Escrito: Entre agosto y
noviembre de 1844. Este capítulo forma parte de las secciones asignadas a
Marx.
Fuente de este texto: Marx, Carlos &
Federico Engels. La Sagrada Familia y otros escritos. México,
Editiorial Grijalbo, 1959. Págs. 228, 260-262.
Rudolph, príncipe de Geroldstein,[1] expía, en su paso por el mundo, un doble crimen, su crimen personal y el crimen de la Crítica crítica. El mismo, en acalorado diálogo, desenvaina la espada contra su padre, mientras la Crítica crítica, en acalorado coloquio, se deja arrastrar a pecaminosos afectos en contra de la masa. La Crítica crítica no ha revelado ni un solo misterio. Rudolph expía este pecado y revela todos los misterios.
[...]
Con motivo de la detención de Louise Morel, Rudolph se deja llevar de reflexiones, que podrian resumirse asi: "El senor corrompe muchas veces a las criadas, ya sea amedrentándolas, sorprendiéndolas o aprovechándose de cualquier otro modo de las ocasiones que brinda la naturaleza de la relación de servidumbre. Las empuja a la desgracia, a la ignominia y al crimen. La ley es ajena a todo esto. .. El criminal que de hecho obliga a la criada al infanticidio, queda impune."
Las reflexiones de Rudolph no llegan siquiera a someter a su augusta crítica a la misma relación de servidumbre. Como un pequeño soberano, Rudolph es un gran protector de estas relaciones. Y, menos llega a comprender todo lo que hay de inhumano en la posiciOn general que la mujer ocupa en la sociedad actual. Fiel en un todo a su teoria anterior, solo echa de menos una ley que castigue al seductor y asocie el arrepentimiento y la penitencia a una pena terrible. A Rudolph le habria bastado con volver la vista a la legislation vigente en otros paises. Las leyes inglesas colman todos sus deseos.
Llegan, en sus delicados sentimientos, que Blackstone ensalza con elogiosas palabras, incluso a declarar reo de felonia a quien seduzca a una prostituta.
El senor Szeliga suena la fanfarria: “¡He ahi! … ¡Pensad! ... ¡Rudolph! ¡Ahora, contrastad estas ideas con vuestras fantasias acerca de la emancipacion de la mujer! En ellas casi se toca con las manos el hecho de esta emancipación, mientras que vosotros sois, por naturaleza, gentes demasiado practicas, razon por la cual fracasais tantas veces con vuestros simples intentos." En todo caso, debemos al senor Szeliga la revelation del misterio de que casi se puede tocar con las manos un hecho a base de ideas. Y, por lo que se refiere a su divertida comparación de Rudolph con los hombres que han enseñado la emancipación de la mujer, no hay más que comparar las ideas de Rudolph, por ejemplo, con las siguientes fantasías de Fourier:
"El adulterio y la seduction honran al seductor, son cosas de buen tono. .. Pero, ¡pobre muchacha!, el infanticidio está considerado como un crimen atroz. Si la muchacha seducida quiere seguir siendo tenida por honrada, necesita borrar las huellas de su deshonor, y si sacrifica su hijo a los prejuicios del mundo, la ignominia que cae sobre ella es todavía mayor y se ye expuesta a los prejuicios de la ley. . . Tal es el círculo vicioso que describe todo mecanismo civilizado."
"Acaso las hijas jovenes no son una mercancia ofrecida en yenta al mejor postor que quiera adquirir la propiedad exclusiva sobre ella? .. . De meme qu'en grammaire deux negations valent une affirmation, 'on peut dire qu'en negoce conjugal deux prostitutions valent une vertu."[2]
"El cambio de una epoca historica puede determinarse siempre por la actitud de progreso de la mujer ante la libertad, ya que es aqui, en la relation entre la mujer y el hombre, entre el debil y el fuerte, donde con mayor evidencia se acusa la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad. El grado de la emancipación femenina constituye la pauta natural de la emancipación general."
"La humillación del sexo femenino es una caracteristica esencial tanto de la civilización como de la barbarie, pero con la diferencia de que el orden civilizado eleva a un modo de pensar complejo, de doble sentido, equivoco e hipócrita todos los vicios que la barbarie comete de un modo simple. . . Nadie paga más caro que el mismo hombre la pena de mantener a la mujer en la esclavitud (Fourier.)
Resulta superfluo apuntar, frente a las ideas de Rudolph, a la magistral semblanza que Fourier hace del matrimonio, o a las obras de la fracción materialista del comunismo francés.
Los tristes despojos de la literature socialista que el novelista recoge revelan a la Crítica “misterios” todavía por él ignorados.
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[1] Rudolph, príncipe de Geroldstein, personaje de la novela Les mystères de Paris (1840), de Eugène Sue.
[2] "Así como en gramática dos negaciones equivalen a una afirmación, se puede decir que en el negocio conyugal dos prostituciones equivalen a una virtud."