La Revoluci�n de 1905 vino a ser no s�lo "ensayo general"
de la de 1917, sino tambi�n el laboratorio en que se planearon todas
las agrupaciones fundamentales de vida pol�tica rusa y se proyectaron
todas las tendencias y matices dentro del marxismo ruso. En la medula de
las discusiones y divergencias estaba, no hay que decirlo, la cuesti�n
relativa a la �ndole hist�rica de la Revoluci�n rusa
y su futuro desenvolvimiento. Aquel conflicto de conceptos y pron�sticos
no tiene influencia directa sobre la biograf�a de Stalin, que no
particip� virtualmente en el mismo. Los pocos art�culos de
propaganda que escribi� sobre este tema carecen en absoluto de inter�s
te�rico. Docenas de bolcheviques que manejaban la pluma popularizaron
las ideas y lo hicieron much�simo mejor. Toda exposici�n
de conceptos revolucionarios del bolchevismo, tiene por naturaleza sitio
adecuado en una biograf�a de Lenin. Pero las teor�as tienen
su propio destino. Aunque durante el per�odo de la primera revoluci�n,
y tambi�n m�s tarde, hasta 1923, cuando las doctrinas revolucionarias
estaban en pleno desarrollo y aplicaci�n, Stalin no ten�a
posici�n independiente alguna, en 1924 se produjo un s�bito
cambio que dio principio a una �poca de reacci�n burocr�tica
y de revisi�n de antiguos valores. Las viejas doctrinas fueron sometidas
a nueva tasaci�n o interpretaci�n. As�, de un modo
algo inesperado a primera vista, la atenci�n se concentr�
en el concepto de "revoluci�n permanente" como primera fuente de
todas las falacias del "trotskismo". Durante muchos a�os a partir
de entonces, la cr�tica de tal concepto construy� el contenido
principal de todos los escritos te�ricos -sit venio verbo- de Stalin
y sus colaboradores. Como quiera que en el plano te�rico no hay
part�cula de "stalinismo" que no haya surgido de la cr�tica
de la revoluci�n permanente tal como se formul� en 1905,
es justo dedicar precisamente en este libro, siquiera sea como ap�ndice,
un lugar a la exposici�n de dicha teor�a, distinta de las
teor�as de los mencheviques y de los bolcheviques.
El desarrollo de Rusia es notable, en primer lugar, por su retraso.
Pero el retraso hist�rico no significa seguir simplemente las huellas
de los pa�ses avanzados a una distancia de cien o doscientos a�os.
M�s bien da lugar a una formaci�n social "combinada" de muy
distinto modo, Y en la que los adelantos m�s recientes de la t�cnica
capitalista y de su estructura est�n integrados en las relaciones
sociales de la barbarie feudal y prefeudal, transform�ndolas y domin�ndolas,
y moldeando una singular reacci�n de clases. Igual sucede con las
ideas. Precisamente por su retraso hist�rico, Rusia result�
ser el �nico pa�s europeo en que el marxismo como doctrina
y la Socialdemocracia como partido, disfrutaron de un poderoso desarrollo
aun antes de la revoluci�n burguesa; y es natural, porque el problema
de la relaci�n entre la lucha por la democracia y la lucha por el
socialismo se someti� en Rusia al m�s profundo examen te�rico.
Los dem�cratas idealistas (en su mayor�a, los populistas)
se negaron supersticiosamente a reconocer la revoluci�n en marcha
como revoluci�n burguesa. La llamaban "democr�tica", intentando
disimular bajo este r�tulo pol�tico neutro (no s�lo
ante los dem�s, sino tambi�n ante ellos mismos) su contenido
social. Pero Plejanov, el fundador del marxismo ruso, en su lucha contra
el populismo, mostr� ya en la d�cada del 80 del pasado siglo
que Rusia no ten�a por qu� pararse a elegir determinada ruta
de progreso; que, como las naciones "profanas", tendr�a que pasar
por el purgatorio del capitalismo, y que, a lo largo de esta misma ruta
conquistar�a la libertad pol�tica, que era indispensable
al proletariado en su continua lucha por el socialismo. Plejanov no s�lo
segreg� la revoluci�n burguesa, como tarea inmediata, de
la revoluci�n socialista, que a su vez releg� a un impreciso
futuro, sino que previ� diversas combinaciones de fuerzas para una
y otra. El proletariado conseguir�a libertad pol�tica conjuntamente
con la burgues�a liberal; seguidamente, al cabo de muchas d�cadas,
alcanzado ya un nivel mucho m�s alto de desarrollo capitalista,
el proletariado emprender�a la revoluci�n socialista en abierto
conflicto con la burgues�a.
"El intelectual ruso... -escrib�a Lenin hacia fines de 1904-
se figura siempre que reconocer nuestra revoluci�n como burguesa
significa quitarle color, humillarla, vulgarizarla... La lucha por la libertad
pol�tica y la rep�blica democr�tica en la sociedad
burguesa, es para el proletariado simplemente una de las etapas necesarias
en la lucha por la revoluci�n social." "Los marxistas est�n
firmemente convencidos -escrib�a en 1905- del car�cter burgu�s
de la Revoluci�n rusa. �Qu� quiere decir esto? Quiere
decir que esas transformaciones democr�ticas... que se hicieron
indispensables para Rusia, no s�lo no significan en s� mismas
la socava del capitalismo, de la dominaci�n de la burgues�a,
sino que, por el contrario, ser�n las primeras que desbrocen efectivamente
el terreno para un amplio y r�pido desarrollo, m�s europeo
que asi�tico, del capitalismo; ser�n las primeras que hagan
posible el dominio de la burgues�a como clase..." "No podemos saltar
del marco democraticoburgu�s de la Revoluci�n rusa -insist�a-,
pero s� podemos ensanchar considerablemente este marco", esto es,
crear dentro de la sociedad burguesa condiciones m�s favorables
para la pugna ulterior del proletariado. Hasta aqu�, Lenin segu�a
los pasos a Plejanov. El car�cter burgu�s de la revoluci�n
era la confluencia de los atajos de ambas facciones de la socialdemocracia
rusa.
En tales circunstancias, es natural que en sus propagandas no se haya
arriesgado Koba a ir m�s all� de aquellas f�rmulas
populares que constitu�an la herencia com�n de bolcheviques
y mencheviques. "La Asamblea Constituyente, elegida a base del sufragio
universal, igual directo y secreto -escrib�a en enero de 1905- es
nuestro objetivo del momento. S�lo esa Asamblea nos dar�
una rep�blica democr�tica, tan necesaria para nosotros en
nuestra lucha por el socialismo." La rep�blica burguesa como palenque
de una prolongada contienda de clases por el objetivo socialista, tal era
la perspectiva. En 1907, esto es, despu�s de infinitas discusiones
en la Prensa extranjera y en la de San Petersburgo, y tras haber contrastado
los pron�sticos te�ricos con la experiencia de la primera
revoluci�n, escrib�a Stalin: "Que nuestra revoluci�n
es burguesa, que ha de terminar con la abolici�n de la servidumbre
y no del orden capitalista, que s�lo puede ser coronada por una
rep�blica democr�tica, en eso coinciden, al parecer, todos
en nuestro Partido." Stalin no se refer�a a c�mo empezar�a
la revoluci�n, sino a c�mo terminar�a, limit�ndola
de antemano, y en forma bastante categ�rica, "a una mera rep�blica
democr�tica". En vano buscar�amos en sus escritos de entonces
la menor insinuaci�n respecto a la perspectiva de la revoluci�n
socialista vinculada a la insurrecci�n democr�tica. De este
modo hab�a de perdurar su posici�n hasta los mismos proleg�menos
de la revoluci�n de febrero de 1917, hasta la llegada de Lenin a
Petrogrado.
Para Plejanov, Axelrod y los l�deres del menchevismo en general,
caracterizar de burguesa la revoluci�n ten�a, ante todo,
el valor pol�tico de evitar que se agraviase prematuramente a la
burgues�a con el rojo del socialismo, "espant�ndola" as�
al campo de la reacci�n. "Las relaciones sociales en Rusia s�lo
han madurado para una revoluci�n burguesa -dec�a Axelrod,
el t�ctico m�s notable del menchevismo, en el Congreso de
Unificaci�n-. Mientras persista este general desafuero pol�tico,
no debemos mencionar siquiera la lucha directa del proletariado contra
otras clases por el poder pol�tico... Combate ahora por las condiciones
del desarrollo burgu�s. Condiciones hist�ricas objetivas
obligan a nuestro proletariado a una inevitable colaboraci�n con
la burgues�a en la batalla contra nuestro com�n enemigo."
El contenido de la Revoluci�n rusa se confiaba as� de antemano
a cambios que fuesen compatibles con los intereses y opiniones de la burgues�a
liberal.
Este fue el punto de arranque de la divergencia fundamental entre los
dos bandos. El bolchevismo se neg� rotundamente a reconocer que
la burgues�a rusa fuese capaz de consumar su propia revoluci�n.
Con fuerza y consistencia infinitamente mayor que Plejanov, Lenin present�
la cuesti�n agraria como problema central de la revoluci�n
democr�tica en Rusia: "El punto crucial de la Revoluci�n
rusa es la cuesti�n agraria (de la tierra). Tenemos que acostumbrarnos
a considerar la derrota o el triunfo de la revoluci�n... sobre la
base de contar con la disposici�n de las masas en su lucha por la
tierra." En coincidencia con Plejanov, Lenin ten�a al campesinado
por una clase peque�oburguesa, y el programa de la tierra para el
campesino como el programa del progresismo burgu�s. "La nacionalizaci�n
es una medida burguesa -insist�a en el Congreso de Unificaci�n-.
Dar� �mpetu al desenvolvimiento del capitalismo al intensificar
la lucha de clases, al reforzar la movilizaci�n de la tierra y la
inversi�n de capitales en la agricultura, al reducir los precios
del grano." A despecho del reconocido car�cter burgu�s de
la revoluci�n agraria, la burgues�a rusa era, sin embargo,
hostil a la expropiaci�n de la tierra de los hacendados burgueses,
y, precisamente por eso, se esforzaba en buscar un pacto con la monarqu�a
a base de una constituci�n a estilo prusiano. A la idea plejanovista
de uni�n entre el proletariado y la burgues�a liberal, Lenin
opon�a la idea de uni�n entre el proletariado y los campesinos.
Proclamaba que la tarea de la colaboraci�n revolucionaria de estas
dos clases era el establecimiento de una "dictadura democr�tica"
como �nico medio de limpiar radicalmente a Rusia de sus residuos
feudales, crear una clase libre de agricultores y abrir la ruta al desarrollo
del capitalismo, m�s bien seg�n el patr�n americano
que el de Prusia.
"La victoria de la revoluci�n -escrib�a- puede lograrse
solamente por la dictadura, pues realizar las transformaciones inmediatas
e incondicionalmente necesarias para el proletariado y los campesinos ha
de provocar la desesperada resistencia de los terratenientes, de la gran
burgues�a y del zarismo. Sin dictadura ser�a imposible romper
esa resistencia, ser�a imposible derrotar las tentativas contrarrevolucionarias.
Esa dictadura habr�a de ser, naturalmente, no socialista, sino democr�tica.
No estar�a en condiciones (sin toda una serie de etapas intermedias
de desarrollo revolucionario) de echar abajo los cimientos del capitalismo.
A lo sumo, podr�a instaurar una redistribuci�n radical de
la propiedad de la tierra en beneficio del campesinado, efectuar una consistente
y completa democratizaci�n, por supuesto, con una rep�blica;
desarraigar todas las caracter�sticas asi�ticas de opresi�n
en la vida de la f�brica y de la aldea; sentar las primicias de
importantes mejoras en la situaci�n de- los trabajadores; elevar
su nivel de vida, y, finalmente, aunque no por �ltimo sea lo menos
importante, propagar la conflagraci�n revolucionaria a Europa."
La concepci�n de Lenin representa un enorme paso adelante, partiendo,
como lo hac�a, de la revoluci�n agraria m�s bien que
de reformas constitucionales corno tarea central de la revoluci�n,
e indicando la �nica combinaci�n realista de fuerzas sociales
que podr�a llevar a efecto. El punto d�bil del criterio de
Lenin era su noci�n intr�nsecamente contradictoria de "la
dictadura democr�tica del proletariado y los campesinos". El mismo
Lenin recalcaba las limitaciones b�sicas de aquella "dictadura"
al llamarla abiertamente burguesa. Quer�a as� dar a entender
que, para mantener la unidad en el campesinado, los proletarios se ver�an
obligados a prescindir de plantear inmediatamente la tarea socialista durante
la pr�xima revoluci�n. Pero aquello hubiera significado renunciar
el proletariado a su propia dictadura. Por consiguiente, la dictadura era,
en esencia, del campesinado, aunque en ella participaran los obreros. En
ciertas ocasiones, as� precisamente hablaba Lenin: por ejemplo,
en el Congreso de Estocolmo, al replicar a Plejanov, que se hab�a
rebelado contra la "utop�a" de tomar el poder: "�De qu�
programa estamos hablando? De un programa agrario. �Qui�n
se supone que tomar� el poder con ese programa? Los campesinos revolucionarios.
�Es que confunde Lenin el Gobierno del proletariado con el de los
campesinos?" No, dice, refiri�ndose a s� mismo: Lenin diferenciaba
marcadamente entre el Gobierno socialista del proletariado y el Gobierno
democraticoburgu�s de los campesinos. "�Y c�mo es
posible una triunfante revoluci�n campesina -exclamaba tambi�n-
sin que el campesinado revolucionario se incaute del poder?" En aquella
formulaci�n pol�mica expon�a Lenin bien claramente
la vulnerabilidad de su posici�n.
El campesinado estaba disperso por la superficie de un pa�s
inmenso, con ciudades como puntos de contacto. Por s� solo, el campesinado
no era capaz siquiera de exponer sus propios intereses, porque en cada
regi�n los conceb�an de distinto modo. El contacto econ�mico
entre las provincias se hallaba establecido por el mercado y los ferrocarriles;
pero tanto el mercado como los ferrocarriles estaban en manos de la ciudad.
Al tratar de trasponer los l�mites de los pueblos y mancomunar sus
intereses, el campesinado ten�a que sucumbir por necesidad a la
dependencia pol�tica de la ciudad. Tampoco era homog�neo
el campesinado en sus relaciones sociales, su capa de kulaks trataba, naturalmente,
de incitarle a unirse con la burgues�a de las ciudades, mientras
que las capas inferiores de los pueblos tiraban en direcci�n a los
obreros de la industria ciudadana. En tales circunstancias, el campesinado
como unidad era manifiestamente incapaz de asumir las riendas del Gobierno.
Cierto es que en la antigua China las revoluciones elevaban al poder
al campesinado, o, m�s bien, a los jefes militares de las insurrecciones
campesinas. Aquello daba lugar cada vez a una nueva distribuci�n
de la tierra y al establecimiento de una dinast�a "campesina", despu�s
de la cual la historia reanudaba su marcha: nueva concentraci�n
de tierras, nueva aristocracia, nuevo agio, nuevos levantamientos. Mientras
la revoluci�n conservaba su car�cter puramente campesino,
la sociedad no emerg�a de estas desesperadas rotaciones. Tal era
la base de la historia antigua de Asia, incluyendo Rusia. En Europa, comenzando
con la aparici�n de la Edad Media, cada insurrecci�n campesina
triunfante no elevaba al poder a un Gobierno campesino, sino a un partido
burgu�s de izquierda. M�s concretamente, un alzamiento campesino
s�lo triunfaba en tanto se consegu�a establecer la posici�n
del sector revolucionario de la poblaci�n de las ciudades. La toma
del poder por un campesinado revolucionario era algo inconcebible en la
Rusia burguesa del siglo XX.
As�, la actitud hacia la burgues�a liberal se convirti�
en la piedra de toque en la divergencia entre los revolucionarios y los
oportunistas de la Socialdemocracia. Hasta d�nde pod�a aventurarse
la Revoluci�n rusa, qu� car�cter asumir�a el
futuro Gobierno revolucionario provisional, qu� tareas se le presentar�an
y en qu� orden habr�a de resolverlas..., todos estos problemas
s�lo pod�an plantearse en toda su importancia refiri�ndolos
al car�cter b�sico de la pol�tica del proletariado,
y este car�cter ven�a determinado en primer lugar por su
relaci�n con la burgues�a liberal. Plejanov cerr�
ostensible y obstinadamente los ojos a la fundamental lecci�n objetiva
de la historia pol�tica del siglo XX; dondequiera que el proletariado
aparec�a como fuerza independiente, la burgues�a se desviaba
hacia el campo de la contrarrevoluci�n. Cuanto m�s atrevido
era el empuje de las masas m�s r�pida se hac�a la
transformaci�n reaccionaria del liberalismo. Nadie hab�a
inventado a�n el medio de paralizar los efectos de la ley en la
lucha de clases.
"Debemos estimar el apoyo de los partidos no proletarios -acostumbraba
a repetir Plejanov durante los a�os de la primera Revoluci�n-,
y no apartarlos de nosotros por un trato inadecuado." Con tal mon�tonas
m�ximas, el fil�sofo del marxismo demostraba ser incapaz
de comprender la din�mica viva de la sociedad. "La falta de tacto"
podr�a alejar a alg�n que otro intelectual supersensible.
Pero las clases y los partidos son atra�dos o repelidos por sus
intereses sociales. "Puede decirse con seguridad -replicaba Lenin a Plejanov-
que los liberales entre los hacendados os perdonar�n millones de
"faltas de tacto", pero nunca olvidar�n cualquier incitaci�n
a arrebatarles sus tierras." Y no s�lo los terratenientes; tambi�n
la capa superior de la burgues�a, ligada a los hacendados del campo
por identidad de intereses de propiedad y todav�a m�s �ntimamente
por el sistema bancario, del mismo modo que la capa superior de la peque�a
burgues�a y de los intelectuales, material y moralmente subordinados
a los proletarios grandes y medianos, tem�an el movimiento independiente
de las masas. Pero si se quer�a derribar al zarismo era necesario
levantar docenas y m�s docenas de millones de oprimidos para una
arremetida revolucionaria heroica, abnegada, inflexible, suprema. Las masas
pod�an ser inducidas a este asalto s�lo bajo la bandera de
sus propios intereses; esto es, con el �nimo de implacable hostilidad
hacia las clases explotadoras y, en primer lugar, hacia los terratenientes.
El "sobresalto" de la burgues�a de oposici�n que le induc�a
a apartarse de los campesinos y obreros revolucionarios era, pues, la ley
inmanente de la revoluci�n misma, y no pod�a prevenirse por
"tacto" ni diplomacia.
Cada nuevo mes confirmaba el concepto de Lenin sobre el liberalismo.
A pesar de las m�s halag�e�as esperanzas de los mencheviques,
los cadetes no s�lo se absten�an de hacer adem�n alguno
de dirigir la revoluci�n "burguesa", sino que, por el contrario,
estaban cada vez m�s persuadidos de su misi�n hist�rica
de combatirla. Despu�s de la aplastante derrota de la insurrecci�n
de diciembre, los liberales, que gracias a la ef�mera Duma hicieron
su salida a las candilejas de la pol�tica, se esforzaron cuanto
pudieron por explicar a la monarqu�a su insuficiente actividad contrarrevolucionaria
en el oto�o de 1905, cuando los m�s sagrados puntales de
la "cultura" estaban en peligro. El jefe de los liberales, Milukov, que
llev� unas negociaciones sub rosa en el Palacio de Invierno, sosten�a
muy lac�nicamente en la Prensa que a fines de 1905 los cadetes a�n
no pod�an siquiera presentarse ante las masas. "Aquellos que ahora
censuran al partido "cadete" -escrib�a- por no protestar entonces,
convocando m�tines, contra las ilusiones revolucionarias del trotskismo...,
lo hacen simplemente porque no entienden o no recuerdan las tendencias
que entonces prevalec�an entre el p�blico democr�tico
que acud�a a tales m�tines." Por "ilusiones del trotskismo"
significaba el jefe liberal la pol�tica independiente del proletariado,
que atra�a hacia los Soviets las simpat�as de las clases
modestas de las ciudades, de los soldados, los campesinos y todos los oprimidos,
apart�ndolos as� de la sociedad "cultivada". La evoluci�n
de los mencheviques se efectu� de modo semejante. De vez en cuando
se sent�an obligados a exculparse ante los liberales por haberse
visto en un mismo bloque con Trotsky, despu�s de octubre de 1905.
Las explicaciones de aquel culto publicista de los mencheviques, Martov,
se reduc�an a admitir que era necesario hacer concesiones a las
"ilusiones revolucionarias" de las masas.
En Tiflis, las agrupaciones pol�ticas se hicieron sobre la misma
base de principios que en San Petersburgo. "El aplastamiento de la reacci�n
-escrib�a el jefe de los mencheviques cauc�sicos, Jordania-,
la consecuci�n y logro de la Constituci�n, ha de venir de
la consciente unificaci�n y direcci�n bajo un mismo programa
de todas las fuerzas del proletariado y de la burgues�a... Ciertamente,
el campesino ser� arrastrado a este movimiento y le dar�
el car�cter de una fuerza natural; sin embargo, esas dos clases
ser�n las que lleven la parte decisiva, mientras el movimiento campesino
les servir� de refuerzo." Lenin se divert�a con los recelos
de Jordania de que una pol�tica irreconciliable hacia la burgues�a
pudiera condenar a los trabajadores al desamparo. Jordania "analiza la
cuesti�n de un posible alistamiento del proletariado en la insurrecci�n
democr�tica y, �se olvida... del campesinado! De los posibles
aliados de las masas proletarias, admite y se recrea con los hacendados
de los distritos rurales, pero no piensa para nada en los campesinos. �Y
esto en el C�ucaso!" La r�plica de Lenin, esencialmente justa,
simplificaba con exceso el problema en un punto. Jordania "no olvidaba"
a los campesinos, y, como lo prueba la misma alusi�n de Lenin, no
hubiera sido posible olvidarlos en el C�ucaso, donde por entonces
se alzaban tumultuosamente bajo la bandera de los mencheviques. Pero Jordania
ve�a en ellos, no tanto un aliado pol�tico como un ariete
que la burgues�a unida al proletariado pod�an y deb�an
utilizar. No era de parecer que el campesino pudiera convertirse en una
fuerza destructora o al menos independiente de la revoluci�n, y
en eso no andaba equivocado; pero tampoco cre�a que el proletariado
pudiera conseguir el triunfo de la insurrecci�n campesina reserv�ndose
el papel de dirigente, y ah� estaba su fatal error. La idea menchevique
de uni�n entre los burgueses y proletarios significaba realmente
sumisi�n de los trabajadores y de los campesinos a los liberales.
El utopismo reaccionario de aquel programa proven�a del hecho de
que la extrema desmembraci�n de las clases paraliz� a la
burgues�a desde un principio en concepto de factor revolucionario.
En aquella fundamental cuesti�n del bolchevismo estaba en lo cierto:
el af�n de unirse con la burgues�a liberal empujaba necesariamente
a la Socialdemocracia en direcci�n al campo opuesto al movimiento
revolucionario de los obreros y los campesinos. En 1905, los mencheviques
no tuvieron sencillamente el valor de deducir todas las conclusiones necesarias
de su teor�a de la "revoluci�n burguesa". En 1917, por llevar
sus ideas al extremo l�mite, se estrellaron.
En cuanto a la actitud hacia los liberales, Stalin estuvo de acuerdo
con Lenin durante los a�os de la primera Revoluci�n. Debe
decirse que en aquel per�odo, cuando se trataba de la burgues�a
de oposici�n, incluso una mayor�a de los mencheviques de
la base estaban m�s cerca de Lenin que de Plejanov. Una desde�osa
actitud hacia los liberales era la tradici�n literaria del radicalismo
intelectual. Pero ser�a perfectamente in�til buscar una aportaci�n
independiente de Koba sobre esta materia, tanto analizando las relaciones
sociales en el C�ucaso como enunciando nuevos argumentos o formulando
siquiera de un modo nuevo los antiguos. Jordania, jefe de los mencheviques
del C�ucaso, era much�simo m�s independiente de Plejanov
que Stalin de Lenin. "En vano intentan los se�ores liberales -escrib�a
Koba despu�s del domingo sangriento- salvar el vacilante trono del
zar. �En vano adelantan los brazos en su socorro...! Las masas agitadas
del pueblo se aperciben para la revoluci�n, no para concertarse
con el zar... S�, caballeros, de nada valen vuestros esfuerzos.
La Revoluci�n rusa es inevitable, tan inevitable como la salida
del sol. �Pod�is detener al sol en su orto? �He aqu�
el problema!", y as� sucesivamente. Koba no pod�a remontarse
m�s. Dos a�os y medio despu�s, repitiendo casi literalmente
palabras de Lenin, escrib�a: "La burgues�a liberal rusa es
antirrevolucionaria; no puede ser impulsara, y mucho menos conductora de
la revoluci�n; es el enemigo jurado de la revoluci�n; y contra
ellos hemos de librar una lucha persistente." Sobre este fundamental principio
gira la completa metamorfosis experimentada por Stalin durante los diez
a�os que siguieron, de suerte que salud� la Revoluci�n
de 1917 como defensor del bloque con la burgues�a liberal, y, en
consecuencia con ello, como heraldo de la fusi�n con los mencheviques
en un solo partido. S�lo la oportuna llegada de Lenin desde el extranjero
dio brusco fin a la pol�tica independiente de Stalin, que calific�
de remedo de marxismo.
Los populistas consideraban a todos los obreros y campesinos como "trabajadores"
y "explotados" sencillamente, unos y otros interesados en igual proporci�n
por el socialismo, mientras que para los marxistas un campesino era un
peque�o burgu�s, capaz de convertirse en socialista s�lo
en la medida en que cesara de ser material o espiritualmente campesino.
Con un sentimentalismo caracter�stico en ellos, los populistas ve�an
en esa caracterizaci�n un terrible insulto al campesino. Sobre esta
pauta se libr� durante dos generaciones la batalla principal entre
las tendencias revolucionarias dentro de Rusia. Para comprender el ulterior
conflicto entre estalinismo y trotskismo, es necesario subrayar que, de
conformidad con toda la tradici�n marxista, Lenin nunca mir�
al campesino como un aliado socialista del proletariado; por el contrario,
la enorme preponderancia del campesinado era lo que hab�a conducido
a Lenin a la conclusi�n de que en Rusia era imposible una revoluci�n
socialista. Esta idea se reitera una y otra vez en todos sus art�culos
que directa o indirectamente tocan la cuesti�n agraria.
"Apoyamos el movimiento campesino -escrib�a Lenin en septiembre
de 1905- en tanto es revolucionario y democr�tico. Estamos preparados
(en seguida, inmediatamente) a luchar contra �l tan pronto se manifieste
como un movimiento antiproletario reaccionario. Toda la esencia del marxismo
se contiene en esta doble tarea..." Lenin ve�a al proletariado occidental
y hasta cierto punto a los semiproletarios de la aldea rusa como aliados
socialistas, pero nunca a todo el campesinado en bloque. "En principio
apoyamos al campesino en "general" -repet�a con la persistencia
t�pica suya-, hasta el fin y por todos los medios, contra el propietario
de la tierra, pero tambi�n (y no m�s tarde, sino al mismo
tiempo) apoyamos al proletariado contra el campesino en general."
"El campesinado vencer� en una revoluci�n democr�tica
burguesa -escrib�a en marzo de 1906-, agotando as� su revolucionarismo
como tal campesinado. El proletariado vencer� en una revoluci�n
democr�tica burguesa; y entonces ser� cuando comience a desplegar
su verdadero revolucionarismo socialista." "El movimiento del campesinado
-repet�a en mayo del mismo a�o-, es el movimiento de otra
clase; es, una lucha, no contra los fundamentos del capitalismo, sino por
acabar con todos los residuos de la servidumbre." Este criterio puede seguirse
en Lenin de art�culo en art�culo, de a�o en a�o,
de volumen en volumen. Las expresiones y los ejemplos cambian, pero el
pensamiento b�sico permanece inalterable. Tampoco pod�a haber
sido de otro modo. Si Lenin hubiese visto un aliado socialista en el trabajador
del campo, no habr�a tenido el m�s m�nimo motivo para
insistir sobre el car�cter burgu�s de la revoluci�n,
limit�ndola a "la dictadura del proletariado y del campesinado",
a tareas puramente democr�ticas. En las ocasiones en que Lenin me
acus� de "menospreciar" al campesino, no hab�a pensado en
que yo reconociese unas tendencias socialistas del campesino, sino en que
no comprendiese lo suficientemente, desde el punto de vista de Lenin, la
independencia democr�tico burguesa del campesinado, su capacidad
d� crear su propio poder e impedir as� el establecimiento
de la dictadura socialista del proletariado.
La revaloraci�n de este problema s�lo comenz�
durante los a�os del Termidor reaccionario, cuyo comienzo coincidi�,
en general, con la enfermedad y muerte de Lenin. Desde entonces, respecto
a la uni�n de trabajadores y campesinos rusos se declar�
que hab�a en ella suficiente garant�a contra los peligros
de restauraci�n y una firme prenda de que el socialismo se lograr�a
dentro de las fronteras de la Uni�n Sovi�tica. Habiendo impuesto
la teor�a del socialismo en un solo pa�s sobre la revoluci�n
permanente, Stalin comenz� a calificar de "trotskismo" la estimaci�n
marxista del campesinado, y no s�lo con referencia al presente,
sino tambi�n al pasado, con car�cter retroactivo.
Naturalmente, es posible decidir si el criterio cl�sico marxista
del campesinado ha resultado o no err�neo. Este tema nos llevar�a
mucho m�s all� de los l�mites de este ap�ndice.
Baste decir ahora que el marxismo nunca atribuy� un car�cter
absoluto e inmutable a su estimaci�n del campesinado como base no
socialista. Marx dijo hace mucho tiempo que el campesinado se altera si
cambian las circunstancias. El r�gimen de la dictadura del proletariado
descubri� muchas posibilidades de influir sobre el campesino y reeducarle.
La historia no ha sondeado a�n hasta el fondo los l�mites
de estas posibilidades. Pero ya est� probado que el papel creciente
de la coacci�n estatal en la U.R.R.S., lejos de refutarla, ha confirmado
en su base la opini�n sobre el campesinado que distingu�a
a los marxistas rusos de los populistas. Sin embargo, sea cual fuere la
situaci�n actual sobre este extremo, al cabo de veinte a�os
de nuevo r�gimen, subsiste el hecho de que antes de la Revoluci�n
de octubre, o m�s bien antes del a�o 1924, nadie en el campo
marxista, y menos que nadie Lenin, ha tenido al campesinado por un factor
de desarrollo socialista. Sin la ayuda de una revoluci�n proletaria
en Occidente, insist�a una y otra vez, la restauraci�n es
inevitable en Rusia. No se equivocaba: la burocracia stalinista no es m�s
que la primera etapa de la restauraci�n burguesa.
Tales eran las posiciones divergentes de las dos facciones principales
de la Socialdemocracia rusa. Pero junto a ellas, ya en los albores de la
primera Revoluci�n, se formul� otra posici�n, que
en aquellos d�as no encontr� eco, pero que hemos de exponer,
no s�lo por haber sido confirmada por los sucesos de 1907, sino
particularmente porque siete a�os despu�s de la Revoluci�n,
despu�s de haber sido derrumbada, comenz� a desempe�ar
un papel completamente imprevisto en la pol�tica de Stalin y de
toda la burocracia sovi�tica.
A comienzos de 1905 publiqu� en Ginebra un folleto que analizaba
la situaci�n pol�tica reinante hacia el invierno de 1904.
Llegaba en �l a la conclusi�n de que la campa�a independiente
de peticiones y banquetes liberales hab�a agotado sus posibilidades;
que los intelectuales burgueses, que hab�an trasladado sus esperanzas
a los liberales, se hab�an encontrado en un callej�n sin
salida en uni�n de estos �ltimos; que el movimiento campesino
iba creando condiciones favorables a la victoria, pero incapaces de asegurarla;
que las cartas no se pondr�an boca arriba sino mediante una insurrecci�n
armada del proletariado; que la pr�xima etapa en tal direcci�n
habr�a de ser la huelga general. Aquel folleto, titulado Hasta el
nueve de enero, hab�a sido escrito con anterioridad al domingo sangriento
de San Petersburgo. La potente oleada de huelgas que se inici� aquel
d�a, con los primeros choques armados que le sirvieron de complemento,
fueron una confirmaci�n inequ�voca del pron�stico
estrat�gico consignado en el folleto.
El pr�logo de mi obra era de Parvus, emigrado ruso que ya por
entonces hab�a llegado a ser un prominente escritor alem�n.
La personalidad de Parvus era en extremo creadora, capaz de infectarse
de las ideas de otros y de enriquecer a otros con las suyas propias. Carec�a
del equilibrio interno y de la aplicaci�n necesarios para aportar
nada digno de su talento como pensador y escritor al movimiento obrero.
No hay duda que ejerci� considerable influencia en mi desarrollo
personal, especialmente con respecto a la comprensi�n social revolucionaria
de la �poca. Pocos a�os antes de conocernos, Parvus defend�a
con apasionamiento la idea de una huelga general en Alemania; pero el pa�s
estaba entonces disfrutando una era prolongada de prosperidad industrial,
la Socialdemocracia se estaba adaptando al r�gimen de los Hohenzollern
y la propaganda revolucionaria extranjera s�lo hallaba una indiferencia
ir�nica. Habiendo le�do mi folleto manuscrito, al mismo d�a
siguiente de los sangrientos sucesos de San Petersburgo, Parvus se sent�a
agobiado al pensar en el papel excepcional que el proletariado de la atrasada
Rusia estaba llamado a desempe�ar.
Varios d�as que pasamos juntos en Munich se dedicaron a conversaciones
que nos aclararon muchos puntos y personalmente nos acercaron considerablemente.
El pr�logo que puso entonces Parvus a mi folleto qued� incluido
para siempre en la historia de la Revoluci�n rusa. En pocas p�ginas
arrojaba luz sobre aquellas particularidades sociales de la Rusia rezagada
que, si bien ya muy conocidas, a nadie antes que a �l hab�an
sugerido todas las deducciones necesarias.
"El radicalismo pol�tico en todo el Occidente europeo -escrib�a
Parvus-, como todo el mundo sabe, depend�a ante todo de la peque�a
burgues�a. �sta se compon�a de artesanos y generalmente
de toda aquella parte de la burgues�a que result� afectada
por el desarrollo industrial y sustituida al mismo tiempo por la clase
capitalista... En la Rusia del per�odo precapitalista, las ciudades
se desarrollaban seg�n el modelo chino de car�cter oficial
y burocr�tico, sin importancia alguna pol�tica, mientras
que en sentido econ�mico serv�an de bazares de comercio para
el vecindario hacendado y campesino. Progresaban con bastante lentitud
cuando contribuy� a su desarrollo el proceso capitalista, que comenz�
a establecer grandes ciudades a su imagen, esto es, ciudades fabriles y
centros de comercio mundial... Lo que hab�a estorbado al desenvolvimiento
de la democracia peque�oburguesa vino a redundar en beneficio de
la conciencia de clase del proletariado en Rusia: el desmedrado avance
de la forma artesana de producci�n. El proletariado se concentr�
de repente en las f�bricas...
"Masas cada vez mayores de campesinos eran atra�das al movimiento.
Pero todo lo que pueden hacer es aumentar la anarqu�a pol�tica
ya excesiva en el pa�s, debilitando as� al Gobierno; no pueden
convertirse en ej�rcito revolucionario compacto. As�, pues,
a medida que la revoluci�n se desarrolla, recaer� sobre el
proletariado una porci�n a�n mayor de labor pol�tica.
Al mismo tiempo, su experiencia pol�tica aumentar�, y su
energ�a pol�tica se har� r�pidamente mayor...
"La Socialdemocracia ha de verse ante este dilema: asumir la responsabilidad
del Gobierno como suyo, sea cual fuere la actitud de la Socialdemocracia...
En Rusia �nicamente los trabajadores pueden realizar una insurrecci�n
revolucionaria. En Rusia, el Gobierno provisional revolucionario ser�
un Gobierno de la democracia obrera. Ese Gobierno ser� socialdem�crata
si la Socialdemocracia se coloca a la cabeza del movimiento revolucionario
del proletariado ruso...
"El Gobierno provisional socialdem�crata no puede llevar a cabo
una insurrecci�n socialista en Rusia, pero el proceso concreto de
liquidar la autocracia y establecer una rep�blica democr�tica
le dar� fecunda base para tina actividad pol�tica."
En el apogeo de los acontecimientos revolucionarios, por el oto�o
de 1905, encontr� a Parvus otra vez, en San Petersburgo. Aunque
en cuanto a organizaci�n se manten�a independiente de ambas
facciones, edit�bamos conjuntamente Russkoye Slovo (La Palabra Rusa),
peri�dico destinado a las masas de la clase obrera, y en coalici�n
con los mencheviques, el importante peri�dico Nachalo (El Comienzo).
La teor�a de la revoluci�n permanente sol�a asociarse
a los nombres de "Parvu y Trotsky". Esto s�lo en parte era justo.
Parvus alcanz� la madurez revolucionaria a fines del pasado siglo,
cuando iba a la cabeza de las fuerzas que propugnaban el llamado "revisionismo",
esto es, las distorsiones oportunistas de la teor�a de Marx. Pero
su optimismo se vio socavado por el fracaso de todos sus esfuerzos por
empujar la Socialdemocracia alemana en direcci�n a una pol�tica
m�s revuelta. Parvus se fue haciendo cada vez m�s reservado
en cuanto a las perspectivas de una revoluci�n socialista en Occidente.
Al mismo tiempo sent�a que "el Gobierno provisional socialdem�crata
no puede llevar a cabo una insurrecci�n socialista en Rusia". Por
consiguiente, su pron�stico se�alaba, en vez de la transformaci�n
de revoluci�n democr�tica en socialista, simplemente el establecimiento
en Rusia de un r�gimen de democracia obrera, poco m�s o menos
como en Australia, donde el primer Gobierno laborista, sobre cimientos
agrarios, de granjeros, no se aventuraba m�s all� de los
l�mites del r�gimen burgu�s.
Yo no compart�a esa conclusi�n. La democracia australiana,
madurando org�nicamente en el suelo virgen de un continente nuevo,
inmediatamente asumi� un car�cter conservador y domin�
al proletariado, joven, pero ya bastante privilegiado. La democracia rusa,
por el contrario, s�lo podr�a salir adelante a consecuencia
de una insurrecci�n revolucionaria de grandes vuelos, cuya din�mica
no permit�a al Gobierno obrero mantenerse dentro del marco de la
democracia burguesa. Nuestras diferencias de opini�n, que comenzaron
poco despu�s de la Revoluci�n de 1905, dieron lugar a una
completa ruptura al comienzo de la guerra, con ocasi�n de la cual,
Parvus, en quien el esc�ptico hab�a vencido al revolucionario,
result� hallarse al lado del imperialismo germano y m�s tarde
se convirti� en consejero e inspirador del primer presidente de
la Rep�blica alemana, Ebert.
Despu�s de escribir mi folleto Hasta el once de enero, repetidamente
volv� sobre el desarrollo y el asiento de la teor�a de la
revoluci�n permanente. En vista de la importancia que luego adquiri�
en la evoluci�n intelectual el h�roe de esta biograf�a,
es necesario presentarla aqu� en forma de citas exactas de mis obras
de los a�os 1905 y 1906.
"El n�cleo de poblaci�n en una ciudad contempor�nea
(al menos en una ciudad de importancia econ�mica y pol�tica)
es la clase marcadamente diferenciada del trabajador asalariado. Esta clase,
esencialmente desconocida en la gran Revoluci�n francesa, es la
destinada a desempe�ar el papel decisivo en nuestra Revoluci�n...
En un pa�s econ�micamente m�s atrasado, el proletariado
puede llegar al poder antes que en uno que est� m�s adelantado
en sentido capitalista. La concepci�n de una especie de dependencia
autom�tica de la dictadura proletaria, respecto de las fuerzas y
los medios t�cnicos de un pa�s es un prejuicio de materialismo
"econ�mico" simplificado al extremo. Tal criterio nada tiene de
com�n con el marxismo... A pesar del hecho de que las fuerzas productoras
de la industria estadounidense son diez veces m�s grandes que las
nuestras, el papel pol�tico del proletariado ruso, su influencia
en la pol�tica de su propio pa�s y la posibilidad de que
influya sobre la fijaci�n del proletariado norteamericano...
"Me parece que la Revoluci�n rusa ha de crear tales condiciones
que el poder puede (y en caso de triunfo debe) pasar a manos del proletariado
antes de que los pol�ticos del liberalismo burgu�s encuentren
posible desplegar su genio estadista... La burgues�a rusa entregar�
todas las posiciones revolucionarias al proletariado. Tambi�n tendr�
que entregar la hegemon�a al campesinado. El proletariado en el
poder aparecer� ante los campesinos como el liberador de la clase...
El proletariado, apoyado en los campesinos, pondr� en movimiento
todas las fuerzas para elevar el nivel cultural de la aldea y para desarrollar
conciencia de clase en el campesinado...
"Pero, �no empujar� acaso el campesinado mismo al proletariado
m�s lejos, llegando a substituirle? Eso es imposible. Toda la experiencia
hist�rica repudia tal supuesto. Muestra que el campesinado es absolutamente
incapaz de desempe�ar su papel pol�tico independiente...
De lo dicho resulta claro c�mo pienso en relaci�n a la idea
de la "dictadura del proletariado y los campesinos..." No se trata de si
la considero admisible en principio, de si "deseo" o "no deseo" tal forma
de cooperaci�n pol�tica. La creo irrealizable, al menos en
sentido directo e inmediato..."
Lo que antecede demuestra cu�n incorrecta es la aserci�n
de que el concepto aqu� expuesto "saltaba sobre la revoluci�n
burguesa", como m�s tarde se ha dicho con insistente reiteraci�n.
"La lucha por la renovaci�n democr�tica en Rusia... -escrib�a
yo al mismo tiempo- se deriva por completo del capitalismo, y la dirigen
fuerzas formadas sobre la clase del capitalismo, e inmediatamente, en primer
lugar, apunta contra los obst�culos de feudalismo y vasallaje que
se atraviesan en el camino del desarrollo de una sociedad capitalista."
Pero la sustancia de la cuesti�n era con qu� fuerzas y por
qu� m�todos podr�an eliminarse tales obst�culos.
"El marco de todos los problemas de la revoluci�n puede limitarse
por el aserto de que nuestra revoluci�n es burguesa en sus finalidades
objetivas, y, por consiguiente, en todos sus inevitables resultados, y
es posible al mismo tiempo cerrar los ojos al hecho de que la fuerza activa
principal de esa revoluci�n burguesa es el proletariado, que se
acerca al poder aprovechando todo el �mpetu de la revoluci�n...
Puede uno consolarse con la idea de que las condiciones sociales en Rusia
no han madurado a�n para una econom�a socialista, y al mismo
tiempo pasar por alto que, al subir al poder, el proletariado, con toda
la l�gica de la situaci�n, avanzar�a maquinalmente
hacia el manejo de la econom�a a expensas del Estado... Llegando
al Gobierno, no como rehenes desvalidos, sino como fuerza directriz, los
representantes del proletariado, por esta sola raz�n, borran las
fronteras entre el programa y el m�ximo, esto es, incluir�n
el colectivismo en el orden del d�a. En qu� punto se detendr�
el proletariado en tal tendencia depende de la correlaci�n de fuerzas,
pero ciertamente no de las intenciones iniciales del partido del proletariado...
"Pero podemos preguntarnos ya: �Debe inevitablemente la dictadura
del proletariado estrellarse contra la armaz�n de la revoluci�n
burguesa, o puede, a base de la situaci�n hist�rica existente
en el mundo, contemplar la perspectiva de victoria, despu�s de desbaratar
el marco limitante...? Una cosa puede decirse con certeza: sin el apoyo
gubernamental directo del proletariado europeo, la clase trabajadora de
Rusia no ser� capaz de mantenerse en el poder y transformar su dominio
temporal en dictadura socialista perdurable..." Pero esto no lleva necesariamente
a un pron�stico pesimista: "la liberaci�n pol�tica,
dirigida por la clase trabajadora de Rusia, elevar� al dirigente
a una altura sin precedentes en la historia, transmiti�ndole fuerzas
y medios colosales, y haci�ndole el iniciador de la liquidaci�n
del capitalismo en el mundo entero, para lo cual la historia ha creado
todos los requisitos objetivos previos...".
En cuanto a la extensi�n en que la Socialdemocracia internacional
se mostrar� capaz de realizar su tarea revolucionaria, escrib�a
yo en 1906: "Los partidos socialistas europeos, y en primer lugar el m�s
poderoso de ellos, el alem�n, han desarrollarlo su conservadurismo,
que se hace mayor en proporci�n a las dimensiones de las masas que
abarca el socialismo y la efectividad de la organizaci�n y disciplina
de esas masas. Por eso, la Socialdemocracia, como organizaci�n que
encarna la experiencia pol�tica del proletariado, puede en un momento
dado ser el obst�culo inmediato en el camino de un choque declarado
entre los trabajadores y la reacci�n burguesa..." Sin embargo, conclu�a
mi an�lisis expresando la seguridad de que "la revoluci�n
del Este infectar�a. al proletariado occidental de idealismo revolucionario,
despertando en �l el deseo de principiar a hablar en "ruso" con
su enemigo..."
En resumen. El populismo, como el eslavofilismo, proven�a de
ilusiones de que el curso de desarrollo de Rusia habr�a de ser algo
�nico, fuera del capitalismo y de la rep�blica burguesa.
El marxismo de Plejanov se concentr� en probar la identidad de principios
del curso hist�rico de Rusia con el Occidente. El programa que se
deriv� de eso no tuvo en cuenta las peculiaridades verdaderamente
reales y nada m�sticas de la estructura social y el desarrollo revolucionario
de Rusia. La idea menchevique de la Revoluci�n, despojada de sus
epis�dicas estratificaciones y desviaciones individuales, equival�a
a lo siguiente: la victoria de la revoluci�n burguesa en Rusia s�lo
era posible bajo la direcci�n de la burgues�a liberal y debe
dar a esta �ltima el poder. Despu�s, el r�gimen democr�tico
elevar�a al proletariado ruso, con �xito mucho mayor que
hasta entonces, al nivel de sus hermanos mayores occidentales, por el camino
de la lucha hacia el socialismo.
La perspectiva de Lenin puede expresarse brevemente por las siguientes
palabras: La atrasada burgues�a rusa es incapaz de realizar su propia
revoluci�n. La victoria completa de la revoluci�n, por mediaci�n
de la "dictadura democr�tica del proletariado y los campesinos",
desterrar�a del pa�s el medievalismo, imprimir�a al
capitalismo ruso el ritmo del americano, fortalecer�a el proletariado
en la ciudad y en el campo y har�a posible efectivamente la lucha
por el socialismo. En cambio, el triunfo de la Revoluci�n rusa dar�a
enorme impulso a la revoluci�n socialista en el Oeste, y �sta
no s�lo proteger�a a Rusia contra los riesgos de la restauraci�n,
sino que permitir�a al proletariado ruso ir a la conquista del poder
en un per�odo hist�rico relativamente breve.
La perspectiva de la revoluci�n permanente puede resumiese as�:
la victoria completa de la revoluci�n democr�tica en Rusia
s�lo se concibe en forma de dictadura del proletariado, secundado
por los campesinos. La dictadura del proletariado, que inevitablemente
pondr�a sobre la mesa no s�lo tareas democr�ticas,
sino tambi�n socialistas, dar�a al mismo tiempo un impulso
vigoroso a la revoluci�n socialista internacional. S�lo la
victoria del proletariado de Occidente podr�a proteger a Rusia de
la restauraci�n burguesa, d�ndole la seguridad de completar
la implantaci�n del socialismo.
Esa compacta f�rmula con igual claridad la semejanza de los
dos conceptos �ltimos en su irreconciliable diferenciaci�n
de la perspectiva liberal menchevique y su discrepancia esencial�sima
en cuanto a la cuesti�n del car�cter social y de las tareas
de la "dictadura" derivadas de la revoluci�n. La queja no infrecuente
en los escritos de los te�ricos actuales de Mosc� de que
el programa de la dictadura del proletariado era "prematura" en 1905, no
hace al caso. En un sentido emp�rico, el programa de la dictadura
democr�tica del proletariado y los campesinos result� asimismo
"prematura". La desfavorable combinaci�n de fuerzas en la �poca
de la primera Revoluci�n no s�lo impidi� la dictadura
del proletariado, sino sobre todo la victoria de la revoluci�n en
general. Y, sin embargo, todos los grupos revolucionarios se basaban en
la esperanza de un completo triunfo: la lucha suprema revolucionaria hubiera
sido imposible sin tal esperanza. Las diferencias de opini�n se
refer�an a la perspectiva general de la revoluci�n y a la
estrategia resultante de ella. La perspectiva del menchevismo era falsa
hasta la medula; se�alaba al proletariado un camino err�neo.
La perspectiva del bolchevismo no era completa: apuntaba bien la direcci�n
general de la lucha, pero caracterizaba mal sus etapas. La insuficiencia
de la perspectiva bolchevique no se apreci� en 1905 s�lo
porque la revoluci�n misma no fue m�s adelante. Pero luego,
a principios de 1917, Lenin se vio obligado a alterar su perspectiva, en
directo conflicto con los viejos cuadros de su partido.
No hay pron�stico pol�tico que pueda considerarse matem�ticamente
exacto; basta con que indique debidamente la l�nea general de desarrollo
y ayude a orientar el curso de los acontecimientos, que inevitablemente
tuerce a derecha e izquierda la l�nea principal. En tal sentido,
es imposible no ver que el concepto de revoluci�n permanente ha
pasado por la prueba de la historia. Durante los a�os iniciales
del r�gimen sovi�tico nadie negaba esto; por el contrario,
es un hecho que se reconoci� en numerosas publicaciones oficiales.
Pero cuando la reacci�n burocr�tica contra octubre se manifest�
en la calmada y refrescada capa superior de la sociedad sovi�tica,
se dirigi� desde luego contra la teor�a que reflejaba la
primera revoluci�n proletaria mejor que ninguna otra cosa, mientras
expon�a a la vez su car�cter imperfecto, limitado y parcial.
As�, por v�a de repulsi�n, se origin� la teor�a
del socialismo en un solo pa�s, dogma fundamental del stalinismo.