A propósito del "Año Internacional de la mujer"

Vania Bambirra

1975


Fonte: Arquivo Vania Bambirra - https://www.ufrgs.br/vaniabambirra/ - Datilog. Data aproximada: 1975

HTML: Fernando Araújo.


Una de las supervivencias pré-capitalistas más deplorables que existe es las sociedades latinoamericanas es la situación de las empleadas domésticas. Estas son las esclavas y siervas modernas. Con una jornada de trabajo de más de 12 horas diarias, con un sueldo que no llega, ni siquiera, por lo general, a la mitad del sueldo mínimo de un obrero no especializado y prácticamente sin casi ninguna legislación social que la proteja (sin jubilación, sin garantías laborales, sin derecho efectivo a vacaciones remuneradas, etc.); sin derecho siquiera a tener las condiciones mínimas de una vida personal (casa, hijos, etc.), esta categoría social es, sin duda, la más explotada del sistema. No ha logrado siquiera las conquistas sociales mínimas que el proletariado ha alcanzado desde hace más de medio siglo en los países capitalistas desarrollados.

Esta situación proviene del hecho de que, en países en donde el desempleo es una de las características básicas de funcionamiento del sistema, las hijas de los obreros y los campesinos, en su inmensa mayoría, sólo tienen como alternativa a la prostitución el empleo doméstico. A través de éste, las mujeres burguesas y pequeño burguesas pueden safarse de la “carga doméstica” que adviene de la organización social basada en el núcleo familiar.

En otros artículos hemos tenido la oportunidad de analisar la situación de la categoría mujer en la sociedad capitalista. Mostramos que no se puede prescindir del análisis de clase cuando se trata del tema de la situación de la mujer. Tratamos de demonstrar como es distinta la situación de la mujer burguesa (que no es explotada) bien como de por lo menos un sector de la pequeña burguesía, en relación a la situación de la mujer perteneciente a la clase obrera y campesina. No nos interesa volver a repetir aquí consideraciones ya expuestas anteriormente. Sin embargo consideramos importante insistir en este aspecto de la cuestión; las mujeres burguesas y gran parte de las pequeño burguesas ejercen, en nuestro continente (puesto que en los países capitalistas desarrollados esta forma pré-capitalista de explotación ya ha sido prácticamente extirpada) la más execrable de todas las formas de explotación, o sea, la de la empleada doméstica.

Si bien no hemos realizado ninguna investigación sistemática sobre el tema, podríamos intentar hacer, en términos de hipótesis general, una cierta tipología de las formas que asumen la explotación doméstica y determinar por lo menos tres tipos básicos de relación patrona-empleada. Esto son: a) la patrona tirana; b) la patrona paternalista; c) la patrona eficiente. Trataremos de exponer, en líneas generales, cuales son, a nuestro juicio, las características más relevantes de cada una de estas “dueñas de casa”.

a) La patrona tirana

Esta es, por lo general, la mujer que en su relacionamiento con la empleada doméstica es dura, llegando incluso al límite de la crueldad. Exige un desplegue intenso de energía por parte de la empleada haciendo con que ésta trabaje prácticamente todo el día. Es la esclavista moderna.

Por lo general, es la que peor salario le paga. Como racionalización de esta actitud de ultra explotación, la patrona tiránica naturalmente, como todo explotador, maneja varios mecanismos de racionalización de su conducta que se fundan en prejuícios sociales muy arraigados, que son de corte nítidamente clasistas. Su situación de clase dominante en el actual sistema (y de clase que aspira a ser dominante, como es el caso de la pequeña burguesía) le otorga este derecho de considerarse como superior a la “sirvienta”, un ser que es visto por esta como despreciable, rude, enfin inferior. Es la capaz de tener con su empleada un relacionamiento cordial. La relación se produce desde arriba hacia abajo. No conserva, ordena. No explica, vocifera. Es viable deducir que este tipo de patrona, independientemente de sus recursos financieros (más o menos abundantes) son mujeres de bajo nivel cultural – se puede encontrar muchas en las clases dominantes – y que por lo general no ejercen ninguna actividad profesional. Su mundo es pequeño, se restringe a la problemática vinculada a las tareas domésticas, familiares, al vecindario y, cuando mucho, se extiende a la problemática asociada al círculo social vinculado a la actividad del marido.

Por esta situación existencial, este tipo de mujer tiende a ser una persona frustrada, neurótica que en muchos casos llega a los extremos de la histeria. Y, por supuesto, la empleada doméstica, la persona con la cual convive más permanentemente, se transforma en el objeto de recepción más directa del desahogo de la ira de estas personalidades enfermas.

b) La patrona paternalista

Es la señora que en la relación con la empleada tiene una actitud más cordial y “populista”, que puede incluso ser amigable. Se interesa de manera afectuosa por los problemas personales de la “sirvienta” y se transforma en su consejera. Muchas veces aparenta – e incluso puede hasta creerlo sinceramente – que la considera “como un familiar más”.

Obviamente esta es una manera, consciente e inconsciente, de intentar endulzar la explotación de la misma. Le presta “favores” (que son “cobrados” a través de quejas y reclamos cuando la empleada hace alguna cosa que la disgusta).

El mecanismo de racionalización de la relación de explotación puede ser tan sutil que este tipo de patrona puede incluso, invertiendo los roles, considerarse, muchas veces, como si fuera ella la que se sacrifica por su empleada, como si fuera explotada por aquella… “Yo soy tan buena con ella” es una frase que se puede escuchar facilmente en este tipo de “dueña de casa”.

Esta categoría de patrona, si bien en general también paga sueldos bajos trata de compensarlos a través de propinas como regalitos (sus ropas viejas) y ciertas “facilidades” que otorga a la empleada.

Sin duda son mujeres un poco más cultas, que tienen un relacionamiento social más amplio y que ejercen alguna actividad fuera de la casa. Comprenden que la empleada doméstica es alguién “sine qua non” y, por tanto, tratan de retenerla en base a un tratamiento íntimo para hacer con que la empleada se sienta “protegida” por ella y no piense jamás en abandonar el empleo.

Objetivamente, la patrona paternalista es tan explotadora cuanto la tirana pero la diferencia reside en el tratamiento. La tirana está matizada por la “amistad” hacia la “sirvienta”. No es propiamente la esclavista es la señora feudal y, en términos más modernos, la señora populista.

c) La patrona eficiente

Este último tipo de patrona se caracteriza por pagar un sueldo más alto que las anteriores, mantener una relación más bien patronal con la empleada al delimitar de manera más rigurosa sus deberes y ciertos derechos mínimos (jornada de trabajo, vacaciones, gratificaciones, etc.). Tiene un relacionamiento cordial con la empleada (por supuesto delimitando siempre la diferencia de status), sus órdenes son precisas aunque muchas veces su administración doméstica pretende ser “liberal”. No interfiere en la “vida privada” de la empleada (esta no le intereses mayormente como ser humano). Exige resultados del trabajo, eficiencia, lo demás no le importa.

Por lo general este tipo de patrona se encuentra entre las mujeres profesionales y que no disponen de mucho tiempo para dedicar a las actividades domésticas. La empleada la reemplaza efectivamente como “dueña de casa”, permite su realización profesional y su independencia económica. Son mujeres que no viven para el estrecho mundito del hogar, que tienen una vida social más amplia y un mayor nivel cultural. Pese al relacionamiento más profesional con la empleada este tampoco deja de ocultar su carácter explotativo, simplemente esta forma de explotación se ejerce más a la capitalista. De todos modos, sin llegar siquiera a ser una forma superior, este tipo de patrona es notoriamente escaso en nuestras sociedades.

Naturalmente se pueden encontrar casos de patronas que en su relacionamiento con la empleada combinan dos de estos tipos de comportamiento, dependiendo de su estado de ánimo o de la necesidad más urgente de retener la “sirvienta”. Por ejemplo, es posible encontrar casos de señoras cuyo comportamiento oscila entre el de la patrona tirana hacia la patrona paternalista, etc.

Por supuesto existen también patronas que son atípicas. Por ejemplo, mujeres que no se interesan en absoluto por los quehaceres del hogar por estaren más preocupadas con sus actividades profesionales y que siquiera podríamos encuadrarlas en la categoría de patronas eficientes, una vez que siquiera supervisionan la actividad de la “sirvienta” y entregan a esta sus funciones de “dueña de casa” sin preocuparse mayormente de sus resultados. Pero también este tipo de relacionamiento – que es verdaderamente escaso – no deja de encubrir la super-explotación del trabajo de la “sirvienta” que dirige un hogar que no es el suyo con una remuneración miserable.

No hay por donde perderse: cualquier forma de relación patrona-empleada es super-explotativa, independientemente de los tipos de relaciones que las emascara.

Desde los barrios pequeño-burgueses hacia arriba, por lo general, en casa hogar – esta mini célula del funcionamiento de nuestras sociedades… – se encuentra una mujer ultra-explotada.

Es en torno a esta categoría mujer, junto a la campesina y a la obrera, que debe girar la problemática tan en moda y por lo general tan mal enfocadada, de la liberación de la mujer.

Por supuesto, es necesario compreender que los problemas de la llamada “personalidad femenina” son un producto de la situación discriminatoria en que esta ha vivido milenariamente, en el curso del desarrollo y extinción de varios sistemas económico-sociales basados en la explotación del trabajo. Esta es la raiz profunda del problema y, por tanto, para compreenderlo no hay que fijarse sólo en sus consecuencias más superficiales.

Sin embargo, importa tener presente lo que ya hemos subrayado antes en el sentido de que toda discriminación se ejerce sobre un mínimo de condiciones que son objetivas: la mujer es, de veras, por lo general, menos apta, menos inteligente, en suma menos capaz de aportar socialmente en un sentido más amplio. Esto porque, estas calidades tienen de sufrir un proceso de desarrollo y maduración lo que, en la mayor parte de las mujeres que viven en el sistema de explotación (sea como cómplices de éste o como sus víctimas) eso no ocurre. Por mayor inteligencia potencial que tenga una persona, si esta no se desarrolla tiende a esterilizarse. Por ejemplo, el proceso de embecilización que corroe la mentalidad de todas la personas que se dedican a actividades medíocres y embrutecedoras como son las vinculadas a las actividades domésticas.

Por estas consideraciones que hemos venido desarrollando en las páginas anteriores es que nos parecen verdaderamente grotescos los planteamientos feministas típicos, a la manera de Simone de Beauvoir y de muchas femenistas norteamericanas y europeas, que buscan incitar un lucha de la mujer en contra del hombre, sin hacer ninguna distinción al interior de la propia categoría mujer (imaginemos la empleada doméstica desfilando junto con su patrona para reivindicar la libertad de ambas en contra la tiranía masculina… y mistificando el verdadero contenido de una autentica lucha por la liberación de la mujer, que sólo puede adquirir sentido en la lucha en contra del sistema de explotación del trabajo. Tales planteamientos, en la mejor de las hipótesis, sólo pueden conducir a un reformismo ineficaz.


Inclusão: 14/11/2021