OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOGÍA Y POLITICA |
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EL PORVENIR DE LAS COOPERATIVAS[1]
Cuando se discurre entre nosotros sobre la necesidad de fomentar el establecimiento de cooperativas de consumo, se prescinde con frecuencia de los principios económicos que rigen universalmente el desarrollo de la cooperación. Se suele considerar a las cooperativas como empresas privadas que pueden surgir del esfuerzo personal, aunque no esté articulado con una masa organizada de consumidores, y se desenvuelva dentro de un medio individualista e inorgánico. La cooperación es, sin embargo, un método económico que, hasta por la palabra que lo designa, no debería prestarse a confusiones. Es evidente que sin cooperadores no hay cooperación. Y a estos cooperadores no es posible asociarlos con el exclusivo objeto de constituir una cooperativa, sin algún vinculo previo de comunidad. La cooperativa nace generalmente del sindicato. No necesita, como la empresa privada, que afronta los riesgos de la libre concurrencia, adquirir poco a poco una clientela de consumidores. Su seguridad comercial, reposa precisamente en la masa de sus asociados. Las utilidades que garantizan el consumo de éstos, le bastan para subsistir. La ciencia económica tiene esclarecidas, desde hace ya tiempo, las leyes de la cooperación. En nuestras universidades y colegios, se estudia economía conforme con los textos de Charles Gide, quien justamente se caracteriza por su recalcitrante cooperativismo. Y los experimentos de cooperación que han prosperado entre nosotros, confirman objetiva y concretamente el principio de que la cooperativa de consumo encuentra las condiciones propias de su desarrollo únicamente en las masas o conjuntos de trabajadores o empleados, susceptibles de asociación. No hay razón para engañarse respecto a las causas por las cuales no se ha extendido ni acreditado más la cooperación en nuestro país. Un cooperativismo incipiente está en estricta correspondencia con un sindicalismo embrionario. El sindicato precede, regularmente, a la cooperativa, porque una categoría o un grupo de trabajadores se asocia para la defensa de sus más elementales intereses económicos, antes que para su abastecimiento de comestibles, ropa y vajilla. El cooperativismo es, típicamente, una de las creaciones de la economía capitalista, aunque en la generalidad de los casos aparezca inspirado en una orientación socialista, o, más exactamente, prepare los elementos de una socialización. El movimiento guildista -culminación del cooperativismo- no habría sido posible en la Gran Bretaña sin las bases que espontáneamente le ofrecía el movimiento trade-unionista. Y lo mismo se puede decir de todos los países donde el cooperativismo ha alcanzado un grado notable de prosperidad. En todos esos países, ha sido la asociación gremial, y no ningún sedicente comité "laborista" el motor de la cooperación. "Los actuales sindicatos obreros -escribe un autorizado guildista- constituyen las bases naturales de las guildas". La guilda supera a la cooperativa tanto por estar concebida sobre un plan nacional, en vez de un plan local, como por mirar a la socialización de una industria entera; pero, por esto mismo, permite apreciar, con la mayor exactitud posible el grado de solidaridad entre cooperativismo y sindicalismo. En la medida en que en un país se estorba el avance del sindicalismo, se entraba también el progreso de la cooperación. Lo que no significa que, -como suponen los cooperativistas a ultranza-, la cooperativa conduzca espontáneamente al socialismo con la misma o mayor certidumbre que el sindicato. La cooperativa, dentro de un régimen de libre concurrencia, y aun con cierto favor del Estado, no es contraria, sino por el contrario útil, a las empresas capitalistas. Jorge Sorel las considera "excelentes auxiliares del capitalismo, puesto que consienten a éste comerciar directamente con la clientela y poder aprovechar de todo el aumento de consumo que corresponde normalmente a una reducción de precios". (El gran maestro del sindicalismo revolucionario no subestima, por esto, la función de las cooperativas. Reconoce ampliamente que son campos de experiencia muy interesantes y que "nos enseñan cuales son los servicios de aprovisionamiento que es posible socializar con provecho y cómo puede ser operada esta socialización"). El sindicato mismo tiene su origen en la lucha de clases; pero no funciona ordinariamente como un órgano de conciliación y compromiso. Henri de Man está en lo cierto cuando en su reciente libro, -tan vulnerable bajo otros aspectos- observa que el sindicato mantiene en el obrero sentimientos que le hacen aceptar el taller y el trabajo en condiciones que, sin los estímulos morales de la asociación, acabarían por parecerle intolerables. "Este movimiento sindical -escribe De Man- al que los patronos acusan de fomentar la repugnancia al trabajo, y que es, en gran parte, la consecuencia de esta enfermedad, contribuye eficazmente a sostener o crear las condiciones que pueden favorecer el placer al trabajo. Tal es la labor que realizan los sindicatos, luchando por el aumento del salario y la reducción de la jornada. De este modo protegen al obrero contra la miseria y la fatiga y le permiten ver en el trabajo otra cosa que una servidumbre abominable. Le dan la conciencia de su humana dignidad sin la cual todo trabajo no es más que esclavitud". En el Perú, el desarrollo de las cooperativas, no puede dejar de estar subordinado, conforme a las enseñanzas de la teoría y la práctica económicas, ni al desenvolvimiento de la acción sindical, ni a los factores generales de nuestro proceso económico. Pero, con todo, es el Perú uno de los países de la América Latina donde la cooperación encuentra elementos más espontáneos y peculiares de arraigo. Las comunidades indígenas reúnen la mayor cantidad posible de aptitudes morales y materiales para transformarse en cooperativas de producción y de consumo. Castro Pozo, ha estudiado con acierto, esta capacidad de las "comunidades", en las cuales reside, indudablemente, contra el interesado escepticismo de algunos, un elemento activo y vital de realizaciones socialistas. Mientras en ciudades, lo mismo que en los centros agrícolas del país, falta aún la base sindical o tradounionísta sobre la cual puedan reposar las cooperativas de consumo, en los centros indígenas campesinos, las tradiciones comunitarias ofrecen los elementos de un cooperativismo integral. NOTA: 1 Publicado en “Mundial”, Lima, 16 de mano de 1928. Reproducido en "Amauta”, Nº 13, Año III, marzo de 1928, en la sección "La Vida Económica", págs. 38 y 39, con el titulo “cooperativas”.
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