célula por pelotón entró en crisis. De hecho, los compañeros han ido implementando otras formas de organización y funcionamiento celular en los niveles de escuadra. Hacen intenso un trabajo de reclutamiento para el Partido.
—¿En la población, o en la escuadra...?
—En la escuadra, y también en la población, porque estamos construyendo Partido en la población, y se está impulsando la lucha de masas en la población. Estas escuadras han dejado de ser exclusivamente militares, son unidades guerrilleras y, como tales, hacen también el trabajo político y organizativo entre las masas. Se está organizando Partido entre la población, aparte de organizar guerrillas secretas, redes de información, organizaciones de masas para la lucha reivindicativa y política, etc. La movilidad de estas guerrillas más pequeñas no permite dar conducción estable a todo este trabajo desde los organismos partidarios en las estructuras militares.
Fue surgiendo así la necesidad de crear un tipo de guerrilla especializada en el trabajo de expansión, con un componente muy elevado de militantes del Partido que aprende a vivir permanentemente dentro de la población, que se queda allí incluso cuando las tropas enemigas invaden y, a partir de estas guerrillas de expansión, van constituyéndose las estructuras del Partido entre la población. Ya esas células surgen desde el principio como estructuras político-militares.
Por otro lado, los comités regionales o subregionales ya no pueden estar concentrados, sus miembros están conduciendo individualmente su zona, la cual tiene, a su vez, dos, tres, cuatro subzonas guerrilleras. Estos cuadros dirigentes tienen que estar moviéndose; no puede haber reunión semanal o quincenal, como estábamos acostumbrados. Se pasó primero a las reuniones mensuales y la vida demostró que ese lapso era demasiado corto. Entonces se ha pasado en algunos frentes a reuniones trimestrales del comité regional.
Esto ha conducido a que estos organismos vayan acostumbrándose a discutir lo principal, lo duradero, lo que es línea y no los detalles, y a traspasar más los detalles hacia los responsables zonales o subzonales y hacia las células, que son las que están más en la concreta, con lo cual se gana mucho. Realmente, un comité de dirección regional no tiene el nivel detallado de información, y si se mete a resolver detalles tiene gran probabilidad de incurrir en subjetivismo y, en todo caso, llega tarde. La dirección de los detalles ahora está allí donde están los detalles. Esa es la tendencia.
La desconcentración ha exigido además un nivel de comunicación mayor, es decir, organizar la comunicación entre los miembros de las direcciones regionales, comunicación inalámbrica y con correos. Constantemente se consulta, se informa, y existe también una comunicación bastante fluida con la Comisión Política y entre todos los miembros de ésta, que también se encuentran dispersos.
—Esta comunicación radial es básica para dirigir un Partido en guerra ¿No es así?
—Así es.
—¿Y desde cuándo ustedes tienen comunicación radial?
—Desde 1981. Claro que al principio era muy deficiente y no existía en todos los lugares en que se necesitaba. Eso ha ido perfeccionándose. Ahora estamos bajo un nuevo reto por la creciente desconcentración. La conducción de las unidades guerrilleras dislocadas requiere de sistemas de comunicación expeditos y eso implica una inversión muy fuerte en medios técnicos de comunicación y en preparación de comunicadores. La concepción estratégica de la desconcentración implica desarrollar la capacidad de la concentración táctica, operativa de las pequeñas unidades guerrilleras, para descargar golpes de mediana y gran envergadura. Esto subraya la necesidad de buenas, ágiles y conspirativas comunicaciones.
En las pequeñas unidades dislocadas, se aplica la idea de que cada combatiente debe aprender a realizar varios tipos de tareas; por ejemplo: manejar un walki talkie, saber algo de sanidad militar de primer nivel, utilizar los explosivos de distinto tipo, realizar el trabajo político y organizativo, etc. Todo esto debe asegurarlo el Partido, cada célula, cada cuadro partidario, la dirección regional, subregional y nacional.
Ahora ya no se discute si el Partido es necesario, si el Partido debe dirigir. Esos son tiempos pasados. Ahora la preocupación es cómo hacer que el Partido realmente esté presente en todo, asegure y dirija a todo nivel. Ahí es donde está la preocupación. Y siempre la vida demuestra que las cuestiones orgánicas van un poco a la zaga.
Puedes imaginar lo que esta presión intensa por cambios frecuentes ha significado para un Partido que tenía decenios de existencia con una determinada rutina, sacudida sólo en algunos momentos excepcionales; pero siempre realizando nada más que un tipo de trabajo. ¡Cuántos problemas le surgen cuando pasa a la guerra, y sobre todo si la guerra se alarga! Así de rica es nuestra experiencia.
Si el FMLN hubiera ganado la guerra en 1981, casi ninguna de estas experiencias se habría hecho. Pero al alargarse la guerra, al complicarse el esfuerzo de enfrentamiento con un enemigo que durante algunos años pudo crecer a pesar del desgaste que le causamos, por la gran ayuda que le dan los yanquis, todo se profundizó, se hizo muy complejo y se enriqueció nuestra respuesta.