Anton PANNEKOEK - Los Consejos Obreros - Capítulo primero: La tarea
El trabajo es un proceso social. Cada empresa forma parte del cuerpo productivo de la sociedad. La producción social total se forma por la conexión y colaboración de todas las empresas. Como las células que constituyen un organismo viviente, las empresas no pueden existir aisladas y amputadas del cuerpo. Así, la organización del trabajo dentro de la fábrica es sólo la mitad de la tarea de los obreros. Por encima de ella, y como tarea aún más importante, está la unión de las empresas separadas, su combinación es una organización social.
Mientras que la organización dentro de la fábrica ya existía bajo el capitalismo y sólo había que reemplazarla por otra, basada en un nuevo fundamento, la organización social de todos los talleres en un conjunto es, o fue hasta años recientes, algo enteramente nuevo, sin precedentes. Tan profundamente nuevo, que durante todo el siglo XIX el establecimiento de esta organización, bajo el nombre de socialismo, se consideró como la tarea principal de la clase trabajadora. El capitalismo consistía en una masa no organizada de empresas independientes -una multitud de empleadores privados separados que avanzan a los codazos, como dice el programa del Partido Laborista-, vinculadas sólo por relaciones azarosas de mercados y competencia, con el resultado de las bancarrotas, la superproducción y la crisis, el desempleo y un enorme desperdicio de materiales y mano de obra. Para abolir esta situación, la clase trabajadora debía conquistar el poder político y utilizarlo para organizar la industria y la producción. Este socialismo de Estado se consideraba, entonces, como el primer paso hacia un nuevo desarrollo.
En los últimos años la situación ha cambiado hasta el punto de que el capitalismo mismo ha dado un primer paso con las organizaciones dirigidas por el Estado. Se ve impulsado a ello no sólo por el simple deseo de aumentar la productividad y los beneficios mediante una planificación racional de la producción. En Rusia hubo la necesidad de remediar el retraso del desarrollo económico mediante una deliberada y rápida organización de la industria que realizó el gobierno bolchevique. En Alemania se produjo la lucha por el poder mundial, que impulsó al control estatal de la producción y a la organización estatal de la industria. Esta lucha constituía una tarea tan pesada que sólo concentrando en manos del Estado el poder sobre todas las fuerzas productivas pudo la clase capitalista alemana tener una posibilidad de éxito. En la organización nacionalsocialista la propiedad y los beneficios -aunque fuertemente reducidos a raíz de las necesidades estatales- siguen estando en manos de los capitalistas privados, pero la disposición de los medios de producción, su dirección y manejo fue asumido por funcionarios oficiales. Mediante una organización eficiente se asegura al capital y al Estado que no se deteriore la producción de beneficios. Esta organización de la producción en gran escala se funda sobre los mismos principios que la organización dentro de la fábrica, es decir, sobre las órdenes personales del director general de la sociedad, el líder, la cabeza del Estado. Cuando el gobierno toma el control de la industria, la autoridad y la coerción ocupan el lugar de la anterior libertad de los productores capitalistas. El poder político de los funcionarios oficiales se ve grandemente robustecido por su poder económico, por su facultad de disponer acerca de los bienes de producción, que constituyen el fundamento de la sociedad.
El principio de la clase trabajadora es, en todos los respectos, exactamente el opuesto. La organización de la producción por los trabajadores se funda en la libre colaboración: no hay dueños ni servidores. La combinación de todas las empresas en una sola organización social ocurre según el mismo principio. El mecanismo para lograr este propósito deben construirlo los trabajadores.
Dada la imposibilidad de reunir a los trabajadores de todas las fábricas en una sola asamblea, el único medio que les queda para expresar su voluntad es la designación de delegados. Ha llegado a utilizarse en época reciente el nombre de consejos obreros para designar a tales cuerpos de delegados. Cada grupo o personal que trabaja en colaboración designa los miembros que en las asambleas del consejo deben expresar su opinión y su deseo. Estos tomaron parte activa en las deliberaciones de este grupo y llegaron a primer plano como defensores capaces de los puntos de vista que suscitaron el apoyo de la mayoría. Ahora se los envía como portavoces del grupo para confrontar estos puntos de vista con los de otros grupos, con el fin de llegar a una decisión colectiva. Aunque la capacidad personal de esos delegados desempeña un papel en lo que respecta a persuadir a los colegas y esclarecer los problemas, su peso no reside en su fuerza individual, sino en las fuerzas de la comunidad que los ha delegado. Lo que tiene peso no son las simples opiniones, sino aún más la voluntad y disposición del grupo a proceder de acuerdo con ellas. Diferentes personas actuarán como delegados según las diferentes cuestiones que surjan y los problemas que se vayan presentando.
El principal problema, que constituye la base de todo el resto, es la producción misma. Su organización tiene dos aspectos: el establecimiento de reglas y normas generales, y el trabajo práctico mismo. Deben establecerse normas y reglas generales para las relaciones mutuas en el trabajo, para los derechos y obligaciones. Bajo el capitalismo, la norma consiste en la orden del dueño, del director. Bajo el capitalismo de Estado consiste en la orden más poderosa del Líder, del gobierno central. Pero en la nueva sociedad todos los productores serán libres e iguales. En el campo económico del trabajo ocurrirá el mismo cambio que se produjo en siglos anteriores en el campo político, con el surgimiento de la clase media. Cuando el gobierno de los ciudadanos llegó a ocupar el lugar del monarca absoluto, esto no pudo significar que se substituía la voluntad arbitraria de éste por la voluntad arbitraria de todos. Significaba que en lo sucesivo leyes establecidas por la voluntad común regularían los derechos y deberes públicos. Así ahora, en el dominio del trabajo, la orden del dueño cederá el paso a las reglas fijadas en común, para regular los derechos y obligaciones sociales en la producción y el consumo. Formularlas será la primera tarea de los consejos obreros. No se trata de una tarea difícil ni de una cuestión de profundo estudio o seria discordancia. A cada trabajador le surgirán inmediatamente en la conciencia estas reglas como base natural de la nueva sociedad: el deber de cada uno de tomar parte en la producción de acuerdo con sus fuerzas y capacidad, el derecho de cada uno de gozar de su parte adecuada del producto colectivo.
¿Cómo se medirán las cantidades de trabajo invertido y las cantidades de producto a que cada uno tiene derecho? En una sociedad donde los bienes se producen directamente para el consumo no hay mercado para intercambiarlos; y ningún valor se establece automáticamente como expresión del trabajo contenido en ellos, a partir de los procesos de compra y venta. En este caso el trabajo invertido debe expresarse de una manera directa mediante el número de horas. La administración lleva un libro (registro) de horas de trabajo incluidas en cada pieza o cantidad de unidades del producto, así como de las horas invertidas por cada uno de los trabajadores. En los promedios respecto de todos los operarios de una fábrica, y finalmente, de todas las fábricas de la misma categoría, se atenúan las diferencias personales y los resultados personales se vuelven comparabIes entre sí.
En eI primer período de transición, cuando hay que reparar muchas devastaciones, el primer problema consiste en construir eI aparato de producción y mantener viva a la gente. Es muy posibIe que el hábito impuesto por Ia guerra y el hambre, de distribuir sin distinción las sustancias alimenticias indispensables, continúe simpIemente sin modificaciones. Es muy probable que en tiempos de reconstrucción, cuando deben emplearse las fuerzas al máximo, cuando además Ios nuevos principios moraIes de trabajo común sólo se están formando gradualmente, el derecho de consumo se equipare al rendimiento deI trabajo. El viejo dicho popular, de que el que no trabaja no debe comer, expresa un sentimiento instintivo de justicia. En este precepto se encuentra no sólo eI reconocimiento de que el trabajo es la base de toda vida humana, sino también la proclamación de que ha terminado la explotaci6n capitalista y la apropiación de Ios frutos del trabajo ajeno mediante los títulos de propiedad de una clase ociosa.
Esto no significa, por supuesto, que se distribuya eI producto totaI entre los productores, de acuerdo con el tiempo que cada uno dedica. O, expresado de otra manera, que cada trabajador reciba, en forma de producto, exactamente la cantidad de horas invertidas en el trabajo. Debe dedicarse una considerable parte del trabajo a la propiedad común, al perfeccionamiento y ampliación del aparato productivo. Bajo el capitalismo parte de la plusvalía servía a este prop6sito; eI capitalismo tenía que utilizar parte de su ganancia, acumulada en forma de nuevo capital, para innovar, ampliar y modernizar su equipo técnico, impulsado en su caso por la necesidad de no ser superado por sus competidores. Así, el progreso en Ia técnica ocurrió en formas de explotación. En la nueva forma de producción, este progreso es de interés común para los trabajadores. Lo más inmediato es que se mantengan vivos, pero construir las bases de la producción futura es la parte más gloriosa de su tarea. Tendrán que establecer qué parte del trabajo total se gastará en la fabricación de mejores máquinas y herramientas más eficientes, en la investigación y la experimentación, para facilitar el trabajo y mejorar la producción.
Además, parte del tiempo y trabajo total de la sociedad debe gastarse en actividades no productivas pero necesarias, en administración general, en educación, en servicios médicos. Los niños y los viejos recibirán su parte del producto sin los correspondientes aportes. Hay que mantener a las personas incapaces de trabajar; y especialmente en los primeros tiempos habrá una gran cantidad de desechos humanos dejados por el ex mundo capitalista. Probablemente prevalecerá la regla de que el trabajo productivo es la tarea de la parte más joven de los adultos; o, en otras palabras, es la tarea de todos durante el período de la vida en que tanto la tendencia a la actividad vigorosa como la capacidad para ella son máximas. Mediante el rápido crecimiento de la productividad del trabajo esta parte, o sea el tiempo necesario para producir todos los bienes que la subsistencia requiere, decrecerá continuamente, y una parte cada vez mayor de la vida quedará disponible para otros propósitos y actividades.
La base de la organización social de la producción consiste en una administración cuidadosa, en forma de estadísticas y contabilidad. La estadística del consumo de todos los diferentes bienes, la estadística de la capacidad de las plantas industriales, de las máquinas, del suelo, de las minas, de los medios de transporte, la estadística de la población y de los recursos de las ciudades, distritos y países, constituyen en conjunto el fundamento de todo el proceso económico en filas bien ordenadas de datos numéricos. Bajo el capitalismo ya se conocían las estadísticas de los procesos económicos; pero eran imperfectas debido a la independencia y a la visión estrecha de los comerciantes privados, y sólo encontraban una aplicación limitada. En la nueva sociedad constituirán el punto de partida en la organización de la producción; para producir la cantidad correcta de bienes, hay que conocer la cantidad utilizada o deseada. Al mismo tiempo, la estadística como resultado comprimido del registro numérico del proceso de producción, el sumario global de la contabilidad, expresa el curso del desarrollo.
La contabilidad general, que comprende y abarca las administraciones de las distintas empresas, las combina en una representación del proceso económico de la sociedad. En diferentes grados de rango registra todo el proceso de transformación de la materia, siguiéndolo desde las materias primas en su origen, a través de todas las fábricas, de todas las manos, hasta llegar a los bienes listos para el consumo. Al unir los resultados de las empresas de un determinado tipo que cooperan entre sí, reuniéndolos en un todo, se compara su eficiencia, se promedian las horas de trabajo necesarias y se orienta la atención hacia los caminos que se abren al progreso. Una vez llevada a cabo la organización de la producción, la administración es la tarea comparativamente simple de una red de oficinas interconectadas al cómputo. Cada empresa, cada grupo vinculado de empresas, cada rama de la producción, cada municipio o distrito, tiene su oficina para la producción y para el consumo, encargada de la administración, de reunir, procesar y discutir las cifras y ponerlas luego en forma perspicua para que sea fácil abarcar el conjunto. Su trabajo combinado hace que la base material de la vida sea un proceso dominado por la mente. Como imagen numérica clara e inteligible, el proceso de producción queda expuesto a la vista de todo el mundo. Mediante este sistema la humanidad puede contemplar y controlar su propia vida. Lo que los trabajadores y sus consejos idean y planean en la colaboración organizada se muestra, en su carácter y resultado, en las cifras de la contabilidad. Sólo si se las mantiene continuamente ante los ojos de cada trabajador se hará posible la dirección de la producción social por los productores.
Esta organización de la vida económica es totalmente distinta de las formas de organización desarrolladas bajo el capitalismo; es más perfecta y más simple. Las complicaciones y dificultades de la organización capitalista, para la cual fue necesaria la contribución muy celebrada del genio de grandes comerciantes, se referían siempre a su lucha mutua, con las artes y triquiñuelas de la guerra capitalista, destinadas a someter o aniquilar a los competidores. Todo eso habrá desaparecido. El propósito franco, que es proveer a las necesidades vitales de la humanidad, hará que toda la estructura resulte abierta y directa. La administración de grandes cantidades no es fundamentalmente más difícil o complicada que la de pequeñas cantidades; sólo hay que agregar un par de cifras a los números anteriores. La rica y multiforme diversidad de necesidades y deseos que en pequeños grupos de personas difícilmente sea menor que en grandes masas, cuando adquiera carácter masivo podrá procurarse con mayor facilidad y en forma más completa.
La función y el lugar que la administración numérica ocupa en la sociedad depende del carácter de esta sociedad. La administración financiera de los Estados formó siempre parte necesaria del gobierno central, y los funcionarios encargados de los cálculos fueron servidores subordinados de los reyes o de otros gobernantes. En el capitalismo contemporáneo, como la producción está sujeta a una organización central que la abarca, quienes tienen en sus inanos la administración central son los directores que guían la economía y crean una burocracia gobernante. Cuando en Rusia la revolución de 1917 llevó a una rápida expansión de la industria y multitudes de trabajadores aún imbuidos de la ignorancia bárbara de las aldeas se apiñaron en las nuevas fábricas, carecian del poder para controlar el creciente predominio de la burocracia que se estaba organizando entonces en una nueva clase gobernante. Cuando en Alemania, en 1933, un partido rigurosamente organizado conquistó el poder estatal, como órgano de su administración central tomó en sus manos la organización de todas las fuerzas del capitalismo.
Las condiciones serán totalmente distintas cuando los trabajadores sean los dueños de su trabajo y como libres productores organicen la producción. La administración mediante la contabilidad y la computación será una tarea especial de ciertas personas, así como el forjar acero o el hornear pan será tarea especial de otras personas, todas igualmente útiles y necesarias. Los trabajadores de las oficinas de cómputo no serán sirvientes ni señores. No serán funcionarios al servicio de los consejos obreros, que tienen que cumplir obedientemente sus órdenes, sino grupos de trabajadores, que como otros grupos regulan ellos mismos en forma colectiva su propio trabajo, disponen de sus implementos, cumplen sus obligaciones como lo hacen todos los grupos, en vinculación continua con las necesidades del conjunto. Son los expertos que tienen que proporcionar los datos básicos de las discusiones y las decisiones en las asambleas de los trabajadores y de los consejos. Tienen que reunir los datos, presentarIos en una forma fácilmente inteligible de tablas, gráficos o cuadros, de modo que cada trabajador en todo momento tenga una clara imagen del estado de cosas. Su conocimiento no es una propiedad privada que les da poder; no son un cuerpo con conocimiento administrativo exclusivo que pueda ejercer por ello una decidida influencia. El producto de su trabajo, la capacidad de percepción numérica requerida para el progreso de la tarea, está disponible para todos. Este conocimiento general es el fundamento de todas las discusiones y decisiones de los trabajadores y de sus consejos, mediante las cuales se logra la organización del trabajo.
Por primera vez en la historia de la vida económica, en general y en detalle, habrá un libro abierto puesto ante los ojos de la humanidad. Los fundamentos de la sociedad, que bajo el capitalismo constituían una enorme masa oculta en las oscuras profundidades, apenas alumbradas aquí y allá por estadísticas sobre comercio y producción, quedarán a plena luz y mostrarán su estructura en detalle. Disponemos entonces de una ciencia de la sociedad que consiste en un conocimiento bien ordenado de hechos, mediante el cual se captan fácilmente las relaciones causales fundamentales. Esa ciencia formará la base de la organización social del trabajo, tal como el conocimiento de los hechos de la naturaleza, condensados a su vez en relaciones causal es, constituye la base de la organización técnica del trabajo. Como conocimiento de los hechos simples y comunes de la vida diaria estará disponible para todos y les permitirá ver de una ojeada y captar de inmediato las necesidades del conjunto, así como la parte que cada uno ocupa en él. Formará el equipo espiritual mediante el cual los productores podrán dirigir la producción y controlar su mundo.
Last updated on: 5.29.2011