OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOGÍA Y POLITICA |
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LA ORGANIZACIÓN DE LOS EMPLEADOS[1]
La fundación de la Confederación de Empleados de Lima y Callao, a pesar de todas las reservas que imponen la estructura y la orientación anticuadas de casi todas las sociedades que la componen, merece ser señalada como un importante signo de concentración y actividad de la clase media. No es, sin duda, a través de sociedades de antiguo tipo mutualista, con pretensiones de casino social, como la organización de los empleados alcanzará sus objetivos ni llenará sus funciones de clase. La asociación de los empleados necesita, para ser orgánica, ajustarse al principio sindical, que conduce a la agrupación por categorías, articulando masas homogéneas en vez de asambleas compósitas. La Federación de Empleados Bancarios, que, como lo anuncia el espíritu combativo y renovador de su quincenario y lo confirma su gestión de iniciadora de la confederación, constituye la vanguardia de los empleados, presenta, entre nosotros, el tipo más o menos preciso de sindicato de categoría. Por razón de una mayor pluralidad de rangos y por la falta de grandes concentraciones, la asociación gremial de los empleados es mucho más completa y difícil que la de los obreros. Pero, por esto mismo, no puede sustraerse a un criterio de organicidad, so pena de no funcionar nunca con unidad y congruencia. La flamante confederación adolece, desde este punto de vista, de un defecto congénito, a quienes no se les podía exigir la faena previa de sindicar o asociar por categorías a una masa tan fluctuante e informe. Era forzoso llegar a su relativa unificación por medio de las antiguas sociedades que, aunque en desacuerdo con un criterio funcional, representan siempre un principio de asociación y de solidaridad. El hecho de que la federación surja en respuesta, a la creciente amenaza de una ofensiva reaccionaria contra la Ley del Empleado, la define como una actitud esencialmente corporativa y clasista. La defensa de esta ley -que, por muchas que sean sus deficiencias y oscuridades, propicias sobre todo las últimas a las celadas de la resistencia patronal, significa una conquista de la clase media- puede y debe ser el punto de partida de una amplia acción gremial de los empleados: Esto es lo importante. Seria prematuro y excesivo reclamarles desde ahora a los empleados una más vasta perspectiva ideológica. Al descubrir que ninguna victoria de clase es perdurable sino para los que se mantienen en constante aptitud de ganarla de nuevo, nuestra mesocracia arranca a la Ley del Empleado su más trascendente lección y su más recóndito secreto. La defensa de la ley acechada por el despierto interés capitalista, tiene, sobre todo, el valor de un impulso a la acción. En el curso de ésta, los empleados ensancharán su sentimiento clasista, todavía confuso y rudimentario, y esclarecerán la verdadera naturaleza de sus problemas. La lucha, dilatará, inevitablemente, su horizonte teórico y práctico. Los empleados no son toda la clase media, a la cual pertenecen también, con sensible influencia en su anarquía, pequeños comerciantes, funcionarios y profesionales, movidos por impulsos centrífugos e individualistas; pero los empleados componen su núcleo principal y activo. El derecho de representarla, les viene, además, no sólo del factor cuantitativo del número como de la capacidad esencial de reconocer y precisar sus intereses de clase. Política y socialmente, la clase media, la pequeña burguesía, han jugado siempre un papel muy subsidiario y desorientado en el Perú. El proletario manual, que, por nuestro escaso industrialismo, tenía que desprenderse penosa y lentamente de la tradición degenerada del artesanado, empezó a afirmar su sentimiento y su autonomía de clase en una época en que la mesocracia carecía del menor atisbo ideológico. Las jornadas obreras por las ocho horas de trabajo, por ejemplo, acusaban ya una conciencia proletaria formada en las fábricas, donde encontraban un terreno favorable de aplicación las primeras nociones dé socialismo y sindicalismo. Como una de las causas de nuestro escaso avance democrático, se ha señalado la debilidad de la clase media, particularmente sensible en las provincias, en las cuales un estado semi-feudal la ha sofocado inexorablemente. Se había hecho, sin embargo, un lugar común de nuestro medio desde que se acentuaron las reivindicaciones obreras, la aserción de que el verdadero proletario era el hombre de la clase media, o más exactamente, el empleado. Fingida compasión patronal o burguesa que no decidía a los empleados a rebelarse contra su condición económica. Herederos de rancios prejuicios españoles, escondían pudorosamente su miseria No se sentían capaces, sino de la reivindicación de su decencia. Con todo, resulta indudable el rol sustantivo de la clase media en el movimiento político de t919. Y, por esto, aparece perfectamente lógica la conquista alcanzada por la mesocracia con la dación de la Ley del Empleado, bajo el gobierno nacido de ese movimiento plebiscitario, mas bien que electoral. Pero, sólo algún tiempo después ha comenzado la clase media a orientarse parcialmente hacia la asociación gremial. Los primeros signos de renovación ideológica son también muy recientes. Y éste no es un fenómeno exclusivo de la clase media peruana. En las naciones de más avanzada evolución política, la clase media, condenada por el irreductible conflicto entre el capitalismo y el socialismo, a renunciar a toda excesiva ambición de originalidad y de autonomía, se ha caracterizado por su desorientación y confusionismo que, muchas veces, la han con- vertido en el principal instrumento de la reacción burguesa. Más bien en nuestros países, colocados bajo la presión del capitalismo extranjero, la clase media parece destinada a asumir, a medida que progresen su organización y su orientamiento, una actitud nacionalista revolucionaria. NOTA: 1 Publicado en "Mundial", Lima, 21 de octubre de 1927.
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