OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

LA CRISIS MINISTERIAL EN FRANCIA*

 

Como estaba anunciado, el gabinete Briand ha zozobrado al primer choque con la marea parlamentaria. Era un ministerio interino, que en su propio seno portaba sus elementos de des­trucción. André Tardieu, su Ministro del Inte­rior, aspira demasiado visiblemente a la presi­dencia del gabinete. Su ofensiva policial contra el proletariado revolucionario daba el tono al gobierno de Briand en la política interna. Tar­dieu, además, es uno de los hombres de Versa­lles. El hecho de que un antiguo clemencista co­mo Mandel, haya participado destacadamente en el ataque parlamentario a la política de Briand, no carece de significación. Tardieu, probablemen­te, no lleva su solidaridad con la gestión de Briand, en los negocios extranjeros, sino hasta un límite prudente. Si en la derecha y el centro del parlamento prevalece un humor nacionalista, Tardieu no podrá dejar de conformar a él su ac­titud. Es ya el jefe, el ministro de la reacción. Personalmente, está ligado a las garantías militares y territoriales del pacto de Versalles.

Briand ha sido batido por el ataque simultá­neo de Marin, Mandel y Montigny, esto es de dos líderes de su propia mayoría y uno del grupo radical socialista de Louis Marin votó a favor del ministerio; pero ya éste estaba en minoría. Todo esto entra en las reglas del juego parlamentario.

El papel de los socialistas, bajo la dirección refinadamente jesuítica de Leon Blum, no parece ser otro que el del salvataje del ministerio, al que oficialmente hace oposición. El partido so­cialista francés practica desde el 11 de mayo de 1924, una política de soutien. No importa que en el gobierno se encuentren los radicales-socialistas o el bloque nacional, Herriot o Poincaré. La po­lítica de sostén es actuada en el primer caso co­mo táctica de partido ministerial; en el segundo caso como de partido de oposición. No cambian sino los nombres, las formas; la estrategia y sus objetivos son los mismos. Los socialistas temen que el ministerio futuro sea más reaccionario, más adverso a los intereses de su partido, que el ministerio presente. Este miedo al porvenir, los paraliza para la lucha. El gobierno de Briand les parece, probablemente, el único medio de postergar el gobierno de Tardieu. Pero Tardieu go­bierna ya, aún con Briand en el Ministerio de Negocios Extranjeros, con la desventaja para las masas de que esta política fascista está disimu­lada por el indumento y el tocado democráticos y legales. En todo caso, para un partido como el socialista, que se imaginaba no hace mucho, cuan-do la creciente revolucionaria le consentía infi­nitas ilusiones sobre su porvenir próximo, que pronto estaría en grado de asumir íntegramente en sus manos el poder, es un rol bien pobre el de condenarse, en el parlamento, a una táctica da salvataje de Poincaré o Briand.

Con esta política se espera, sin duda, que Briand conserve el poder, organizando el nuevo gabinete. Que Briand suceda a Briand. Pero, amo­tinados por Caillaux contra la forma de poinca­rismo, muchos de los radicales-socialistas son un obstáculo para que Briand ensanche a izquierda las bases parlamentarias del gabinete. Las posi­bilidades de esta combinación residen en la afi­ción del socialismo de Leon Blum a jugar una política ministerial como partido de oposición.

Pero Tardieu aguarda su hora. Puede avenirse a una renovación de la fórmula interina Briand, si su instinto parlamentario le indica que su hora no ha llegado todavía. Es difícil que Briand, en un nuevo período, prescinda de los servicios de un Ministro del Interior tan del gus­to y la confianza de la burguesía. Un gabinete Briand-Tardieu es quizás el que más conviene a los intereses y sentimientos de la burguesía fran­cesa, aún de la más conservadora. De esta suer­te, la política de represión, los métodos fascis­tas, son aplicados por el más agresivo parlamen­tario de la reacción, dentro de un ministerio de unión nacional, al que el propio partido socialis­ta presta su apoyo, con la convicción de que así hace su propio juego y sirve maquiavélicamente sus propios intereses.

 


NOTA:

* Publicado en Mundial, Lima. 25 de Octubre de 1929, en la sección "Lo que el cable no dice".