Leon Trotsky - STALIN

CAP�TULO VIII

COMISARIO DEL PUEBLO
 
Los bolcheviques hab�an realizado tan a conciencia la labor de atraerse a todas las fuerzas armadas del pa�s, que su victoria final del 7 de noviembre se logr� pr�cticamente por falta de enemigo. El golpe de octubre fue "m�s f�cil que levantar una pluma", para servirse de las palabras de Lenin. Ni un s�lo regimiento se alz� para defender la democracia rusa. Con las fuerzas de la antigua polic�a dispersas, el Gobierno de Kerensky en Petrogrado no contaba m�s que con los cadetes militares y los batallones de mujeres, muy defectuosos, frente a los destacamentos al mando de revolucionarios profesionales bolcheviques. La lucha por el poder supremo en un Imperio que comprend�a la sexta parte del globo terr�queo se decidi� entre fuerzas asombrosamente reducidas por ambas partes, tanto en las provincias como en las dos ciudades principales.
(El Oeste democr�tico civilizado, que caminaba hacia su cuarto a�o de guerra, no quer�a creer en el hecho consumado. Despu�s de llevar los bolcheviques casi una semana en el Poder, Kerensky asegur� sinceramente al mundo sorprendido, que el bolchevismo "como fuerza organizada... no existe ya, ni siquiera en Petrogrado". El triunfo bolchevique hab�a sido m�s f�cil y seguro en Petrogrado que en Mosc� y en las provincias. Los cosacos estacionados en Petrogrado eran "neutrales" [incluso el cuartel general y los m�s declarados reaccionarios], y rehusaban prestar ayuda al Gobierno provisional, reserv�ndose el derecho de obrar por cuenta propia, mientras que el general Krassnov marchaba sobre la capital con un numero desconocido de tropas. Los jefes y empleados de los Bancos, Ministerios y pr�cticamente todas las instituciones de la Administraci�n P�blica se hab�an declarado en huelga. Los Sindicatos de Ferrocarriles, Tel�fonos, Tel�grafos y Correos, dirigidos por mencheviques, amenazaron con ir a la huelga y paralizar todos los servicios de comunicaciones y transportes mientras los vencedores no consintieran en formar un Gobierno de coalici�n de todos los partidos socialistas, pero sin participaci�n de Lenin ni de Trotsky. Aquella amenaza produjo una crisis m�s aparente que real en la direcci�n del Partido bolchevique.)
Inmediatamente despu�s de la insurrecci�n, por insistencia del ala derecha bolchevique (Zinoviev, Kamenev, Rikov, Lunacharsky y otros), se iniciaron negociaciones con los mencheviques y los populistas respecto a un Gobierno de coalici�n. Entre otras condiciones, los partidos derribados por el alzamiento ped�an una mayor�a para ellos, y, por encima de todo, que se apartase del Gobierno a Lenin y a m�, como responsables personales de la "aventura" de octubre. Los miembros derechistas del Comit� Central se inclinaban a aceptar esta petici�n. Se estudi� el asunto en el Comit� Central durante la sesi�n del 1. º (14) de noviembre. He aqu� lo que dice el acta: "Se propone expulsar a Lenin y a Trotsky. Esto significa decapitar a nuestro Partido, y no lo aceptamos." La facilidad con que los derechistas se prestaban incluso a entregar sumisamente el Poder, fue condenada por el Comit� Central como "miedo de la mayor�a del Soviet a utilizar su propia mayor�a". Los bolcheviques no se negaban a compartir el Poder con otros partidos, pero s�lo a base de la debida proporci�n de fuerzas dentro de los Soviets. Lenin declar� que las negociaciones con los partidos peque�oburgueses s�lo ten�an sentido como pantalla para apartar la atenci�n de las acciones militares.
Mi moci�n para concluir las negociaciones con los transaccionistas fue aprobada. Stalin no tom� parte en los debates; pero vot� con la mayor�a. En protesta, los representantes de la derecha se retiraron del Comit� Central y del Gobierno. La mayor�a del Comit� Central se dirigi� a la minor�a exigi�ndole someterse incondicionalmente a la disciplina del Partido. El ultim�tum iba firmado por diez miembros y candidatos del Comit� Central: Lenin, Trotsky, Stalin, Sverdlov y otros. Respecto al origen del documento, uno de los miembros del Comit� Central, Bubnov, declara: "Despu�s de escribirlo (Lenin), hizo entrar uno a uno en su despacho a los miembros del Comit� Central, inform�ndoles del texto de la declaraci�n e invit�ndoles a firmarla." La narraci�n es interesante porque permite evaluar con justeza la importancia del orden de las firmas. Lenin me ense�� el ultim�tum en primer lugar, y despu�s de firmar yo, llam� a los otros, comenzando por Stalin. As� era siempre, o casi siempre. Si el documento no se hubiese dirigido contra Zinoviev y Kamenev, las firmas de �stos probablemente figurar�an delante de la de Stalin.
Pestkovsky refiere c�mo durante los d�as de octubre "hubo de elegir entre los miembros del Comit� Central a los directores de la insurrecci�n. Fueron elegidos Lenin, Stalin y Trotsky". Al confiar la direcci�n a estos tres, digamos de pasada que el colaborador de Stalin sepulta definitivamente el "centro" pr�ctico al que ni Lenin ni yo pertenec�amos. En el testimonio de Pestkovsky hay esta vez un grano de verdad. No durante los d�as del alzamiento, pero s� despu�s de su victoria en los centros importantes, aunque antes de establecer ning�n g�nero de r�gimen estable, fue necesario crear una compacta plana mayor del Partido, que pudiese imponer localmente todas las decisiones necesarias. Como consta en el acta, el 29 de noviembre (12 de diciembre) de 1916, el Comit� Central eligi� para resolver cuestiones perentorias un Bur� compuesto de cuatro personas: "Stalin, Lenin, Trotsky y Sverdlov." "A este cuarteto se dio el derecho de resolver todos los asuntos extraordinarios, pero con obligaci�n de incluir en la decisi�n a todos los miembros del Comit� Central que estuviesen a la saz�n en Smolny." Zinoviev, Kamenev y Rikov se hab�an apartado del Comit� Central a causa de su acusada disconformidad. Esto explica la composici�n del cuarteto. Pero Sverdlov se ve�a absorbido por la Secretar�a del Partido, hablaba en m�tines, arreglaba conflictos y rara vez estaba en Smolny. El cuarteto se redujo pr�cticamente a un terceto.
(En la noche del 19 al 20 de febrero de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo, formado por la coalici�n bolchevique-essar de izquierda) eligi� un Comit� Ejecutivo (compuesto de) Lenin, Trotsky, Stalin, Proshyan y Karelin, que fue autorizado a realizar todo el trabajo ordinario en los intervalos de una a otra sesi�n del Consejo. (Este Comit� Ejecutivo del Gobierno comprend�a a los mismos tres bolcheviques y a dos essars de izquierda. Sin embargo, no hay motivo para imaginar que esos tres formasen un "triunvirato".) El Comit� Central se reun�a frecuentemente, y resolv�a todas las cuestiones importantes y particularmente complicadas. El terceto era necesario para decidir sin dilaci�n asuntos inaplazables relacionados con el curso del alzamiento en provincias, los intentos de Kerensky para entrar en Petrogrado, el suministro de v�veres a la capital, y otros an�logos. Este terceto perdur�, al menos nominalmente, s�lo hasta que el Gobierno se traslad� a Mosc�.
Fustigando la pol�tica de los bolcheviques despu�s de 1917, Iremashvili escribe: "El triunvirato, hecho de ideas inextinguibles de venganza, comenz� a exterminar con inhumana crueldad todo lo vivo y lo muerto", etc. En el triunvirato, Iremashvili incluye a Lenin, a m� y a Stalin. Puede decirse con seguridad que esta idea del triunvirato naci� en el �nimo de Iremashvili s�lo mucho despu�s, cuando Stalin hubo llegado al primer plano de importancia. Hay, sin embargo, una chispa de verdad (o, al menos, de apariencia de verdad) en esas palabras de Iremashvili. Con relaci�n a las negociaciones en Brest-Litovsk, se citan una y otra vez estas palabras de Lenin: "Consultar� a Stalin y le contestar�." Lo cierto es que el terceto existi� solamente en ciertos momentos, aunque no siempre con la participaci�n de Stalin. Dimitrievsky se refiere asimismo a este terceto, aunque en un tono y con un punto de referencia distintos:
"Incluso Lenin en aquel per�odo sinti� la necesidad de Stalin a tal grado, que cuando llegaron noticias de Trotsky desde Brest y hubo que tomar una decisi�n mientras Stalin no estaba en Mosc�, Lenin inform� a Trotsky:
""Quisiera consultar con Stalin antes de contestar a tu pregunta"".
Y s�lo tres d�as despu�s telegrafi� Lenin: "Stalin acaba de llegar. Lo estudiar� con �l y te daremos en seguida nuestra respuesta."
Las decisiones m�s importantes de aquella �poca se adoptaron no pocas veces por acuerdo entre Lenin y yo. Pero en este caso, en que hab�a disparidad de criterio, era necesaria una tercera persona. Zinoviev estaba en Petrogrado, y Kamenev no siempre permanec�a en Mosc�. Adem�s, �l, como otros miembros del Politbur� y del Comit� Central, dedicaban una parte considerable de su tiempo a la agitaci�n, a la direcci�n de los Soviets y a otros menesteres apremiantes. Por eso, antes de salir de Tsaritsyn, sol�a desempe�ar las obligaciones del "tercero". Lenin era muy escrupuloso en cuestiones de forma, y, naturalmente, nunca se permit�a responder en su solo nombre, Por lo general, las observaciones que con cierta frecuencia figuraban en la literatura reciente a prop�sito de que Lenin dirig�a, ordenaba, etc., est�n inspiradas solamente por analog�a con el r�gimen stalinista. Lo cierto es que tal estado de cosas nunca existi�. Se daban instrucciones, en efecto, y se dictaban �rdenes �nicamente por el Politbur�, y durante la ausencia de miembros del mismo, hac�a sus veces el terceto, que constitu�a el quorum de sus cinco componentes. Cuando Stalin estaba ausente, Lenin consultaba con Kretinsky, secretario del Comit� Central, con la misma escrupulosidad, y en los archivos pueden verse muchas referencias a tales consultas.
Pero por entonces se hablaba mucho m�s de un "diunvirato". Durante la guerra civil, el "laureado poeta" del Soviet, Dyemyan Byedny, escribi� unos versos sobre "nuestro dueto". Nadie hablaba entonces de un triunvirato. En todo caso, cualquier persona que usara tal expresi�n nunca se habr�a referido a Stalin como tercero, sino a Sverdlov, que era el popular�simo presidente del Comit� Ejecutivo Central de los Soviets y firmaba todos los decretos m�s importantes. Recuerdo haber hablado con �l varias veces sobre la insuficiente autoridad de algunos de nuestros miembros directivos en provincias, En una de estas ocasiones, Sverdlov observ�: "En las localidades aceptan s�lo tres firmas: la de Ilich, la tuya y hasta cierto punto la m�a." (Sverdlov, dijo Lenin, era persona de aptitudes organizadoras verdaderamente notables, y de prodigiosa capacidad para trabajar duro, muy superior a Stalin.) "Nadie era tan capaz de llevar a la vez tareas de organizaci�n y pol�ticas como Sverdlov -dijo Lenin en el Congreso del Partido de 1920-. Y tendremos que probar a remplazar su actividad con la labor de toda una junta."
Cuando llegu� a Petrogrado a principios de mayo, apenas me acordaba del nombre de Stalin. Probablemente lo habr�a encontrado en la Prensa bolchevique, al pie de art�culos que no atra�an gran cosa mi atenci�n. Mis primeras entrevistas fueron con Kamenev, Lenin y Zinoviev. Con ellos se hicieron negociaciones sobre fusi�n. No encontr� a Stalin en las sesiones de los Soviets, ni en el Comit� Ejecutivo Central, ni en los numerosos m�tines que consum�an considerable parte de mi tiempo. Al llegar, inmediatamente me puse en estrecho contacto con todas las figuras dirigentes en virtud de mi misi�n dentro del Comit� Central, pero no ech� de ver a Stalin ni entre los miembros de segunda fila del Comit� Central, como Bubnov, Milutin, Nogin y otros. (Despu�s de la fusi�n de los interdistritos, [Mezhraiontsy] con los bolcheviques, Stalin continu� siendo una figura secundaria.) "En la Mesa presidencial del Parlamento previo -dicen las actas del Comit� Central del Partido-, Trotsky y Kamenev representaban a los bolcheviques." (Cuando lleg� el momento de enviar representantes rectores del Partido a la Asamblea Constituyente repetidas veces mencionada, a la que se asignaba la labor de determinar en forma parlamentaria democr�tica el futuro Gobierno de Rusia, Stalin fue designado portavoz del Comit� Central del Partido para nombrarlo. Como dice el acta, las palabras de Stalin fueron: "Camaradas, propongo como candidatos a la Asamblea Constituyente a Lenin, Zinoviev, Kollontai, Trotsky y Lunacharsky.") Estas fueron las cinco personas propuestas en nombre de todo el Partido. Recordemos que (seg�n la historiograf�a oficial) s�lo dos semanas antes, yo, en uni�n de los mencheviques y los essars, hab�a expuesto al parecer que Lenin se presentara a consejo.
En la lista completa de bolcheviques delegados para la Asamblea Constituyente, encabezada por Lenin, el nombre de Stalin se consigna en octavo lugar. Los veinticinco nombrados eran primeros candidatos oficiales del Comit� Central. La lista fue preparada por una Comisi�n a la que asesoraban tres miembros del Comit� Central: Uritsky, Sokolnikov y Stalin. Lenin protest� en�rgicamente contra la lista: hab�a en ella demasiados intelectuales dudosos, pocos trabajadores de confianza.
"Totalmente inadmisible era tambi�n el n�mero desproporcionado de candidatos elegidos entre personas poco probadas que, hab�an ingresado recientemente en el Partido (como U. Larin). Al llenar la lista de este modo, y no con candidatos que realmente hayan trabajado meses y meses en el Partido, el Comit� Central abre la puerta de par en par al arribismo, a los que buscan puestos en la Asamblea Constituyente... Es evidente que entre los interdistritos (Mezhraiontsy), poco hechos a�n al trabajo proletario y a la direcci�n de nuestro Partido, ninguno se opondr�a, por ejemplo, a la candidatura de L. D. Trotsky, porque, en primer lugar, Trotsky, en cuanto lleg� adopt� la posici�n de los internacionalistas; en segundo lugar, luch� entre los interdistritos por la fusi�n; en tercer lugar, durante los dif�ciles d�as de julio se mostr� a la altura de las tareas y fue un campe�n leal del Partido del proletariado revolucionario. Es claro que no puede decirse otro tanto de muchos de los miembros que ingresaron en el Partido ayer mismo, y cuyos nombres figuran en la lista..."
De los veinticinco (representantes bolcheviques), trece fueron castigados m�s tarde por Stalin, o condenados despu�s de morir.
Despu�s de la conquista del Poder, Stalin comenz� a sentirse m�s seguro de s� mismo, aunque sigui� siendo una figura de segunda fila. Pronto observ� que Lenin estaba "ascendiendo" a Stalin, apreciando en �l la firmeza, la sangre fr�a, la tenacidad y hasta cierto punto la astucia, como atributos necesarios para la lucha. No esperaba de �l ideas independientes, iniciativa pol�tica o imaginaci�n creadora. Stalin avanzaba lentamente y con cautela-, cuando pod�a, se quedaba quieto, Pero la victoria en Petrogrado y luego en Mosc� le convencieron. Comenz� a acostumbrarse al Poder. "Despu�s de octubre -escribe Alliluyev-, Stalin se traslad� a Smolny y ocup� all� dos cuartitos del piso bajo." (Era miembro del primer Consejo de Comisarios del Pueblo, como Comisario de Nacionalidades.) Despu�s de la Revoluci�n, la primera sesi�n del Gobierno bolchevique se celebr� en Smolny, en el despacho de Lenin, donde un tabique de madera sin pintar separaba el rinc�n de la telefonista y la mecan�grafa. Stalin y yo fuimos los primeros en llegar. De detr�s del tabique lleg� hasta nosotros el vozarr�n de Dybenko: estaba hablando con Finlandia y la conversaci�n era un tanto tierna. El corpulento y arrogante marinero de veintinueve a�os y negra barba, hab�a intimado hac�a poco con Alejandra Kollontai, mujer de antecedentes aristocr�ticos, que conoc�a media docena de lenguas extranjeras y se acercaba a los cuarenta y seis. En ciertos c�rculos del Partido se murmuraba no poco a prop�sito de aquello. Stalin, con quien hasta entonces no hab�a sostenido yo una conversaci�n personal,, vino hacia m� con una especie de inesperado alborozo, y se�alando con el hombro hacia el tabique, dijo a trav�s de una sonrisa forzada: "�Ah� est� �se con Kollontai, con Kollontai!" Sus gestos y su risa me parecieron fuera de lugar y de una vulgaridad insoportable, especialmente en aquella ocasi�n y aquel lugar. No recuerdo si le contest� algo, volviendo la cabeza a otro lado, o si le respond� secamente: "Es asunto suyo." Pero Stalin se dio cuenta de que hab�a cometido un error. Cambi� de expresi�n, y en sus ojos brill� el mismo rel�mpago de animosidad que hab�a sorprendido en Viena. Desde entonces, nunca m�s intent� conversar conmigo sobre temas personales.
A fines de enero de 1918, como representante del Partido, Stalin particip� en una conferencia de representantes de varios partidos socialistas de izquierda del extranjero. En ella se lleg� a la conclusi�n de que "deb�a convocarse una conferencia socialista internacional... bajo las siguientes condiciones: primera, que los partidos y organizaciones convengan en seguir el camino de la lucha revolucionaria contra "sus propios Gobiernos" para lograr la paz inmediata; segunda, que apoyen la Revoluci�n rusa de octubre y al Gobierno de los Soviets".
Por la �poca de las negociaciones de Brest-Litovsk se disolvi� la Asamblea Constituyente. La iniciativa fue de Lenin, que tambi�n tom� sobre s� la tarea de trazar el instrumento correspondiente. Durante aquellos d�as se public� la Declaraci�n de los Derechos de los Trabajadores y de los Pueblos Oprimidos. En el texto de estos documentos hist�ricos hay correcciones hechas por Bujarin y Stalin. "La mayor�a de sus correcciones -declara una nota al pie de las obras de Lenin- no tienen car�cter de principio."
Los puestos que Stalin ocup� durante los primeros a�os posteriores a la Revoluci�n, y las misiones especiales, sobre todo de car�cter organizador o diplom�tico que desempe�� muy diversas. Pero otro tanto sucedi� a la mayor�a de los funcionarios responsables de aquella �poca. Directa o indirectamente, todo el mundo estaba ocupado con la guerra civil; las obligaciones corrientes sol�an confiarse a los auxiliares m�s pr�ximos. Stalin figuraba como miembro del cuadro de direcci�n del �rgano central, pero, de hecho, nada ten�a que ver con Pravda. Realizaba una labor m�s sistem�tica, interrumpida por viajes al frente, en el Comisariado de Nacionalidades. El Estado Sovi�tico estaba en plena formaci�n, y no era f�cil determinar en el nuevo orden de cosas esta relaci�n rec�proca entre las distintas nacionalidades. La orientaci�n general de esta labor, y, como es natural, tambi�n la iniciativa, era completamente de Lenin, quien desde tiempo inmemorial hab�a atribuido a la cuesti�n nacional una enorme importancia, s�lo superada por la del problema agrario. Resulta claro, por el Diario de su secretaria, que con frecuencia recib�a delegaciones y dirig�a cartas, indagaciones e instrucciones con referencia a uno u otro grupo nacional. Todas las medidas m�s principales hab�an de pasar por el Politbur�; las de menos importancia se trataban por tel�fono con Lenin. En el Comisariado de Nacionalidades reca�a simplemente la ejecuci�n t�cnica de las decisiones ya adoptadas.
La informaci�n concerniente a la labor de este Comisariado puede hallarse en las Memorias de Pestkovsky, publicadas en 1922 y 1930. Fue el auxiliar principal de Stalin durante los primeros veinte meses del r�gimen sovi�tico. Viejo revolucionario polaco que hab�a sido condenado a trabajos forzados en Siberia, y part�cipe en la Revoluci�n de octubre, que ocup� despu�s de la victoria los puestos m�s diversos, entre ellos el de ministro sovi�tico en M�xico de 1924 a 1926, Pestkovsky estuvo durante largo tiempo en uno de los grupos de oposici�n, pero acert� a rectificar a tiempo. La se�al de arrepentimiento reciente se encuentra en la segunda edici�n de esas Memorias, pero ello no les priva de su espontaneidad e inter�s.
La iniciativa de su colaboraci�n sali� de Pestkovsky, que hab�a llamado a varias puertas sin encontrar aplicaci�n para sus modesta aptitudes:

* "-Camarada Stalin -dije-, �eres el comisario del Pueblo para los asuntos de las Nacionalidades?
-S�.
-Pero, �tienes un comisariado?
-No.
-Bueno, entonces yo te har� un comisariado.
-Magn�fico. �Qu� necesitas primero?
-De momento, me basta una credencial.
Entonces, Stalin, que detestaba las palabras in�tiles, fue a la oficina ejecutiva del Consejo de Comisarios del Pueblo, y regres� a los pocos minutos con la credencial solicitada."

En una de las habitaciones de Smolny ya ocupadas, Pestkovsky encontr� una mesa libre que arrim� a la pared, y por encima de ella clav� un pliego de papel con la inscripci�n: "Comisariado del Pueblo para Asuntos de las Nacionalidades." Luego agreg� a la instalaci�n dos sillas.

* "-Camarada Stalin -dije-, no hay consignado un c�ntimo a nuestro nombre.
Por entonces, el nuevo Gobierno no hab�a tomado posesi�n del Banco del Estado.
-�Necesitas mucho dinero? -pregunt� Stalin. 
-Para comenzar, con mil rublos tendr�a suficiente.
-Ven dentro de una hora.
Cuando me present� una hora despu�s, Stalin me mand� pedir a Trotsky tres mil rublos prestados.
-�l tiene dinero. Lo encontr� en el antiguo Ministerio de Negocios Extranjeros.
Fui a ver a Trotsky y le entregu� un recibo por tres mil rublos. Que yo sepa, el Comisariado del Pueblo de las Nacionalidades no ha devuelto a�n ese dinero al camarada Trotsky."

[Stalin estuvo al lado de Lenin el 9 (22) de noviembre de 1917, desde las dos hasta las cuatro y media de la madrugada, cuando Vladimiro Ilich, conferenciando por hilo directo con el comandante en jefe general Dujonnin, daba �rdenes para entablar inmediatamente negociaciones de paz con todas las naciones en guerra. Al negarse Dujonnin, escribi� una orden destituy�ndole y nombrando a N. V. Krylenko comandante en jefe. [A prop�sito de incidentes como �ste] Pestkovsky escribe que Stalin se convirti� en el "lugarteniente" de Lenin en la direcci�n de las acciones revolucionarias de lucha. Estaba encargado de vigilar las operaciones del Don, de Ucrania y otras partes de Rusia. La palabra "lugarteniente" no encaja bien aqu�; m�s corriente ser�a decir "ayudante t�cnico". Como la observaci�n del curso de la guerra civil en el pa�s se hac�a principalmente por v�a telegr�fica directa, esta funci�n corr�a asimismo a cargo de Stalin, porque sus obligaciones le dejaban m�s tiempo libre que las suyas a los restantes miembros del Comit� Central.
Las conversaciones de Stalin por tel�grafo directo eran esencialmente entre t�cnicas y pol�ticas. Cumpl�a instrucciones. De sumo inter�s resulta una de sus primeras conversaciones por l�nea directa, el 17 (30) de noviembre de 1917, con Porsh, representante de la Rada ucraniana. Esta instituci�n era similar al Gobierno de Kerensky, y se apoyaba en la capa superior de la peque�a burgues�a. Indudablemente, tambi�n contaba con la ayuda de la gran burgues�a y de los aliados contra los bolcheviques. Los Soviets de Ucrania iban cayendo por aquel tiempo bajo la influencia de los bolcheviques, y estaban en abierta oposici�n con la Rada. Era inevitable un choque entre �sta y los Soviets, especialmente despu�s de la Revoluci�n de octubre en Petrogrado y Mosc�. Porsh, en nombre de la Rada, preguntaba cu�l era la actitud del Gobierno de Petrogrado respecto al problema de las nacionalidades y a la suerte de Ucrania y de su r�gimen interno y particular. Stalin contest� sin concretar nada. "El Poder de Ucrania, como en otras regiones -dec�a Stalin-, debe pertenecer a la totalidad de diputados de los trabajadores, soldados y campesinos, incluyendo en �l tambi�n la organizaci�n de la Rada. En esa esfera hay un gran margen para la coincidencia entre la Rada Central y el Soviet de Comisarios del Pueblo." �sta era precisamente la combinaci�n que los mencheviques y los essars pidieron despu�s de la Revoluci�n de octubre, y sobre esta cuesti�n versaban las negociaciones que Kamenev no hab�a podido llevar a buen fin.
Al otro extremo de la l�nea, en Kiev, junto al ministro ucraniano Porsh, estaba el bolchevique Sergio Bakinsky, quien tambi�n solicitaba respuesta a varias preguntas. Uno y otro se vigilaban. Bakinsky representaba a los Soviets. Dijo que la Rada central no cre�a posible transferir el Poder localmente a los Soviets. Contestando a Bakinsky, Stalin dijo que si la Rada Central no se prestaba a convocar un Congreso de Soviets con los bolcheviques, "lo convocase �l sin la Rada". Adem�s: "El Gobierno de los Soviets debe aceptarse localmente. Este es un mandamiento revolucionario que no podemos dar de lado, y no comprendo c�mo la Rada Central de Ucrania puede argumentar contra un axioma." Un cuarto de hora antes Stalin hab�a declarado que era posible combinar los Soviets con las organizaciones democr�ticas de la Rada; ahora se pronunciaba por el Gobierno de los Soviets sin ning�n g�nero de combinaci�n, como axiom�tico. �C�mo explicarse esta contradicci�n? No tenemos documentos a la vista. Pero la mec�nica que encubre la conversaci�n est� muy clara. Durante las negociaciones, Stalin enviaba la cinta del piso bajo del Smolny al piso superior, a Lenin. Habiendo le�do �ste la proposici�n de Stalin de combinar los Soviets con las organizaciones de la Rada, no pudo menos de enviarle una en�rgica nota. Tal vez bajase corriendo al cuarto del tel�grafo para decir a Stalin lo que pensaba. Stalin no discuti�, y en la segunda parte de su conversaci�n dio instrucciones totalmente opuestas a las transmitidas en la primera parte de ella.
Como miembro del Politbur�, Stalin estaba incluido en la delegaci�n del Partido Comunista ruso al Congreso del Partido Socialista fines. Pero esta inclusi�n s�lo ten�a car�cter nominal. Stalin no tom� parte en la labor de aqu�l. "Cuando a fines de diciembre de 1917 se reuni� el Congreso del Partido finland�s -escribe Pestkovsky-, surgi� la cuesti�n de se�alar a qui�n seguirla la clase trabajadora de Finlandia. El Comit� Central de los bolcheviques envi� a aquel Congreso a Stalin como representase suyo." Ni Lenin, ni yo, ni Sverdlov pod�amos abandonar Petrogrado; y, por otra parte, Zinoviev y Kamenev no serv�an en aquella �poca para la tarea de provocar una insurrecci�n en Finlandia. La candidatura de Stalin parec�a la m�s apropiada. En aquel Congreso fue, seguramente, donde Stalin conoci� a Tanner, con quien, veintid�s a�os despu�s, hubo de tratar en v�speras de la guerra finosovi�tica.
El mismo Pestkosvky se refiere a la �ntima colaboraci�n entre Lenin y Stalin. "Lenin no pod�a prescindir de Stalin siquiera un d�a. Probablemente por eso nuestro despacho en el Smolny estaba "bajo las alas" de Lenin. Durante el d�a llamaban a Stalin infinitas veces, o se presentaba en nuestro despacho para llev�rselo. Stalin pasaba con Lenin la mayor parte del d�a. No s� lo que hicieran, pero en cierta ocasi�n, al entrar en el despacho de Lenin, sorprend� un cuadro interesante. De la pared pend�a un gran mapa de Rusia. Delante hab�a dos sillas, y en ellas estaban sentados Ilich y Stalin, moviendo los dedos por la zona Norte, creo que por Finlandia.

"Por la noche, cuando la agitaci�n en el Smolny ced�a un poco, Stalin iba al hilo directo y se pasaba all� horas enteras. Llevaba las m�s largas negociaciones, bien con nuestros jefes militares (Antonov, Pavlunovsky, Muravyov y otros), bien con nuestros enemigos, con el ministro de la Guerra de la Rada ucraniana, Porsh. De vez en cuando, si por un asunto urgente se ve�a obligado a salir, me llamaba al tel�grafo." Los hechos se refieren aqu� m�s o menos correctamente; la interpretaci�n es parcial. En aquel per�odo, Lenin necesitaba mucho de Stalin; de eso no puede dudarse. Zinoviev y Kamenev hab�an estado sosteniendo una lucha contra Lenin; yo pasaba mi tiempo en los m�tines o en Brest-Litovsk, sobre todo esto �ltimo; Sverdlov cargaba con la responsabilidad de todo el trabajo de organizaci�n del Partido. Stalin, en realidad, no ten�a obligaciones definidas. El Comisariado de las Nacionalidades, sobre todo al principio, le consum�a poco tiempo. Por consiguiente, desempe�aba las funciones de jefe de personal o de empleado de confianza a las �rdenes de Lenin. Las conversaciones por tel�grafo directo eran esencialmente t�cnicas, aunque de gran responsabilidad, y Lenin s�lo pod�a confiarlas a una persona experta, perfectamente informada de todas las tareas y cuidados de Smolny.
[Incluso despu�s del traslado de Petrogrado a Mosc�, Lenin continu� fiel a la regla axiom�tica de no dar �rdenes personales. Unos tres a�os m�s tarde cuando] el 24 de septiembre de 1920, Ordzhonikidze le pidi� permiso por tel�grafo desde Bak� para enviar un destructor a Enzeli (Persia), Lenin escribi� en el mismo telegrama: "Preguntar� a Trotsky y a Krestinsky." En efecto, hay multitud de notas de esta clase en telegramas, cartas e informes. Lenin nunca decid�a por s� mismo; siempre acud�a al Politbur�. Dos o tres de sus miembros sol�an estar en Mosc�. De estos cientos de notas sobre el prop�sito de consultar con miembros del Politbur�, s�lo se han extra�do las que llevan la inscripci�n de "consultar con Stalin", para interpretarlas en el sentido de que Lenin no sab�a dar un paso sin �l.
[Con referencia a las negociaciones de Brest-Litovsk], los histori�grafos de Stalin se han despachado a su gusto. [Ten�an documentos aut�nticos que citar en apoyo de su mitolog�a, documentos de los archivos del Comisariado de Negocios Extranjeros, presidido entonces por Trotsky. As�, en 1935, escrib�a un tal Sorin:]

* "En una carta a Lenin, desde Brest, Trotsky propon�a el siguiente plan, profundamente aventurado en esencia: no firmar una paz anexionista, sino continuar la guerra, y desmovilizar a la vez el ej�rcito. El 15 (2) de enero, en una Conversaci�n por hilo director con Trotsky, que ped�a una respuesta, Vladimiro Ilich calific� el plan de Trotsky de "disputable", y demoraba la contestaci�n definitiva hasta que llegase Stalin, que por entonces no estaba en Petrogrado, y a quien Vladimiro Ilich deseaba consultar. Reproducimos la rese�a completa de estas conversaciones:
"15 (2) enero. Trotsky y Lenin sostuvieron por hilo directo las siguientes conversaciones: Trotsky pregunta a Lenin si recibi� una carta que le dirigi� por medio de un soldado lituano. Trotsky necesita una respuesta inmediata a esa carta. La respuesta debe estar concebida en t�rminos de conformidad o de desacuerdo." 
"Lenin al aparato: Acabo de recibir tu carta especial. Stalin no est� aqu�, y no he podido ense��rsela a�n. Tus planes me parecen contestables. �No es posible aplazar la decisi�n final hasta despu�s de una sesi�n especial del Comit� Ejecutivo Central? Tan pronto como vuelva Stalin le ense�ar� la carta. - Lenin."
"Debemos procurar diferir la decisi�n todo lo posible, esperando tus noticias. Trata de apresurarte. La delegaci�n de la Rada est� realizando una pol�tica de traici�n flagrante. El estudio del plan en el Comit� Central me parece inconveniente, pues puede provocar una reacci�n antes de llevar el plan a efecto.-Trotsky." Respuesta a Trotsky: "Desear�a consultar primero con Stalin antes de contestar a tu pregunta. Hoy sale a visitarte una delegaci�n del Comit� Ejecutivo Central de Ucrania en Jarkov, que se asegura que la Rada de Kiev est� en la agon�a. - Lenin."
Cuando las negociaciones de 18 (5) de enero alcanzaron un punto cr�tico, L. D. Trotsky pidi� normas por hilo directo, y recibi�, una tras otra, las dos siguientes notas:

1. "A Trotsky: Stalin acaba de llegar. Consultar� el caso con �l y te daremos nuestra contestaci�n.-Lenin."
2. "Informad a Trotsky que consiga una tregua y venga a Petrogrado.-Lenin. Stalin."

[La historia oficial del Partido bolchevique, publicada en 1939, se desborda aqu� por completo. Afirma lo siguiente:]

* "El 10 de febrero de 1918 se interrumpieron las negociaciones de paz de Brest-Litovsk. A pesar de que Lenin y Stalin insist�an en firmar la paz en nombre del Comit� Central del Partido, Trotsky, que presid�a la delegaci�n sovi�tica en Brest, traidoramente viol� las instrucciones expl�citas del Partido bolchevique. Declar� que la Rep�blica Sovi�tica se negaba a firmar la paz en las condiciones propuestas por Alemania, y al mismo tiempo inform� a los alemanes que la Rep�blica Sovi�tica no continuar�a la guerra y seguir�a desmovilizando el ej�rcito.
"Esto era monstruoso. Los imperialistas alemanes no pod�an pedir m�s de este traidor a los intereses de la patria sovi�tica."

[Pasando de la p�gina 207 a la 208 del mismo libro, encontramos la siguiente invenci�n:]

* Lenin calific� esta decisi�n de "extra�a y monstruosa".
En aquel tiempo, el Partido no comprend�a a�n cu�l era la raz�n de la conducta hostil al mismo de Trotsky y los "comunistas de izquierda". Pero como se ha probado �ltimamente en la causa contra el "Bloque de derechistas y trotskistas" antisovi�ticos (iniciado en 1938), Bujarin y el grupo de "comunistas de izquierda", encabezado por �l, en uni�n de Trotsky y de los essars "de izquierda", ya conspiraban entonces secretamente contra el Gobierno sovi�tico. Bujarin, Trotsky y sus c�mplices conspiradores seg�n ha resultado, tend�an a anular el tratado de paz de Brest, detener a V. I. Lenin, J. V. Stalin, Ya. M. Sverdlov, matarlos y formar un nuevo Gobierno de bujarinistas, trotskistas y essars "de izquierda".

[Examinemos ahora las actas. Sesenta y tres bolcheviques asistieron a la Conferencia del 21 (8) de enero 1918, de los cuales una mayor�a absoluta (32) votaron en favor de emprender una guerra revolucionaria. La posici�n de Trotsky (ni paz ni guerra), obtuvo 16 votos; la de Lenin (paz con el Imperio alem�n), 15 votos. La cuesti�n se examin� de nuevo tres d�as despu�s por el Comit� Central del Partido. Las actas de la sesi�n del 24 (11) de enero de 1918, dicen lo siguiente:]

* "El camarada Trotsky propone que se someta a votaci�n la siguiente f�rmula: "Terminemos la guerra, no hacemos la paz, desmovilicemos el Ej�rcito." Para someter a votaci�n. En favor, 9; en contra, 7.
"Se puso a votaci�n la propuesta de Lenin: "Insistimos en que la paz se firme de todos modos." (En favor, 12; en contra, 1.) La de L. D. Trotsky: "�Vamos a lanzar una apelaci�n a la guerra revolucionaria?" (En favor, 2; en contra, 11; abstenciones, 1); y "Paramos la guerra, no hacemos la paz, desmovilizamos el Ej�rcito". (En favor, 9; en contra, 7.)"

En aquella sesi�n, Stalin fundaba la necesidad de firmar una paz separadamente en este argumento: "No hay ning�n movimiento revolucionario en el Oeste; no hay hechos, sino tan s�lo potencialidades, y no podemos tener �stas en cuenta." "�No podemos tenerlas en cuenta?", fue la refutaci�n inmediata de Lenin; es verdad que la revoluci�n en Occidente no ha empezado; "sin embargo, si cambi�ramos nuestra t�ctica por eso, ser�amos traidores al socialismo internacional".
El d�a siguiente, 25 (12) de enero, se examin� la cuesti�n de la paz en la sesi�n conjunta de los Comit�s Centrales de los bolcheviques y de los socialrrevolucionarios (essars) de izquierda, por mayor�a de votos se acord� someter a la consideraci�n del Congreso de los Soviets la f�rmula: "Ni empe�ar guerra ni firmar paz."
�Cu�l fue la actitud de Stalin respecto a esta f�rmula? Esto es lo que Stalin declaraba una semana despu�s de la reuni�n en que la f�rmula fue aprobada por 9 votos contra 7:

"Sesi�n de 1 febrero (19 de enero) de 1918. Camarada Stalin: "...La salida de esta dif�cil situaci�n se nos brinda en el punto de vista intermedio, o sea en la posici�n de Trotsky"."

Las palabras de Stalin se har�n perfectamente comprensibles teniendo presente que en todo aquel per�odo cr�tico la inmensa mayor�a de las organizaciones del Partido y Soviets estaban por la guerra revolucionaria, y que, por tanto, la posici�n de Lenin solo pod�a resolverse en una revoluci�n del Partido y del Estado (lo que, naturalmente, no era posible). As�, lejos de equivocarse, Stalin reconoc�a un hecho incontrovertible, al decir que mi proposici�n era entonces la �nica salida de la situaci�n para el Partido.
[En 1 de febrero] la delegaci�n de los Soviets en la Conferencia de la Paz, en Brest-Litovsk, hizo p�blica la declaraci�n oficial de la negativa del Gobierno sovi�tico a firmar la paz anexionista y de la terminaci�n de la guerra con las potencias de la Cu�druple Alianza. [Dos d�as despu�s se public�] la orden del general�simo N. V. Krylenko, dando fin a la actividad militar contra dichas potencias y desmovilizando el Ej�rcito ruso.
[Refiri�ndose a estos sucesos un a�o despu�s, Lenin escribi�:]

* "�C�mo ocurri� que no hubiese una sola tendencia, sentido ni organizaci�n del Partido que se opusiera a aquella desmovilizaci�n? �Qu� nos ocurri�? �Es que hab�amos perdido la cabeza por completo? Nada de eso. Oficiales no bolcheviques andaban diciendo, aun antes de octubre, que el Ej�rcito no pod�a seguir luchando, que no pod�a mantenerse en el frente unas semanas m�s. Despu�s de octubre, eso se hizo palpable a todo el mundo que quisiera mirar las cosas cara a cara, que no tratase de volver la espalda a la cruda y desagradable realidad, ni de ocultarse o echarse el sombrero ante los ojos, content�ndose con frases arrogantes. No hab�a Ej�rcito. Era imposible atenerse a �l. Lo mejor era proceder a la desmovilizaci�n lo antes posible.
Aqu�l era el lado enfermo del organismo estatal ruso, que no pod�a sostener sin momento m�s la carga de la guerra. Cuanto antes lo desmoviliz�semos, antes se disolver�a en partes no enfermas todav�a, y el pa�s estar�a en condiciones de prepararse para sus nuevas y dif�ciles tareas. Esto es lo que sent�amos cuando por unanimidad, sin la m�s leve protesta, aprobarnos la resoluci�n, la decisi�n que, desde el punto de vista de los acontecimientos exteriores, era absurda: desmovilizar el Ej�rcito. Era lo que deb�a hacerse. Dec�amos que sostener el Ej�rcito era una vana ilusi�n. Cuanto antes lo desmoviliz�ramos, antes comenzar�a la convalecencia de todo el organismo social en conjunto. De aqu� que las frases revolucionarias: "Los alemanes no pueden avanzar", y su consecuencia: "No podemos declarar terminado el estado de guerra; ni guerra ni firma de paz" envolviesen un error tan profundo, una valoraci�n tan excesiva de los hechos. Pero, supongamos que avanzan los alemanes. "No, no ser�n capaces de avanzar.""

En realidad, el avance de las tropas alemanas dur� catorce d�as, del 18 de febrero al 3 de marzo. Todo el d�a 18 de febrero dedico el Comit� Central a la cuesti�n de c�mo reaccionar al avance alem�n que hab�a comenzado.
Despu�s de romperse las negociaciones de Brest, el 10 de febrero, y de publicar los delegados rusos una declaraci�n de terminaci�n de la guerra y de negativa a firmar la paz con Alemania, el "partido militar" (el partido de anexi�n a toda costa) hab�a vencido. En una conferencia celebrada en Hamburgo el 13 de febrero, bajo la presidencia del emperador Guillermo, se aprob� la siguiente declaraci�n que �l mismo propuso: "La negativa de Trotsky a firmar el tratado de paz conduce autom�ticamente a la terminaci�n del armisticio." El 16 de febrero, el mando militar alem�n inform� oficialmente al Gobierno sovi�tico de la terminaci�n del armisticio con la Rep�blica de los Soviets, a contar del mediod�a del 18 de febrero, violando as� la condici�n estipulada de que el aviso de finalizar el armisticio deb�a darse siete d�as antes de iniciar la acci�n militar.
La cuesti�n de c�mo reaccionar ante el avance alem�n se plante� primeramente en la reuni�n del Comit� Central del Partido, de la noche del 17 de febrero. La proposici�n inmediata de Alemania de abrir nuevas negociaciones para la firma de la paz fue rechazada por seis votos contra cinco. En cambio, nadie vot� por "la guerra revolucionaria"; N. I. Bujarin, G. I. Lomov y A. A. Joffe "renunciaron a votar por plantearse as� la cuesti�n". Por mayor�a de votos se aprob� una resoluci�n "difiriendo la reanudaci�n de negociaciones de paz hasta que el avance se manifestase en grado suficiente y se haga notar su influencia sobre el movimiento obrero" Con tres abstenciones, se aprob� por los votos restantes la siguiente decisi�n: "Si es hecho el avance alem�n y no hay sublevaci�n revolucionaria en Alemania y Austria, tenemos que hacer la paz."
El 18 de febrero, iniciado ya el avance alem�n, el Comit� Central del Partido estuvo reunido todo el d�a, con breves interrupciones (en una de las actas se cita como hora "por la noche", sin mencionarse la de las otras dos). En la primera sesi�n, despu�s de intervenir Lenin y Zinoviev en favor de firmar la paz, y yo y N. I. Bujarin en contra, se rechaz� por siete votos contra seis la moci�n de "presentar inmediatamente una proposici�n para reanudar las negociaciones de paz". En la segunda sesi�n, o sea la de la noche, despu�s de hablar Lenin, Stalin, Sverdlov y Krestinsky en favor de reanudar las gestiones de paz, y Uritsky y Bujarin en contra, y de manifestarme yo en el sentido de no reanudarlas, sino solicitar de los alemanes sus condiciones, se someti� a votaci�n el punto siguiente: "�Debemos presentar inmediatamente al Gobierno Alem�n una proposici�n de concertar la paz en el acto?" Esta proposici�n fue aprobada por siete votos (Lenin, Smilga, Stalin, Sverdlov, G. Sokolnikov, Trotsky, Zinoviev) contra cinco (Uritsky, Lomov, Bujarin, Joffe, Kretinsky) y una abstenci�n (Stassova). Entonces se convino en formular una declaraci�n expl�cita del acuerdo y redactar el texto de la comunicaci�n que hab�a de dirigirse al Gobierno alem�n. Se puso a votaci�n la propuesta de Lenin sobre los puntos de que habla de constar el telegrama. Salvo dos abstenciones, el resto vol� por anotar y referirse a la dureza de las condiciones de paz; en el sentido de firmar, desde luego, las condiciones conocidas, indicando que no hab�a posibilidad de rechazar otras a�n peores, se pronunciaron siete contra cuatro y dos abstenciones. La tarea de formular el texto se deleg� en Lenin y en m�. Lenin escribi� acto seguido el radiograma, y,, con leves correcciones m�as, se aprob� �ste en la reuni�n conjunta de los Comit�s Centrales de los bolcheviques y de los essars de izquierda, mand�ndose las firmas del Consejo de Comisarios del Pueblo a Berl�n el 19 de febrero.
En la sesi�n del Consejo de Comisarios del Pueblo de 21 de febrero, los representantes de la izquierda essar votaron en contra de utilizar la ayuda de la Entente para contrarrestar el avance alem�n. Se hab�an iniciado negociaciones con los aliados sobre ayuda militar y t�cnica poco despu�s de la revoluci�n de octubre. Las llev�bamos Lenin y yo con los generales Lavergne y Niessel y el capit�n Jacques Sadoul por los franceses, y con el general Raymond Robbins por los norteamericanos. El 21 de febrero, en relaci�n con el continuado avance de los alemanes, el embajador franc�s Noulens me telegrafi�: "En su resistencia a Alemania, pueden contar con la cooperaci�n militar y econ�mica de Francia." Naturalmente, la diferencia entre el militarismo alem�n y el militarismo franc�s no era para nosotros cuesti�n de principio. Era s�lo cuesti�n de asegurar la necesaria neutralizaci�n de ciertas fuerzas antag�nicas a fin de salvar al Gobierno sovi�tico. (Pero el Gobierno franc�s no cumpli� su palabra.) Clemenceau proclam� una guerra santa contra los bolcheviques. Entonces nos vimos obligados a firmar la paz de Brest-Litovsk.
La respuesta al radiograma de los Soviets que bosquejaba las condiciones alemanas de paz se recibi� en Petrogrado a las diez y media de la ma�ana (del 23 de febrero). Comparadas con las condiciones de paz ofrecidas el 10 de febrero, las nuevas eran mucho peores. El Ej�rcito rojo deb�a evacuar inmediatamente Letonia y Estonia, que ocupar�a la Polic�a alemana; Rusia se compromet�a a concertar la paz con los Gobiernos burgueses de Ucrania, Finlandia, etc. Se discuti� (el mismo d�a) si se aceptaban los t�rminos de paz alemanes, primero en la sesi�n del Comit� Central del Partido bolchevique, y luego en una reuni�n conjunta de nuestro Comit� Central y el de los essars izquierdistas, y, por �ltimo, en la sesi�n plenaria del mismo Comit� Ejecutivo Central de toda Rusia. 
En la reuni�n del Comit� Central del Partido bolchevique, Lenin, Zinoviev, Sverdlov y Sokolnikov hablaron en favor de aceptar aquellas condiciones y firmar la paz. Bujarin, Dzerzhinsky, Uritsky y Lomov se manifestaron contrarios a ello. Yo declar� que, "de haber tenido unanimidad, pod�amos habernos encargado personalmente de organizar la defensa. Hubi�ramos podido hacerlo... Pero eso requer�a la m�xima unidad. Como no la hab�a, no quer�a cargar con la responsabilidad de votar por la guerra". El Comit� Central resolvi� por siete votos contra cuatro, con cuatro abstenciones, aceptar en el acto la proposici�n alemana, prepararse para una guerra revolucionaria y (un�nimemente, con tres abstenciones), efectuar una votaci�n entre los electores del Soviet en Petrogrado y Mosc�, para cerciorarse de la actitud de las masas respecto a la conclusi�n de la paz.
En aquella sesi�n del Comit� Central de 23 de febrero, Stalin declar�: "No necesitamos firmar, pero hay que iniciar enseguida negociaciones de paz." A lo que Lenin replic�: "Stalin no tiene raz�n al decir que no necesitamos firmar. Las condiciones deben firmarse. De no hacerlo firm�is la sentencia de muerte del Gobierno de los Soviets para dentro de tres semanas." (Y el acta dice adem�s: "El camarada Uritsky, contestando a Stalin, dijo que las condiciones hab�an de aceptarse o rechazarse, pero que ya no era posible entablar negociaciones.")
A cualquier enterado de los asuntos en aquellos momentos (incluso a un ardiente y tenaz defensor de una guerra revolucionaria contra la Alemania imperial como Uritsky) le era evidente la inutilidad de resistirse. La propuesta de Stalin obedec�a totalmente a la falta de una posici�n meditada. Ya el 18 de febrero, el Ej�rcito alem�n [hab�a ocupado] Minsk. Su avance se desarrollaba con extraordinaria rapidez. La pol�tica de retroceder se hab�a apurado hasta las heces. [Y, sin embargo,] Stalin propon�a [cinco d�as despu�s,] el 23 de febrero, no firmar la paz, sino... entablar negociaciones.
Stalin habl� de nuevo en la sesi�n del 23 de febrero, esta vez en defensa de la necesidad de firmar el tratado de paz. Aprovech� la ocasi�n para rectificarse igualmente en cuanto al punto de la revoluci�n internacional [al verse criticado] por Lenin. [Stalin dijo:] "Tambi�n nosotros apostamos por la Revoluci�n, pero vosotros cont�is por semanas, mientras que nosotros lo hacemos por meses." Esto se ajustaba enteramente al humor de aquellos d�as y a las palabras de Sergeyev (Artemio) [en la sesi�n del 24 (11) de enero de 1918], de que todos los miembros del Comit� Central estaban conformes en una cosa: en que sin la victoria de la Revoluci�n en el plazo m�s breve posible (seg�n Stalin de all� a pocos meses), la Rep�blica de los Soviets perecer�a. As�, por entonces prevalec�a un�nimemente el "trotskismo" en el Comit� Central del Partido.
Esencialmente, Stalin no adopt� una posici�n independiente en el per�odo de las negociaciones de Brest. Vacilaba, esperaba la ocasi�n, manten�a la boca cerrada... intrigaba. "El viejo espera a�n la paz -me dec�a, moviendo la cabeza en direcci�n a Lenin-, pero no la conseguir�." Luego, probablemente ir�a a decir a Lenin algo parecido respecto a m�. La verdad es que nunca se pon�a al' descubierto, seguramente porque nadie se interesaba por su opini�n ni por sus contradicciones. Tengo la certeza de que mi tarea principal, consistente en hacer nuestra actitud respecto a la paz lo m�s comprensible que pudiera al proletariado del mundo, era una consideraci�n secundaria para Stalin. �l estaba interesado por la "paz en un pa�s", lo mismo que despu�s hab�a de interesarse por el "socialismo en un pa�s". Durante la votaci�n decisiva se uni� a Lenin. S�lo al cabo de unos a�os, en provecho de su lucha contra el trotskismo se tom� la molestia de componer para su uso cierta apariencia de "punto de vista" sobre los acontecimientos de Brest. Comp�rese su actitud con la de Lenin, quien, dirigi�ndose al VII Congreso del Partido, el 8 de marzo, inmediatamente despu�s de la enconada lucha de facciones, dijo:

* "Adem�s, debo referirme a la posici�n del camarada Trotsky. Es necesario distinguir dos aspectos de su actividad; cuando comenz� las negociaciones en Brest, utiliz�ndolas espl�ndidamente para la agitaci�n, todos est�bamos de acuerdo con el camarada Trotsky... La t�ctica de Trotsky, en cuanto tend�a a ganar tiempo, era justa. Pero se hizo injusta cuando se declar� terminado el estado de guerra sin haber firmado a�n la paz... Pero como la Historia ha disipado aquello, no vale la pena recordarlo."

Evidentemente, hab�a una profunda diferencia entre la pol�tica de Lenin en todo el asunto de la crisis de Brest-Litovsk y la pol�tica de Stalin, que estaba m�s cerca de Zinoviev. Debe consignarse que �nicamente Zinoviev tuvo el valor de reclamar la inmediata firma de la paz, profetizando que la suspensi�n de las negociaciones llevar�a de seguro a una agravaci�n de las condiciones inmediatamente; pero Lenin pensaba que dando largas a las negociaciones de paz se hac�a agitaci�n revolucionaria y que las tareas de la revoluci�n internacional estaban por encima de las consideraciones patri�ticas, por encima de las condiciones territoriales y de todo otro orden del tratado de paz. Para Lenin, la cuesti�n era asegurarse un respiro en la lucha por la revoluci�n internacional. Stalin seguramente opinaba que la revoluci�n internacional era algo "potencial" con lo que no pod�a contarse. Verdad es que m�s tarde, rectific� estas palabras, para imponerse a otros, pero, en esencia, la revoluci�n internacional en aquellos d�as, como mucho m�s tarde, sigui� siendo para �l una f�rmula sin vida, de nula utilidad para la pol�tica pr�ctica.
Precisamente en la �poca de esta crisis fue cuando se vio claro que los factores de la pol�tica mundial eran inc�gnitas para Stalin. Nada sab�a de ellas, ni le interesaban. Entre las capas mejor preparadas de los trabajadores alemanes se entablaban discusiones apasionadas sobre las negociaciones iniciadas por los bolcheviques con objeto de concertar la paz. No pocos exteriorizaban la opini�n de que los bolcheviques y el Gobierno de los Hohenzollern estaban representando una comedia en la que el desenlace era conocido de antemano. La lucha por la revoluci�n requer�a que aclar�semos a los trabajadores que no pod�amos proceder de otra manera, que los enemigos nos arrollaban y nos ve�amos forzados a firmar el tratado de paz. Precisamente por esa raz�n, el avance alem�n era nuestra mejor prueba de la �ndole obligada del tratado. Un ultim�tum de Alemania no hubiera sido bastante; un ultim�tum pudiera haberse tornado tambi�n como parte de la comedia ensayada. Era muy diferente, en cambio, el movimiento efectivo de las tropas alemanas, la ocupaci�n de ciudades y de efectos militares. Est�bamos perdiendo una enorme riqueza, pero gan�bamos a su costa la confianza pol�tica de la clase trabajadora de todo el mundo. Tal era el sentido del desacuerdo.

Seg�n el texto de la Constituci�n, un Comisariado del Pueblo se compon�a del presidente y de la Junta que constaba, a su vez, de media docena y hasta de una docena de miembros. No era tarea f�cil dirigir un departamento. Seg�n Pestkovsky, "todos los miembros de la Junta sobre Asuntos Nacionales estaban en oposici�n con Stalin, y con frecuencia dejaban a su comisario del Pueblo en minor�a" El contrito autor se apresura a a�adir: "Stalin decidi� reeducarnos, y a ello se consagr� con perseverancia, poniendo en tal prop�sito infinita perspicacia y discreci�n." Es l�stima que Pestkovsky no entre en pormenores sobre este aspecto de la cuesti�n. Pero s� nos enteramos por �l del original modo de resolver Stalin sus conflictos con la Junta. "A veces perd�a la paciencia -relata Pestkovsky-, pero nunca lo demostraba durante las reuniones. En esos casos, cuando a causa de nuestras inacabables discusiones en las conferencias se impacientaba, sal�a de la habitaci�n con gran habilidad; "por un momento" desaparec�a de pronto de la habitaci�n para retirarse a un rinc�n del Smolny, y m�s tarde del Kremlin. Era imposible encontrarle. Al principio sol�amos esperarle; pero, al cabo, aplaz�bamos la reuni�n. Yo me quedaba solo en nuestro despacho com�n, aguardando pacientemente su vuelta, pero en vano. En aquellos momentos sol�a sonar el tel�fono; era Vladimiro Ilich llamando a Stalin. Le �Replicaba que Stalin hab�a desaparecido, y �l contestaba invariablemente: "Buscadle en seguida." No era cosa f�cil. Sal�a a dar una larga carrera por los corredores interminables del Smolny o del Kremlin en busca de Stalin, para encontrarte en los sitios m�s inesperados. Un par de veces le hall� en el cuarto del marinero camarada Vorontsov, en la cocina, tendido en un div�n y fumando una pipa mientras cavilaba sobre su tesis."
No menos colorido hay en la descripci�n que hace Pestkovsky de la b�squeda de local para el Comisariado en Mosc�, cuando el Gobierno se traslad� all� en marzo siguiente desde Petrogrado. Entre los Departamentos se desencaden� una furiosa pelea por las casas particulares de los comerciantes. El Comisariado Popular de Nacionalidades no consigui� absolutamente nada al principio. "Yo puse a contribuci�n a Stalin." Ignoro a qui�n pondr�a Stalin a contribuci�n. "Al poco tiempo, el Comisariado Popular de Nacionalidades estaba en posesi�n de varias casas particulares. La Oficina central y los bielorrusos se alojaron en la Povarskya; los letones y los estonios en la Nikitskaya; los polacos en el Arbat los jud�os en Prechistenka, y los t�rtaros en un local de la ribera. Adem�s, Stalin y yo ten�amos despachos en el Kremlin. Stalin no pareci� satisfecho ni mucho menos con la situaci�n. "Ahora es completamente imposible teneros a todos a la vista. Deber�amos encontrar una casa grande y estar all� todos reunidos." Esta idea no le abandon� un solo minuto. Pocos d�as despu�s, me dijo: "Nos han dado el 'Gran Hotel' de Siberia, pero el Consejo Supremo de Econom�a Nacional se lo ha apropiado. Sin embargo, yo no pienso ceder. Di a Alliluyeva que escriba lo siguiente en varias cuartillas: Estos locales est�n ocupados por el Comisariado Popular de Nacionalidades. Y ll�vate unas chinches.""
Alliluyeva, futura esposa de Stalin, era mecan�grafa en el Comisariado de Nacionalidades. Armados de las m�gicas cuartillas y de chinches, Stalin y su ayudante fueron en autom�vil a la calle de Zlatoustensky. "Ya estaba oscureciendo. La entrada principal del hotel estaba cerrada. En la puerta se ve�a un trozo de papel con el siguiente texto: "Esta casa est� ocupada por el Consejo Supremo." Stalin lo arranc�, y en su lugar pusimos nuestros letreros. "Ya no nos queda m�s que entrar aqu�", dijo Stalin. No era f�cil hacerlo. Con gran dificultad encontramos la entrada posterior. Por una raz�n ignorada la electricidad no funcionaba. Nos alumbramos con cerillas. En el segundo piso tropezamos con un largo pasillo. Clavamos nuestros avisos en varias puertas, al azar. Cuando lleg� el momento de volvernos se nos hab�an terminado los f�sforos. Al bajar en la m�s completa oscuridad, nos ca�mos hasta el piso de abajo y casi nos rompimos la cabeza. Al fin, pudimos encontrar el camino hasta nuestro autom�vil."
Exige alg�n esfuerzo de imaginaci�n figurarse a un miembro del Gobierno, al amparo de la oscuridad, entrando violentamente en un edificio ocupado por otro Ministerio, arrancando unos avisos y poniendo otros en su lugar. Puede decirse con certeza que no se le hubiera ocurrido tal cosa a ning�n otro comisario del Pueblo miembro del Comit� Central. En este rasgo reconocemos al Koba de los d�as de la c�rcel de Bak�. Stalin no pod�a menos de saber que la cuesti�n discutible de un edificio hab�a de decidirse en �ltima instancia por el Consejo de Comisarios del Pueblo ante un hecho consumado. El intento fracas�; el edificio fue concedido al Consejo Supremo de Econom�a Nacional, que era un Ministerio m�s importante. Ya ten�a Stalin otra rencilla secreta contra Lenin.
La mayor�a de la Junta razonaba, seg�n el relato de Pestkovsky, del siguiente modo: toda opresi�n nacional era solamente una de las manifestaciones de la opresi�n de clase. La Revoluci�n de octubre ha destruido la base de la opresi�n clasista. Por consiguiente, no hab�a necesidad de organizar en Rusia rep�blicas y regiones Aut�nomas. La divisi�n territorial deb�a hacerse s�lo con sujeci�n a normas econ�micas. "...La oposici�n a la pol�tica leninista, por extra�o que parezca de primera intenci�n, era especialmente fuerte entre los bolcheviques no rusos (letones, ucranianos, armenios, jud�os, etc.). Los bolcheviques de las tierras fronterizas que sufr�an opresi�n se hab�an formado en la lucha con partidos nacionalistas, y se inclinaban a rechazar, no s�lo el veneno del patrioterismo, sino incluso las reivindicaciones sociales progresivas. La Junta del Comisariado Popular de Nacionalidades contaba con dos no rusos rusificados, que opon�an su abstracto internacionalismo a las necesidades de desenvolvimiento de las nacionalidades oprimidas. Realmente, su pol�tica apoyaba la vieja tradici�n de la rusificaci�n, y era intr�nsecamente un peligro especial en las circunstancias de la guerra civil."
El Comisariado Popular de Nacionalidades se cre� para organizar todas las antiguas naciones oprimidas de Rusia mediante Comisariados nacionales (como el armenio, el bielorruso, el jud�o, el let�n, el musulm�n -llamado m�s tarde t�rtarobashkir-, el polaco y las secciones de los monta�eses del C�ucaso, los alemanes, los kirghises, los ucranianos, los chuvash, los estonios, los calmucos, los yugoslavos, los checoslovacos -para servir a los prisioneros militares checos-, los votiacos y los komis). El Comisariado trataba de organizar la educaci�n de las nacionalidades sobre una base sovi�tica. Publicaba un peri�dico semanal, La Vida de las Nacionalidades, en ruso, y varias publicaciones en diversas lenguas nacionales. Pero se dedicaba principalmente a organizar rep�blicas nacionales y regionales, para encontrar los necesarios cuadros dirigentes entre los mismos naturales de ellas; a la orientaci�n general de las entidades territoriales reci�n organizadas, y a cuidar de las minor�as nacionales que resid�an fuera de su propio territorio segregado. A los ojos de las nacionalidades atrasadas que por primera vez se vieron solicitadas por la Revoluci�n a llevar una existencia nacional independiente, el Comisariado de Nacionalidades ten�a una indudable autoridad. Les abr�a las puertas que llevaban a una vida independiente dentro del marco del r�gimen sovi�tico. En aquella esfera, Stalin era un ayudante insustituible para Lenin. Stalin conoc�a la vida del pueblo aborigen del C�ucaso, �ntimamente, como s�lo un nativo pod�a conocerla. Llevaba aquel primitivismo en la sangre. Le gustaba la sociedad de aquella gente, encontraba un lenguaje com�n para conversar con ellos, no recelaba que pudiesen superarle en nada, y, por consiguiente, los trataba con aire democr�tico, amistoso. Lenin apreciaba estas cualidades de Stalin, que otros no compart�an, y en todos sentidos trat� de respaldar la autoridad de Stalin frente a toda clase de delegaciones nacionales. "Tr�talo con Stalin. Conoce bien ese asunto. Sabe c�mo andan las cosas. Discute el asunto con �l." Tales consejos salieron de sus labios centenares de veces. En todas aquellas ocasiones en que Stalin ten�a serios conflictos con los delegados nacionales, o con su propia Junta, se acud�a al Politbur�, donde todas las cuestiones en litigio se resolv�an invariablemente en favor de Stalin. Esto reforz�, seguramente, su autoridad a�n m�s en el concepto de los c�rculos rectores de las nacionalidades atrasadas: del C�ucaso, del Volga, de Asia. La nueva burocracia de las minor�as nacionales lleg� a ser m�s tarde un baluarte no despreciable del poder de Stalin.
El 27 de noviembre de 1919 se celebr� en Mosc� el 11 Congreso de Organizaciones comunistas musulmanas de toda Rusia y de los pueblos del Este. Abri� el Congreso Stalin en nombre del Comit� Central del Partido. Fueron elegidos cuatro miembros honorarios: Lenin, Trotsky, Zinoviev y Stalin. El presidente del Congreso, Sult�n-Galiyev, uno de los que despu�s tuvieron mal fin, propuso que el Congreso saludara a Stalin como "uno de esos luchadores que arden con una llama de odio contra el imperialismo internacional". Pero es muy caracter�stico para la gradaci�n de los dirigentes en aquel tiempo, que incluso en este Congreso terminase el informe de Sult�n-Galiyev sobre la revoluci�n pol�tica en general con la salutaci�n: "�Viva el Partido Comunista ruso! �Vivan sus dirigentes, camaradas Lenin y Trotsky! " Aun este Congreso de los Pueblos del Este, celebrado bajo la direcci�n inmediata de Stalin, no crey� necesario incluir a Stalin entre los l�deres del Partido. 
Stalin fue comisario Popular de Nacionalidades desde el momento de la Revoluci�n hasta la liquidaci�n del Comisariado en 1923, al crearse la Uni�n Sovi�tica y el Consejo de Nacionalidades del Comit� Ejecutivo Central de la U.R.S.S. Puede considerarse firmemente comprobado que, por lo menos hasta mayo de 1919, Stalin no tuvo mucho quehacer con los asuntos del Comisariado. Al principio, Stalin no escrib�a los editoriales de La Vida de las Nacionalidades; luego, cuando el peri�dico empez� a salir en formato grande, comenzaron a aparecer los editoriales de Stalin un n�mero tras otro. Pero la productividad literaria de Stalin no era grande, y fue disminuyendo de a�o en a�o. En 1920-1921 s�lo encontramos dos o tres art�culos suyos. En 1922, ni uno solo. Por entonces, Stalin se hab�a pasado por completo a la pol�tica de m�quina.
En 1922, el Consejo de direcci�n del peri�dico dec�a: "Al iniciar la publicaci�n de La Vida de las Nacionalidades, el camarada Stalin, comisario Popular de Asuntos de las Nacionalidades, tom� en ella parte activa. Escribi� en aquel peri�dico no s�lo art�culos editoriales, sino tambi�n a menudo revistas informativas y colaboraba con notas para la secci�n de "Vida del Partido" y otras." Leyendo estas colaboraciones, reconocemos al antiguo director de las publicaciones de Tiflis y de la Pravda de San Petersburgo en 1913.
As�, en varios n�meros, dedic� su atenci�n al Este. �sta fue una idea directriz de Lenin. Puede seguirse en varios de sus art�culos y discursos. Indudablemente, el inter�s de Stalin por el Este revest�a en gran medida car�cter personal. �l mismo era natural del Este. Si ante representantes del Oeste, desconocedor como era de la vida occidental y de sus lenguas, se encontraba siempre apurado, con representantes de las naciones atrasadas del Este, cuya suerte depend�a en considerable proporci�n de �l en calidad de comisario, se hallaba incomparablemente m�s a gusto y pisaba terreno m�s firme. La idea b�sica era de Lenin. Pero en Lenin, las perspectivas del Este y del Oeste estaban �ntimamente trabadas. En primer plano, en 1918, estaban los problemas de Occidente, no de Oriente; la guerra se hallaba a punto de terminar, hab�a motines en todos los pa�ses, revoluciones en Alemania y Austria-Hungr�a y en otras partes. Por ejemplo, el art�culo de Stalin titulado No hay que olvidar el Este apareci� en el n�mero de 24 de noviembre de 1918, esto es, coincidiendo con la revoluci�n en Austria-Hungr�a y en Alemania. Todos nosotros hab�amos mirado estas revoluciones como precursoras de las revoluciones socialistas de Europa. Y entonces escrib�a Stalin que "sin el movimiento revolucionario en el Este, es in�til pensar en el triunfo final del socialismo"; en otras palabras, Stalin consideraba el triunfo del socialismo imposible, no s�lo en Rusia, sino en Europa, sin el despertar revolucionario del Este. Aquello era una repetici�n de la idea directriz de Lenin; pero en esa repetici�n hab�a una divisi�n, no s�lo de trabajo, sino tambi�n de intereses: Stalin no ten�a absolutamente nada que decir con referencia a las revoluciones del Oeste. No conoc�a Alemania, su vida ni su lengua, y otros escrib�an sobre ello con mucho m�s conocimiento de causa. Stalin se encontraba sobre el Este.
En 1 de diciembre de 1918, Stalin escribi� en La Vida de las Nacionalidades un art�culo titulado "Ucrania se est� liberando." Era la misma vieja ret�rica seminarista. La repetici�n ocupa el puesto de otros recursos: "No dudamos de que el Gobierno Sovi�tico de Ucrania ser� capaz de ofrecer la debida resistencia a sus nuevos hu�spedes importunos, los esclavizadores venidos de Inglaterra y Francia. No dudamos de que el Gobierno Sovi�tico de Ucrania sabr� desenmascarar la misi�n reaccionaria de tales hu�spedes", y as� ad nauseam. En un art�culo publicado en la misma revista el 22 de diciembre de 1918, escrib�a: "Con ayuda de las mejores fuerzas comunistas, la m�quina estatal sovi�tica (en Ucrania) se est� reorganizando. Los miembros del Comit� Central de los Soviets en Ucrania tienen a su frente al camarada Pyatakov..." Las mejores fuerzas comunistas que compon�an el Gobierno de Ucrania eran: Pyatakov, Vorochilov, Sergeyev (Artemio), Kviring, Zatonsky y Kotsubinsky. De todos ellos s�lo Vorochilov ha sobrevivido y lleg� a mariscal. Sergeyev (Artemio) muri� en accidente; los dem�s fueron ejecutados sin reservas o desaparecieron sin dejar huellas. Tal fue el sino de "las mejores fuerzas comunistas".
El 23 de febrero public� un editorial titulado Dos campos, en el que dec�a, entre otras cosas: "El mundo se ha dividido resuelta e irrevocablemente en dos campos: el campo del imperialismo y el campo del socialismo... Las olas de la revoluci�n socialista crecen sin freno, y asaltan las fortalezas del imperialismo... Su fragor resuena en las tierras de los pueblos oprimidos... Bajo los pies del imperialismo, el suelo se enciende..." A pesar de las olas, estas im�genes son estereotipadas, y no est�n muy de acuerdo unas con otras. En todo ello se advierte cierto tonillo de insinceridad bajo el �nfasis de la pobreza de estilo burocr�tico. El 9 de marzo de 1919, La Vida de las Nacionalidades public� un art�culo de Stalin bajo el t�tulo de Despu�s de dos a�os, que expresaba sus conclusiones: "La experiencia de los dos a�os de lucha del proletariado confirma cuanto vaticin� el bolchevismo..., la inevitabilidad de la revoluci�n proletaria mundial..." En aquellos d�as, la perspectiva del bolchevismo no se hab�a reducido a socialismo en ning�n otro pa�s. Del mismo tipo eran todos los dem�s art�culos, todos ellos completamente horros de originalidad de pensamiento y de atractivos de forma. Los art�culos eran francamente de car�cter doctoral, sin sustancia, lacios y falsos.
El 7 de noviembre (esto es, el tercer aniversario de la Revoluci�n de octubre), encontramos a Stalin en Bak�, donde habl� en la sesi�n solemne de los Soviets, pronunciando un informe titulado Tres a�os de dictadura proletaria. En el Congreso del Pueblo de Daguest�n, el 13 de noviembre, Stalin proclam� la autonom�a de Daguest�n. "El discurso del camarada Stalin -seg�n nos informa el peri�dico del Comisariado de Nacionalidades- fue interrumpido en varios de sus pasajes por tempestades de aplausos y la Internacional, y termin� en medio de una ovaci�n estruendosa." El 17 de noviembre, en el Congreso del Pueblo del Territorio de Terek, celebrado en Vladikavkaz, Stalin en persona "proclam� la autonom�a sovi�tica del Pueblo de Gurian", y se present� con un informe sobre la mencionada Rep�blica Sovi�tica aut�noma de Gurian. Entre el 18 y el 21 de diciembre de 1920 tuvo lugar la primera Conferencia de Rep�blicas Aut�nomas, territorios y, regiones de toda Rusia. Kaminsky transmiti� a la Conferencia saludos en nombre de Stalin, que no pudo asistir por hallarse enfermo. La moci�n para enviar un saludo a Stalin se aprob� por unanimidad. Pero en ese Congreso de los Pueblos del Este, dicen las actas: "Fueron elegidos presidentes honorarios del Congreso: los camaradas Lenin, Zinoviev y Trotsky... Estruendosos aplausos... Miembros honorarios de la presidencia fueron elegidos... y Djugashvili-Stalin..." �Otra vez en �ltimo lugar!
En Viena, asesorado por Lenin, hab�a escrito Stalin una obra interesante sobre el problema nacional, pero su intento de continuarla independientemente en Siberia dio tal resultado que Lenin juzg� imposible publicar siquiera su art�culo. En la Conferencia de marzo de 1917, Stalin desarrollaba la tesis de que la opresi�n nacional es producto del feudalismo, perdiendo totalmente de vista el imperialismo como principal factor de la opresi�n nacional en nuestra �poca. En 1923 situaba en el mismo plano del nacionalismo granruso, que ten�a tras s� tradiciones seculares y la opresi�n de naciones d�biles, el nacionalismo defensivo de estas �ltimas. Estos errores palmarios, errores estalinistas, son explicables en conjunto, como ya se ha apuntado, por el hecho de que no una sola cuesti�n en que se eleve a una concepci�n sistem�tica. Se sirve de proposiciones inconexas del marxismo conforme las necesita de momento, eligi�ndolas como quien escoge zapatos por el tama�o de una zapater�a. Por eso se contradice con tanta facilidad a cada nuevo sesgo de los acontecimientos. As�, aun en el campo del problema nacional, que se convirti� en su especialidad, Stalin no pudo llegar a un concepto integral.
"Reconocer el derecho a la secesi�n no significa recomendarla -escrib�a en Pravda el 10 de octubre del a�o 1920-. La secesi�n de las comarcas lim�trofes hubiese minado el poder revolucionario de la Rusia central, que estimulaba el movimiento liberador del Oeste y del Este. Las naciones lim�trofes segregadas hubieran ca�do inevitablemente bajo la dominaci�n del imperialismo internacional. Basta echar una ojeada a Georgia, Armenia, Polonia, Finlandia, etc., que se han separado de Rusia y s�lo conservan una mera ilusi�n de independencia, puesto que, en realidad, se han convertido en vasallas incondicionales de la Entente. Basta recordar la reciente historia de Ucrania y de Azerbaijan, la primera violada por el capitalismo alem�n, y el segundo por la Entente para comprender en toda su plenitud el sentido contrarrevolucionario de la exigencia de secesi�n de un pa�s lim�trofe en las condiciones internacionales reinantes."
"La oleada revolucionaria del Norte -escrib�a Stalin en el primer aniversario de la Revoluci�n de octubre- se ha difundido por toda Rusia, inundando una comarca tras otra. Pero en este punto se ha encontrado con un dique formado por los "Consejos nacionales" y los "Gobiernos" territoriales (Don, Kub�n, Siberia), que se organizaron incluso antes de octubre. Burgueses por naturaleza, no deseaban de ning�n modo destruir el viejo mundo burgu�s. Antes al contrario, juzgaban deber suyo preservarlo y robustecerlo con todas sus fuerzas. Naturalmente, se convirtieron en focos de reacci�n, agrupando en torno suyo cuanto hab�a de contrarrevolucionario en Rusia... Pero la lucha de los "Gobiernos nacionales" y territoriales (contra el Centro sovi�tico) result� desigual. Atacados por ambos lados, de fuera por el Gobierno sovi�tico, y de dentro por sus propios trabajadores y campesinos, los "Gobiernos nacionales" hubieron de retroceder despu�s del primer choque... Completamente derrotados, los "Gobiernos nacionales" tuvieron que solicitar ayuda, contra sus propios trabajadores y campesinos, de los imperialistas de Occidente."
As� comenz� la ola de intervenci�n extranjera y la ocupaci�n de las comarcas lim�trofes, pobladas predominantemente por nacionalidades no rusas, que no pod�an menos de odiar a Koltchak, Denikin, Wrangel, o a su polic�a imperialista y rusificante. En un informe que present� Stalin en Bak�, el 8 de noviembre de 1920, con el t�tulo de Tres a�os de revoluci�n proletaria, encontramos las siguientes palabras decisivas: "No cabe duda de que nuestro camino dista mucho de ser f�cil, pero tampoco es dudoso que no nos asustan las dificultades..." Parafraseando ciertas palabras de Lutero, Rusia podr�a haber dicho: "Aqu� estoy, en la frontera entre el viejo mundo capitalista y el mundo socialista; en esta frontera uno los esfuerzos de los proletarios del Oeste con los del campesinado del Este, para echar abajo el viejo mundo. �Que el dios de la Historia me ayude!"
[Seg�n] Petskovsky:

* "En la primavera de 1918, el Comit� Central decret� crear la Rep�blica t�rtaro-bashkir. Para dar cumplimiento a esta decisi�n m�s concretamente, se convoc� en el mes de mayo una Conferencia en Mosc�, compuesta de representantes del Partido y organizaciones sovi�ticas del territorio del Ural, representantes de las nacionalidades t�rtara y bashkir, y funcionarios del Comisariado Popular de Nacionalidades.

"Los delegados del territorio del Ural en esta Conferencia eran los camaradas Syromolotov y Tintul, y tra�an con ellos a un comunista bashkir "aut�ntico", el camarada Shamigulov. Los tres eran adversarios resueltos de la creaci�n de la Rep�blica t�rtaro-bahkir, consider�ndola en cierto modo como una concesi�n al nacionalismo panisl�mico. Habiendo recibido este inesperado refuerzo, nosotros, los "izquierdistas" de la Junta del Comisariado de Nacionalidades, cobramos �nimos y resolvimos oponer firme resistencia al "oportunismo" de Stalin. De este modo, los partidarios de crear una Rep�blica se encontraron en minor�a. El �nico que resueltamente apoy� a Stalin fue Nur-Vajitov, dirigente de los comunistas t�rtaros, con Ibragimov, un essar de izquierda representante de los t�rtaros de Ufa. El comunista �nico de Bashkir, Shamigulov,, se expres� en contra de la Rep�blica, estim�ndole una concesi�n innecesaria al nacionalismo. Peor fue la conducta de otro bashkir, Manatov. En la reuni�n vot� por la Rep�blica, para no "re�ir con sus superiores", pero en el vest�bulo nos estimulaba a luchar resueltamente contra su creaci�n, porque, a su parecer, los bashkires no deseaban formar con los t�rtaros en una misma Rep�blica.
"Despu�s convoc� Stalin una sesi�n de la Conferencia y declar� que, por haber resuelto de antemano el asunto el Comit� Central, hab�a que votar en favor de la organizaci�n de la Rep�blica; nos resistimos, y despu�s de protestar contra la decisi�n del asunto antes de haber reunido la Conferencia, abandonamos el mitin de fracci�n y nos negamos a participar en ulteriores deliberaciones del Consejo. Al mismo tiempo nos mof�bamos de Stalin, diciendo que "se quedaba con un essar de izquierda". Aquello nos vali� una reprimenda escrita del Comit� Central."

Despu�s de proclamada la Rep�blica aut�noma de Bashkir en noviembre de 1917, brot� de las masas una gran simpat�a por el Gobierno sovi�tico. La direcci�n de estas masas de Bashkir pas� a manos de los elementos nacionalistas acaudillados por Zak-Validov, que representaba los intereses de los burgueses kulaks de la poblaci�n. Gradualmente, este grupo degener� en una avanzada de actividad antisovi�tica, y estableci� contacto con Dutov y Koltchak. Sin embargo, por presi�n de las masas, despu�s de liquidar Koltchak la autonom�a de Bashkir, Zar-Validov se vio forzado a entablar negociaciones con el Gobierno sovi�tico. En febrero de 1919, despu�s de la liquidaci�n por parte de Koltchak, el Gobierno de Bashkir se pas� al lado del Gobierno sovi�tico, y hacia fines del mismo mes, en Simbirsk, en el Cuartel general del frente Este, la delegaci�n del Gobierno bashkir firm� un acuerdo preliminar que garantizaba la autonom�a al pueblo bashkir a condici�n de establecer un Gobierno a base de la Constituci�n sovi�tica y de actuar en com�n los destacamentos bashkires con el Ej�rcito rojo contra los blancos, entre otros puntos.
A primeros de marzo de 1919, Stalin comenz� en Mosc� las negociaciones con la delegaci�n bashkir a prop�sito de crear la Rep�blica Sovi�tica de Bashkiria. El resultado de estas negociaciones fue el convenio del Gobierno' sovi�tico central con el Gobierno de Bashkir respecto a la Bashkiria sovi�tica aut�noma, concertado el 20 de marzo de 1919. A primeros de marzo tambi�n tuve que salir de Mosc�, habiendo declinado participar en el VIII Congreso del Partido en vista de los reveses militares sufridos en las cercan�as de Ufa. Stalin continu� tranquilamente en Mosc�, en el Congreso, y hasta el 20 del mismo mes llev� adelante las negociaciones con la delegaci�n bashkir. Sin embargo, los historiadores contempor�neos de Bashkiria apenas citan a Stalin en relaci�n con este asunto. [Las dos citas siguientes (la primera de Antagulov y la segunda de Samoilov) son t�picas]:

1

"La lucha entre los camaradas rusos y bashkires se hizo m�s honda, y comenz� una anarqu�a completa. En un sitio los rusos eran detenidos en nombre del Gobierno de Bashkiria; en otros, los bashkires eran detenidos en nombre del Gobierno local. El viaje del camarada Trotsky a Ufa coincidi� casualmente con esta situaci�n (marzo de 1920). Los funcionarios bashkires comenzaron de nuevo negociaciones con el Gobierno sovi�tico en la persona del camarada Trotsky, y consiguieron ponerse de acuerdo en muchos puntos."

2

"Entretanto, como resultado de informaciones recibidas de Bashkiria, el Centro dedic� no escasa atenci�n al asunto bashkir. A mediados de marzo, el camarada Trotsky, que lleg� a Ufa con poderes especiales, nos llam� all� para conferenciar sobre las cuestiones bashkires. A aquella conferencia de Sterlitamak, representando a los bashkires acudieron Validov, Tujvatulin, Rajmatuvin y Kasprensky representando al Comit� territorial, y a los funcionarios del Centro, fueron Dudnik, Samoilov, Sergeyev (Artemio), Preobrazhensky, y el presidente del Comit� Ejecutivo provisional de Ufa, Eltsin."

Durante los a�os iniciales del r�gimen sovi�tico, el bolchevismo en Ucrania era d�bil. La causa debe buscarse en la estructura nacional y social del pa�s. Las ciudades, cuya poblaci�n estaba constituida por granrusos, jud�os, polacos y s�lo en peque�a proporci�n por ucranianos, eran en grado considerable una especie de colonias. Entre los obreros industriales de Ucrania, buena parte eran granrusos. Entre la ciudad y el campo hab�a un abismo casi imposible de salvar. Aquellos intelectuales ucranianos que se interesaban por la aldea, por el idioma y la cultura ucranianos, encontraban en la ciudad una acogida semiburlona, y aquello, naturalmente, los impel�a con resentimiento en direcci�n al patrioterismo. Las facciones socialistas no ucranianas de las ciudades no ten�an sentido de afinidad con la vida de las masas en los pueblos. En las ciudades ucranianas representaban la cultura de los granrusos con la que la mayor�a de ellos, especialmente los intelectuales jud�os, no estaban sobradamente familiarizados. De ah�, en buena parte, el car�cter ex�tico del bolchevismo ucraniano, la ausencia del mismo durante el per�odo en que pudo haber echado s�lidas ra�ces, su profunda independencia, y los m�ltiples conflictos, reyertas y constantes disputas faccionales intestinas.
Era deber de Stalin, en su calidad de comisario popular de Nacionalidades, no perder de vista el desarrollo del movimiento nacionalista en Ucrania. S�lo par eso estaba m�s �ntimamente relacionado que otros con el Partido bolchevique ucraniano. Aquella afinidad comenz� ya en 1917, poco despu�s de la Revoluci�n de octubre, y se prolong� varios a�os. En Ucrania, Stalin representaba al Comit� Central ruso de los bolcheviques. En cambio, en ciertos Congresos generales del Partido representaba a las organizaciones ucranianas. Esto era corriente por aquella �poca. Tom� parte en las conferencias del Partido Comunista ucraniano como uno de sus dirigentes efectivos, y como la vida de la organizaci�n ucraniana se consum�a en gran parte en continuas querellas, conflictos y agrupaciones faccionales, Stalin se sent�a en tal atm�sfera como un pez en el agua.
Su per�odo ucraniano estuvo lleno de deslices, y por eso permanece totalmente, secreto. [Los relatos oficiales estalinianos, obligados a consignar un fracaso tras otro en el intento de imponer la l�nea del Partido en Ucrania durante toda la permanencia de Stalin al frente del Comisariado Popular de Nacionalidades, soslayan cuidadosamente toda menci�n de su nombre en conexi�n con la epidemia de fracasos. No afirman que, en fin de cuentas, "los errores en las cuestiones campesina y nacional cometidos en Ucrania a principios de 1919, y que contribuyeron a la calda del Gobierno sovi�tico all�" se deb�an a la poco adecuada defensa que Stalin hizo de la pol�tica fijada por el Comit� Central del Partido Comunista ruso. Criticando este desacierto, dec�a Lenin: "S�lo una parte muy peque�a de las granjas bien administradas debieran convertirse en granjas sovi�ticas, pues de otro modo no nos entenderemos con los campesinos... Necesitamos una pol�tica similar a la que nos hizo falta a fines de 1917 y muchos meses de 1918... Por consiguiente, hemos de dedicar un gran n�mero de granjas sovi�ticas al reparto general de tierras."]
[Al presentarse en la IV Conferencia del Partido de toda Ucrania el 16 de marzo de 1920, como representante plenipotenciario del Comit� Central, armado de la expl�cita resoluci�n de aquel organismo sobre la cuesti�n ucraniana, Stalin se hall� de nuevo frente a una abigarrada oposici�n, cuyo punto de vanguardia eran los adeptos de la tendencia del "centralismo democr�tico" de Sapronov, derrotada al discutirse en la Conferencia del Partido de toda Rusia en diciembre anterior. Esta vez se conoc�an de antemano todos los argumentos de esa oposici�n, y el comisario popular de Nacionalidades adujo las refutaciones que para el caso le hab�a preparado Trotsky, a quien confi� dicha tarea el Politbur�. Sin embargo, fue derrotado en la liza de la Conferencia ucraniana. El Comit� Central tuvo que intervenir disolviendo el Comit� Central ucraniano elegido por la IV Conferencia y haciendo volver de Ucrania a varios funcionarios adictos al chauvinismo granruso, antes de que pudieran difundir su pol�tica, que insist�a sobre la inflexible imposici�n del principio de la "autodeterminaci�n de las naciones". El punto cardinal de la resoluci�n del Comit� Central adoptado en la Conferencia del Partido en toda Rusia, celebrada en diciembre de 1919, declaraba: ]

"En vista del hecho de que la cultura ucraniana... ha sido suprimida durante siglos por el zarismo y las clases explotadoras de Rusia, el Comit� Central del Partido Comunista ruso hace obligatorio para todos los miembros del Partido contribuir por todos los medios a orillar cualquier obst�culo que se oponga al libre desenvolvimiento de la lengua y la cultura ucranianas. A causa de siglos de opresi�n, las tendencias nacionalistas se encuentran entre los sectores m�s atrasados de las masas ucranianas, y teniendo esto en cuenta, es deber de los miembros del Partido tratarlos con extrema tolerancia y discreci�n, ofreci�ndoles una amistosa explicaci�n de la identidad de intereses de las masas trabajadoras de Ucrania y de Rusia. Los miembros del Partido... deben imponer efectivamente el derecho de las masas trabajadoras a estudiar en lengua ucraniana y usar �sta en todas las instituciones sovi�ticas...,, esforz�ndose por hacer de la lengua ucraniana un arma para la educaci�n comunista de las masas obreras. Deben emprenderse en el acto gestiones para conseguir un n�mero suficiente de funcionarios, en todas las instituciones sovi�ticas, que conozcan el idioma ucraniano, procurando que, en lo sucesivo, todos los empleados est�n en condiciones de hablar dicho idioma."

Esto deber�a haber sido una tesis de f�cil defensa. Aunque, por regla general, Stalin no era un polemista afortunado, considerando la relaci�n de fuerzas sorprende su derrota, de todos modos. Es muy posible que habiendo advertido desde un principio que la actitud de la Conferencia era adversa a su tesis, Stalin resolviera jugar al ganapierde, dando a entender por intermediarios que defend�a aquella tesis, no por propia convicci�n, sino por cuesti�n de disciplina. De este modo pod�a contar con matar dos p�jaros de un tiro: ganarse la simpat�a de los delegados ucranianos y transferir la abominaci�n de la derrota sobre m�, como autor de la tesis. �Semejante intriga cab�a muy bien en la �ndole del hombre!
[Los siguientes documentos de la �poca arrojan nueva claridad sobre la sovietizaci�n de Georgia]:

1

* Al Consejo Revolucionario de Guerra del frente cauc�sico. Para Ordzhonikidze.
Recibimos tu carta de queja. Est�s equivocado al juzgar mi pregunta, que es mi deber, como falta de confianza. Espero que antes de una entrevista personal conmigo abandonar�s este injustificado tono de molestia.

Lenin.

//96.
3 de abril de 1920.

2

* A Bak�, por Rostov.
Al miembro del Consejo Revolucionario de Guerra del frente cauc�sico, Ordzhonikidze:
(Para entregar por personas responsables, informando de la entrega a Sklyansky, del Consejo Revolucionario de Guerra de la Rep�blica.)
El Comit� Central te ordena retirar todas las unidades del territorio de Georgia a la frontera, y abstenerte de penetrar en Georgia. Despu�s de las negociaciones de Tiflis, es evidente que no est� descartada la paz con Georgia. Informa inmediatamente de todos los hechos m�s precisos acerca de los rebeldes.

Por orden del Politbur�:
Lenin. Stalin.

3

//004/109.
5 de mayo de 1920.
[Hay una carta escrita en papel con membrete del comandante en jefe de todas las fuerzas armadas de la Rep�blica, fechada en Mosc� el 17 de febrero de 1921, 864, y con la indicaci�n de "Secreto, Personal", dirigida al vicepresidente del Consejo Revolucionario de Guerra de la Rep�blica. Llevaba dos inscripciones al margen, una de Sklyansky, transfiri�ndola a Lenin; otra de Lenin, devolvi�ndola a Sklyansky. Lo esencial del texto era]:

* ...Por iniciativa del mando del II Ej�rcito, nos encontramos ante el hecho consumado de la incursi�n en Georgia: se han cruzado las fronteras y el Ej�rcito Rojo ha entrado ya en contacto con el de Georgia...

Comandante en jefe, S. Kamenev,
Comisario Militar del E. M. / S. / Danilov.
Jefe de Personal del Consejo Revolucionario
de Guerra, / P. / Lebedev.

4

Ekaterinburg.

* A Mosc�, para Sklyansky. Secreto.
Haz el favor de escribirme un resumen sucinto de lo relativo a las operaciones militares contra Georgia, cu�ndo comenzaron, por orden de qui�n, y lo dem�s. Necesito esa nota para el Pleno.

Trotsky.

//16.
21 de febrero de 1921.
 

* (Escrita a m�quina, firmada por el camarada Sklyansky.) (Escrito por Lenin; copia de un documento secreto.)

Absolutamente secreto.

El Comit� Central estaba inclinado a permitir que el II Ej�rcito ayudase activamente la sublevaci�n en Georgia y la ocupaci�n de Tiflis, ajust�ndose a las normas internacionales y siempre que todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, despu�s de examinar seriamente todos los testimonios, est�n seguros del �xito. Os advertimos que estamos reunidos sin pan, a causa del transporte, y que, por consiguiente, no os daremos un solo tren ni un solo vag�n. Nos vemos forzados a obtener del C�ucaso tan s�lo grano y aceite. Pedimos inmediatamente respuesta por hilo directo, con la firma de todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, as� como de Smilga, Sytin, Trifonov, Frumkin. Hasta nuestra respuesta a los telegramas de todas estas personas, no emprend�is nada decisivo.
Por orden del Comit� Central:

Krestinsky, Sklyansky.

[Sin fecha.]
6

Camarada Sklyansky: Inmediatamente haz poner esto en clave en tu presencia y con sumo cuidado, despu�s de fotografiar el original, y m�ndalo a Smilga, para que acuda personalmente al hilo directo y lo descifre �l mismo. (Informa de ello al comandante en jefe, pero sin ense��rselo.)
Stalin mismo enviar� a Ordzhonikidze.
As�, una precauci�n triple y diversa. Bajo tu responsabilidad.

Lenin.

14 de febrero de 1921.
(Escrito de propia mano por el camarada Lenin.)

La Georgia menchevique no pod�a resistir. Eso lo comprend�amos todos. Sin embargo, no hab�a unanimidad en cuanto al movimiento y a los m�todos de sovietizaci�n. Yo era partidario de un per�odo preliminar de trabajo dentro de Georgia, a fin de desarrollar la sublevaci�n y acudir despu�s en su ayuda. Pensaba que despu�s de la paz con Polonia y la derrota de Wrangel, no hab�a peligro directo desde Georgia, por lo que el desenlace pod�a aplazarse. Ordzhonikidze, secundado por Stalin, insist�a en que el Ej�rcito Rojo invadiese inmediatamente Georgia, donde supon�a la sublevaci�n ya madurada. Lenin se inclinaba a unirse con los dos miembros georgianos del Comit� Central. La cuesti�n se decidi� en el Politbur� el 14 de febrero de 1921, mientras yo estaba en los Urales.
La intervenci�n militar se realiz� con pleno �xito y no provoc� ninguna complicaci�n internacional, de no tener en cuenta la fren�tica campa�a de la burgues�a y de la II Internacional. Y, sin embargo, el m�todo de sovietizaci�n de Georgia tuvo enorme importancia durante los a�os siguientes. En regiones donde las masas obreras antes de la Revoluci�n hab�an procurado, en la mayor�a de los casos, pasarse al bolchevismo, aceptaron las dificultades y sufrimientos subsiguientes como vinculados a su propia causa. Esto ocurri� as� en las regiones m�s atrasadas, donde la sovietizaci�n corr�a a cargo del Ej�rcito. All�, las masas trabajadoras consideraban las privaciones adicionales como resultado del r�gimen impuesto desde fuera. En Georgia, la sovietizaci�n prematura dio alientos a los mencheviques durante cierto per�odo, y condujo a la insurrecci�n de masas de 1924, cuando, seg�n admiti� el propio Stalin, "Georgia deb�a ser "arada de nuevo"".

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