Los bolcheviques hab�an realizado tan a conciencia la labor
de atraerse a todas las fuerzas armadas del pa�s, que su victoria
final del 7 de noviembre se logr� pr�cticamente por falta
de enemigo. El golpe de octubre fue "m�s f�cil que levantar
una pluma", para servirse de las palabras de Lenin. Ni un s�lo regimiento
se alz� para defender la democracia rusa. Con las fuerzas de la
antigua polic�a dispersas, el Gobierno de Kerensky en Petrogrado
no contaba m�s que con los cadetes militares y los batallones de
mujeres, muy defectuosos, frente a los destacamentos al mando de revolucionarios
profesionales bolcheviques. La lucha por el poder supremo en un Imperio
que comprend�a la sexta parte del globo terr�queo se decidi�
entre fuerzas asombrosamente reducidas por ambas partes, tanto en las provincias
como en las dos ciudades principales.
(El Oeste democr�tico civilizado, que caminaba hacia su cuarto
a�o de guerra, no quer�a creer en el hecho consumado. Despu�s
de llevar los bolcheviques casi una semana en el Poder, Kerensky asegur�
sinceramente al mundo sorprendido, que el bolchevismo "como fuerza organizada...
no existe ya, ni siquiera en Petrogrado". El triunfo bolchevique hab�a
sido m�s f�cil y seguro en Petrogrado que en Mosc�
y en las provincias. Los cosacos estacionados en Petrogrado eran "neutrales"
[incluso el cuartel general y los m�s declarados reaccionarios],
y rehusaban prestar ayuda al Gobierno provisional, reserv�ndose
el derecho de obrar por cuenta propia, mientras que el general Krassnov
marchaba sobre la capital con un numero desconocido de tropas. Los jefes
y empleados de los Bancos, Ministerios y pr�cticamente todas las
instituciones de la Administraci�n P�blica se hab�an
declarado en huelga. Los Sindicatos de Ferrocarriles, Tel�fonos,
Tel�grafos y Correos, dirigidos por mencheviques, amenazaron con
ir a la huelga y paralizar todos los servicios de comunicaciones y transportes
mientras los vencedores no consintieran en formar un Gobierno de coalici�n
de todos los partidos socialistas, pero sin participaci�n de Lenin
ni de Trotsky. Aquella amenaza produjo una crisis m�s aparente que
real en la direcci�n del Partido bolchevique.)
Inmediatamente despu�s de la insurrecci�n, por insistencia
del ala derecha bolchevique (Zinoviev, Kamenev, Rikov, Lunacharsky y otros),
se iniciaron negociaciones con los mencheviques y los populistas respecto
a un Gobierno de coalici�n. Entre otras condiciones, los partidos
derribados por el alzamiento ped�an una mayor�a para ellos,
y, por encima de todo, que se apartase del Gobierno a Lenin y a m�,
como responsables personales de la "aventura" de octubre. Los miembros
derechistas del Comit� Central se inclinaban a aceptar esta petici�n.
Se estudi� el asunto en el Comit� Central durante la sesi�n
del 1. º (14) de noviembre. He aqu� lo que dice el acta: "Se
propone expulsar a Lenin y a Trotsky. Esto significa decapitar a nuestro
Partido, y no lo aceptamos." La facilidad con que los derechistas se prestaban
incluso a entregar sumisamente el Poder, fue condenada por el Comit�
Central como "miedo de la mayor�a del Soviet a utilizar su propia
mayor�a". Los bolcheviques no se negaban a compartir el Poder con
otros partidos, pero s�lo a base de la debida proporci�n
de fuerzas dentro de los Soviets. Lenin declar� que las negociaciones
con los partidos peque�oburgueses s�lo ten�an sentido
como pantalla para apartar la atenci�n de las acciones militares.
Mi moci�n para concluir las negociaciones con los transaccionistas
fue aprobada. Stalin no tom� parte en los debates; pero vot�
con la mayor�a. En protesta, los representantes de la derecha se
retiraron del Comit� Central y del Gobierno. La mayor�a del
Comit� Central se dirigi� a la minor�a exigi�ndole
someterse incondicionalmente a la disciplina del Partido. El ultim�tum
iba firmado por diez miembros y candidatos del Comit� Central: Lenin,
Trotsky, Stalin, Sverdlov y otros. Respecto al origen del documento, uno
de los miembros del Comit� Central, Bubnov, declara: "Despu�s
de escribirlo (Lenin), hizo entrar uno a uno en su despacho a los miembros
del Comit� Central, inform�ndoles del texto de la declaraci�n
e invit�ndoles a firmarla." La narraci�n es interesante porque
permite evaluar con justeza la importancia del orden de las firmas. Lenin
me ense�� el ultim�tum en primer lugar, y despu�s
de firmar yo, llam� a los otros, comenzando por Stalin. As�
era siempre, o casi siempre. Si el documento no se hubiese dirigido contra
Zinoviev y Kamenev, las firmas de �stos probablemente figurar�an
delante de la de Stalin.
Pestkovsky refiere c�mo durante los d�as de octubre "hubo
de elegir entre los miembros del Comit� Central a los directores
de la insurrecci�n. Fueron elegidos Lenin, Stalin y Trotsky". Al
confiar la direcci�n a estos tres, digamos de pasada que el colaborador
de Stalin sepulta definitivamente el "centro" pr�ctico al que ni
Lenin ni yo pertenec�amos. En el testimonio de Pestkovsky hay esta
vez un grano de verdad. No durante los d�as del alzamiento, pero
s� despu�s de su victoria en los centros importantes, aunque
antes de establecer ning�n g�nero de r�gimen estable,
fue necesario crear una compacta plana mayor del Partido, que pudiese imponer
localmente todas las decisiones necesarias. Como consta en el acta, el
29 de noviembre (12 de diciembre) de 1916, el Comit� Central eligi�
para resolver cuestiones perentorias un Bur� compuesto de cuatro
personas: "Stalin, Lenin, Trotsky y Sverdlov." "A este cuarteto se dio
el derecho de resolver todos los asuntos extraordinarios, pero con obligaci�n
de incluir en la decisi�n a todos los miembros del Comit�
Central que estuviesen a la saz�n en Smolny." Zinoviev, Kamenev
y Rikov se hab�an apartado del Comit� Central a causa de
su acusada disconformidad. Esto explica la composici�n del cuarteto.
Pero Sverdlov se ve�a absorbido por la Secretar�a del Partido,
hablaba en m�tines, arreglaba conflictos y rara vez estaba en Smolny.
El cuarteto se redujo pr�cticamente a un terceto.
(En la noche del 19 al 20 de febrero de 1918, el Consejo de Comisarios
del Pueblo, formado por la coalici�n bolchevique-essar de izquierda)
eligi� un Comit� Ejecutivo (compuesto de) Lenin, Trotsky,
Stalin, Proshyan y Karelin, que fue autorizado a realizar todo el trabajo
ordinario en los intervalos de una a otra sesi�n del Consejo. (Este
Comit� Ejecutivo del Gobierno comprend�a a los mismos tres
bolcheviques y a dos essars de izquierda. Sin embargo, no hay motivo para
imaginar que esos tres formasen un "triunvirato".) El Comit� Central
se reun�a frecuentemente, y resolv�a todas las cuestiones
importantes y particularmente complicadas. El terceto era necesario para
decidir sin dilaci�n asuntos inaplazables relacionados con el curso
del alzamiento en provincias, los intentos de Kerensky para entrar en Petrogrado,
el suministro de v�veres a la capital, y otros an�logos.
Este terceto perdur�, al menos nominalmente, s�lo hasta que
el Gobierno se traslad� a Mosc�.
Fustigando la pol�tica de los bolcheviques despu�s de
1917, Iremashvili escribe: "El triunvirato, hecho de ideas inextinguibles
de venganza, comenz� a exterminar con inhumana crueldad todo lo
vivo y lo muerto", etc. En el triunvirato, Iremashvili incluye a Lenin,
a m� y a Stalin. Puede decirse con seguridad que esta idea del triunvirato
naci� en el �nimo de Iremashvili s�lo mucho despu�s,
cuando Stalin hubo llegado al primer plano de importancia. Hay, sin embargo,
una chispa de verdad (o, al menos, de apariencia de verdad) en esas palabras
de Iremashvili. Con relaci�n a las negociaciones en Brest-Litovsk,
se citan una y otra vez estas palabras de Lenin: "Consultar� a Stalin
y le contestar�." Lo cierto es que el terceto existi� solamente
en ciertos momentos, aunque no siempre con la participaci�n de Stalin.
Dimitrievsky se refiere asimismo a este terceto, aunque en un tono y con
un punto de referencia distintos:
"Incluso Lenin en aquel per�odo sinti� la necesidad de
Stalin a tal grado, que cuando llegaron noticias de Trotsky desde Brest
y hubo que tomar una decisi�n mientras Stalin no estaba en Mosc�,
Lenin inform� a Trotsky:
""Quisiera consultar con Stalin antes de contestar a tu pregunta"".
Y s�lo tres d�as despu�s telegrafi� Lenin:
"Stalin acaba de llegar. Lo estudiar� con �l y te daremos
en seguida nuestra respuesta."
Las decisiones m�s importantes de aquella �poca se adoptaron
no pocas veces por acuerdo entre Lenin y yo. Pero en este caso, en que
hab�a disparidad de criterio, era necesaria una tercera persona.
Zinoviev estaba en Petrogrado, y Kamenev no siempre permanec�a en
Mosc�. Adem�s, �l, como otros miembros del Politbur�
y del Comit� Central, dedicaban una parte considerable de su tiempo
a la agitaci�n, a la direcci�n de los Soviets y a otros menesteres
apremiantes. Por eso, antes de salir de Tsaritsyn, sol�a desempe�ar
las obligaciones del "tercero". Lenin era muy escrupuloso en cuestiones
de forma, y, naturalmente, nunca se permit�a responder en su solo
nombre, Por lo general, las observaciones que con cierta frecuencia figuraban
en la literatura reciente a prop�sito de que Lenin dirig�a,
ordenaba, etc., est�n inspiradas solamente por analog�a con
el r�gimen stalinista. Lo cierto es que tal estado de cosas nunca
existi�. Se daban instrucciones, en efecto, y se dictaban �rdenes
�nicamente por el Politbur�, y durante la ausencia de miembros
del mismo, hac�a sus veces el terceto, que constitu�a el
quorum de sus cinco componentes. Cuando Stalin estaba ausente, Lenin consultaba
con Kretinsky, secretario del Comit� Central, con la misma escrupulosidad,
y en los archivos pueden verse muchas referencias a tales consultas.
Pero por entonces se hablaba mucho m�s de un "diunvirato". Durante
la guerra civil, el "laureado poeta" del Soviet, Dyemyan Byedny, escribi�
unos versos sobre "nuestro dueto". Nadie hablaba entonces de un triunvirato.
En todo caso, cualquier persona que usara tal expresi�n nunca se
habr�a referido a Stalin como tercero, sino a Sverdlov, que era
el popular�simo presidente del Comit� Ejecutivo Central de
los Soviets y firmaba todos los decretos m�s importantes. Recuerdo
haber hablado con �l varias veces sobre la insuficiente autoridad
de algunos de nuestros miembros directivos en provincias, En una de estas
ocasiones, Sverdlov observ�: "En las localidades aceptan s�lo
tres firmas: la de Ilich, la tuya y hasta cierto punto la m�a."
(Sverdlov, dijo Lenin, era persona de aptitudes organizadoras verdaderamente
notables, y de prodigiosa capacidad para trabajar duro, muy superior a
Stalin.) "Nadie era tan capaz de llevar a la vez tareas de organizaci�n
y pol�ticas como Sverdlov -dijo Lenin en el Congreso del Partido
de 1920-. Y tendremos que probar a remplazar su actividad con la labor
de toda una junta."
Cuando llegu� a Petrogrado a principios de mayo, apenas me acordaba
del nombre de Stalin. Probablemente lo habr�a encontrado en la Prensa
bolchevique, al pie de art�culos que no atra�an gran cosa
mi atenci�n. Mis primeras entrevistas fueron con Kamenev, Lenin
y Zinoviev. Con ellos se hicieron negociaciones sobre fusi�n. No
encontr� a Stalin en las sesiones de los Soviets, ni en el Comit�
Ejecutivo Central, ni en los numerosos m�tines que consum�an
considerable parte de mi tiempo. Al llegar, inmediatamente me puse en estrecho
contacto con todas las figuras dirigentes en virtud de mi misi�n
dentro del Comit� Central, pero no ech� de ver a Stalin ni
entre los miembros de segunda fila del Comit� Central, como Bubnov,
Milutin, Nogin y otros. (Despu�s de la fusi�n de los interdistritos,
[Mezhraiontsy] con los bolcheviques, Stalin continu� siendo una
figura secundaria.) "En la Mesa presidencial del Parlamento previo -dicen
las actas del Comit� Central del Partido-, Trotsky y Kamenev representaban
a los bolcheviques." (Cuando lleg� el momento de enviar representantes
rectores del Partido a la Asamblea Constituyente repetidas veces mencionada,
a la que se asignaba la labor de determinar en forma parlamentaria democr�tica
el futuro Gobierno de Rusia, Stalin fue designado portavoz del Comit�
Central del Partido para nombrarlo. Como dice el acta, las palabras de
Stalin fueron: "Camaradas, propongo como candidatos a la Asamblea Constituyente
a Lenin, Zinoviev, Kollontai, Trotsky y Lunacharsky.") Estas fueron las
cinco personas propuestas en nombre de todo el Partido. Recordemos que
(seg�n la historiograf�a oficial) s�lo dos semanas
antes, yo, en uni�n de los mencheviques y los essars, hab�a
expuesto al parecer que Lenin se presentara a consejo.
En la lista completa de bolcheviques delegados para la Asamblea Constituyente,
encabezada por Lenin, el nombre de Stalin se consigna en octavo lugar.
Los veinticinco nombrados eran primeros candidatos oficiales del Comit�
Central. La lista fue preparada por una Comisi�n a la que asesoraban
tres miembros del Comit� Central: Uritsky, Sokolnikov y Stalin.
Lenin protest� en�rgicamente contra la lista: hab�a
en ella demasiados intelectuales dudosos, pocos trabajadores de confianza.
"Totalmente inadmisible era tambi�n el n�mero desproporcionado
de candidatos elegidos entre personas poco probadas que, hab�an
ingresado recientemente en el Partido (como U. Larin). Al llenar la lista
de este modo, y no con candidatos que realmente hayan trabajado meses y
meses en el Partido, el Comit� Central abre la puerta de par en
par al arribismo, a los que buscan puestos en la Asamblea Constituyente...
Es evidente que entre los interdistritos (Mezhraiontsy), poco hechos a�n
al trabajo proletario y a la direcci�n de nuestro Partido, ninguno
se opondr�a, por ejemplo, a la candidatura de L. D. Trotsky, porque,
en primer lugar, Trotsky, en cuanto lleg� adopt� la posici�n
de los internacionalistas; en segundo lugar, luch� entre los interdistritos
por la fusi�n; en tercer lugar, durante los dif�ciles d�as
de julio se mostr� a la altura de las tareas y fue un campe�n
leal del Partido del proletariado revolucionario. Es claro que no puede
decirse otro tanto de muchos de los miembros que ingresaron en el Partido
ayer mismo, y cuyos nombres figuran en la lista..."
De los veinticinco (representantes bolcheviques), trece fueron castigados
m�s tarde por Stalin, o condenados despu�s de morir.
Despu�s de la conquista del Poder, Stalin comenz� a sentirse
m�s seguro de s� mismo, aunque sigui� siendo una figura
de segunda fila. Pronto observ� que Lenin estaba "ascendiendo" a
Stalin, apreciando en �l la firmeza, la sangre fr�a, la tenacidad
y hasta cierto punto la astucia, como atributos necesarios para la lucha.
No esperaba de �l ideas independientes, iniciativa pol�tica
o imaginaci�n creadora. Stalin avanzaba lentamente y con cautela-,
cuando pod�a, se quedaba quieto, Pero la victoria en Petrogrado
y luego en Mosc� le convencieron. Comenz� a acostumbrarse
al Poder. "Despu�s de octubre -escribe Alliluyev-, Stalin se traslad�
a Smolny y ocup� all� dos cuartitos del piso bajo." (Era
miembro del primer Consejo de Comisarios del Pueblo, como Comisario de
Nacionalidades.) Despu�s de la Revoluci�n, la primera sesi�n
del Gobierno bolchevique se celebr� en Smolny, en el despacho de
Lenin, donde un tabique de madera sin pintar separaba el rinc�n
de la telefonista y la mecan�grafa. Stalin y yo fuimos los primeros
en llegar. De detr�s del tabique lleg� hasta nosotros el
vozarr�n de Dybenko: estaba hablando con Finlandia y la conversaci�n
era un tanto tierna. El corpulento y arrogante marinero de veintinueve
a�os y negra barba, hab�a intimado hac�a poco con
Alejandra Kollontai, mujer de antecedentes aristocr�ticos, que conoc�a
media docena de lenguas extranjeras y se acercaba a los cuarenta y seis.
En ciertos c�rculos del Partido se murmuraba no poco a prop�sito
de aquello. Stalin, con quien hasta entonces no hab�a sostenido
yo una conversaci�n personal,, vino hacia m� con una especie
de inesperado alborozo, y se�alando con el hombro hacia el tabique,
dijo a trav�s de una sonrisa forzada: "�Ah� est�
�se con Kollontai, con Kollontai!" Sus gestos y su risa me parecieron
fuera de lugar y de una vulgaridad insoportable, especialmente en aquella
ocasi�n y aquel lugar. No recuerdo si le contest� algo, volviendo
la cabeza a otro lado, o si le respond� secamente: "Es asunto suyo."
Pero Stalin se dio cuenta de que hab�a cometido un error. Cambi�
de expresi�n, y en sus ojos brill� el mismo rel�mpago
de animosidad que hab�a sorprendido en
Viena. Desde entonces, nunca
m�s intent� conversar conmigo sobre temas personales.
A fines de enero de 1918, como representante del Partido, Stalin particip�
en una conferencia de representantes de varios partidos socialistas de
izquierda del extranjero. En ella se lleg� a la conclusi�n
de que "deb�a convocarse una conferencia socialista internacional...
bajo las siguientes condiciones: primera, que los partidos y organizaciones
convengan en seguir el camino de la lucha revolucionaria contra "sus propios
Gobiernos" para lograr la paz inmediata; segunda, que apoyen la Revoluci�n
rusa de octubre y al Gobierno de los Soviets".
Por la �poca de las negociaciones de Brest-Litovsk se disolvi�
la Asamblea Constituyente. La iniciativa fue de Lenin, que tambi�n
tom� sobre s� la tarea de trazar el instrumento correspondiente.
Durante aquellos d�as se public� la Declaraci�n de
los Derechos de los Trabajadores y de los Pueblos Oprimidos. En el texto
de estos documentos hist�ricos hay correcciones hechas por Bujarin
y Stalin. "La mayor�a de sus correcciones -declara una nota al pie
de las obras de Lenin- no tienen car�cter de principio."
Los puestos que Stalin ocup� durante los primeros a�os
posteriores a la Revoluci�n, y las misiones especiales, sobre todo
de car�cter organizador o diplom�tico que desempe��
muy diversas. Pero otro tanto sucedi� a la mayor�a de los
funcionarios responsables de aquella �poca. Directa o indirectamente,
todo el mundo estaba ocupado con la guerra civil; las obligaciones corrientes
sol�an confiarse a los auxiliares m�s pr�ximos. Stalin
figuraba como miembro del cuadro de direcci�n del �rgano
central, pero, de hecho, nada ten�a que ver con Pravda. Realizaba
una labor m�s sistem�tica, interrumpida por viajes al frente,
en el Comisariado de Nacionalidades. El Estado Sovi�tico estaba
en plena formaci�n, y no era f�cil determinar en el nuevo
orden de cosas esta relaci�n rec�proca entre las distintas
nacionalidades. La orientaci�n general de esta labor, y, como es
natural, tambi�n la iniciativa, era completamente de Lenin, quien
desde tiempo inmemorial hab�a atribuido a la cuesti�n nacional
una enorme importancia, s�lo superada por la del problema agrario.
Resulta claro, por el Diario de su secretaria, que con frecuencia recib�a
delegaciones y dirig�a cartas, indagaciones e instrucciones con
referencia a uno u otro grupo nacional. Todas las medidas m�s principales
hab�an de pasar por el Politbur�; las de menos importancia
se trataban por tel�fono con Lenin. En el Comisariado de Nacionalidades
reca�a simplemente la ejecuci�n t�cnica de las decisiones
ya adoptadas.
La informaci�n concerniente a la labor de este Comisariado puede
hallarse en las Memorias de Pestkovsky, publicadas en 1922 y 1930. Fue
el auxiliar principal de Stalin durante los primeros veinte meses del r�gimen
sovi�tico. Viejo revolucionario polaco que hab�a sido condenado
a trabajos forzados en Siberia, y part�cipe en la Revoluci�n
de octubre, que ocup� despu�s de la victoria los puestos
m�s diversos, entre ellos el de ministro sovi�tico en M�xico
de 1924 a 1926, Pestkovsky estuvo durante largo tiempo en uno de los grupos
de oposici�n, pero acert� a rectificar a tiempo. La se�al
de arrepentimiento reciente se encuentra en la segunda edici�n de
esas Memorias, pero ello no les priva de su espontaneidad e inter�s.
La iniciativa de su colaboraci�n sali� de Pestkovsky,
que hab�a llamado a varias puertas sin encontrar aplicaci�n
para sus modesta aptitudes:
* "-Camarada Stalin -dije-, �eres el comisario del Pueblo para
los asuntos de las Nacionalidades?
-S�.
-Pero, �tienes un comisariado?
-No.
-Bueno, entonces yo te har� un comisariado.
-Magn�fico. �Qu� necesitas primero?
-De momento, me basta una credencial.
Entonces, Stalin, que detestaba las palabras in�tiles, fue a
la oficina ejecutiva del Consejo de Comisarios del Pueblo, y regres�
a los pocos minutos con la credencial solicitada."
En una de las habitaciones de Smolny ya ocupadas, Pestkovsky encontr�
una mesa libre que arrim� a la pared, y por encima de ella clav�
un pliego de papel con la inscripci�n: "Comisariado del Pueblo para
Asuntos de las Nacionalidades." Luego agreg� a la instalaci�n
dos sillas.
* "-Camarada Stalin -dije-, no hay consignado un c�ntimo a nuestro
nombre.
Por entonces, el nuevo Gobierno no hab�a tomado posesi�n
del Banco del Estado.
-�Necesitas mucho dinero? -pregunt� Stalin.
-Para comenzar, con mil rublos tendr�a suficiente.
-Ven dentro de una hora.
Cuando me present� una hora despu�s, Stalin me mand�
pedir a Trotsky tres mil rublos prestados.
-�l tiene dinero. Lo encontr� en el antiguo Ministerio
de Negocios Extranjeros.
Fui a ver a Trotsky y le entregu� un recibo por tres mil rublos.
Que yo sepa, el Comisariado del Pueblo de las Nacionalidades no ha devuelto
a�n ese dinero al camarada Trotsky."
[Stalin estuvo al lado de Lenin el 9 (22) de noviembre de 1917, desde
las dos hasta las cuatro y media de la madrugada, cuando Vladimiro Ilich,
conferenciando por hilo directo con el comandante en jefe general Dujonnin,
daba �rdenes para entablar inmediatamente negociaciones de paz con
todas las naciones en guerra. Al negarse Dujonnin, escribi� una
orden destituy�ndole y nombrando a N. V. Krylenko comandante en
jefe. [A prop�sito de incidentes como �ste] Pestkovsky escribe
que Stalin se convirti� en el "lugarteniente" de Lenin en la direcci�n
de las acciones revolucionarias de lucha. Estaba encargado de vigilar las
operaciones del Don, de Ucrania y otras partes de Rusia. La palabra "lugarteniente"
no encaja bien aqu�; m�s corriente ser�a decir "ayudante
t�cnico". Como la observaci�n del curso de la guerra civil
en el pa�s se hac�a principalmente por v�a telegr�fica
directa, esta funci�n corr�a asimismo a cargo de Stalin,
porque sus obligaciones le dejaban m�s tiempo libre que las suyas
a los restantes miembros del Comit� Central.
Las conversaciones de Stalin por tel�grafo directo eran esencialmente
entre t�cnicas y pol�ticas. Cumpl�a instrucciones.
De sumo inter�s resulta una de sus primeras conversaciones por l�nea
directa, el 17 (30) de noviembre de 1917, con Porsh, representante de la
Rada ucraniana. Esta instituci�n era similar al Gobierno de Kerensky,
y se apoyaba en la capa superior de la peque�a burgues�a.
Indudablemente, tambi�n contaba con la ayuda de la gran burgues�a
y de los aliados contra los bolcheviques. Los Soviets de Ucrania iban cayendo
por aquel tiempo bajo la influencia de los bolcheviques, y estaban en abierta
oposici�n con la Rada. Era inevitable un choque entre �sta
y los Soviets, especialmente despu�s de la Revoluci�n de
octubre en Petrogrado y Mosc�. Porsh, en nombre de la Rada, preguntaba
cu�l era la actitud del Gobierno de Petrogrado respecto al problema
de las nacionalidades y a la suerte de Ucrania y de su r�gimen interno
y particular. Stalin contest� sin concretar nada. "El Poder de Ucrania,
como en otras regiones -dec�a Stalin-, debe pertenecer a la totalidad
de diputados de los trabajadores, soldados y campesinos, incluyendo en
�l tambi�n la organizaci�n de la Rada. En esa esfera
hay un gran margen para la coincidencia entre la Rada Central y el Soviet
de Comisarios del Pueblo." �sta era precisamente la combinaci�n
que los mencheviques y los essars pidieron despu�s de la Revoluci�n
de octubre, y sobre esta cuesti�n versaban las negociaciones que
Kamenev no hab�a podido llevar a buen fin.
Al otro extremo de la l�nea, en Kiev, junto al ministro ucraniano
Porsh, estaba el bolchevique Sergio Bakinsky, quien tambi�n solicitaba
respuesta a varias preguntas. Uno y otro se vigilaban. Bakinsky representaba
a los Soviets. Dijo que la Rada central no cre�a posible transferir
el Poder localmente a los Soviets. Contestando a Bakinsky, Stalin dijo
que si la Rada Central no se prestaba a convocar un Congreso de Soviets
con los bolcheviques, "lo convocase �l sin la Rada". Adem�s:
"El Gobierno de los Soviets debe aceptarse localmente. Este es un mandamiento
revolucionario que no podemos dar de lado, y no comprendo c�mo la
Rada Central de Ucrania puede argumentar contra un axioma." Un cuarto de
hora antes Stalin hab�a declarado que era posible combinar los Soviets
con las organizaciones democr�ticas de la Rada; ahora se pronunciaba
por el Gobierno de los Soviets sin ning�n g�nero de combinaci�n,
como axiom�tico. �C�mo explicarse esta contradicci�n?
No tenemos documentos a la vista. Pero la mec�nica que encubre la
conversaci�n est� muy clara. Durante las negociaciones, Stalin
enviaba la cinta del piso bajo del Smolny al piso superior, a Lenin. Habiendo
le�do �ste la proposici�n de Stalin de combinar los
Soviets con las organizaciones de la Rada, no pudo menos de enviarle una
en�rgica nota. Tal vez bajase corriendo al cuarto del tel�grafo
para decir a Stalin lo que pensaba. Stalin no discuti�, y en la
segunda parte de su conversaci�n dio instrucciones totalmente opuestas
a las transmitidas en la primera parte de ella.
Como miembro del Politbur�, Stalin estaba incluido en la delegaci�n
del Partido Comunista ruso al Congreso del Partido Socialista fines. Pero
esta inclusi�n s�lo ten�a car�cter nominal.
Stalin no tom� parte en la labor de aqu�l. "Cuando a fines
de diciembre de 1917 se reuni� el Congreso del Partido finland�s
-escribe Pestkovsky-, surgi� la cuesti�n de se�alar
a qui�n seguirla la clase trabajadora de Finlandia. El Comit�
Central de los bolcheviques envi� a aquel Congreso a Stalin como
representase suyo." Ni Lenin, ni yo, ni Sverdlov pod�amos abandonar
Petrogrado; y, por otra parte, Zinoviev y Kamenev no serv�an en
aquella �poca para la tarea de provocar una insurrecci�n
en Finlandia. La candidatura de Stalin parec�a la m�s apropiada.
En aquel Congreso fue, seguramente, donde Stalin conoci� a Tanner,
con quien, veintid�s a�os despu�s, hubo de tratar
en v�speras de la guerra finosovi�tica.
El mismo Pestkosvky se refiere a la �ntima colaboraci�n
entre Lenin y Stalin. "Lenin no pod�a prescindir de Stalin siquiera
un d�a. Probablemente por eso nuestro despacho en el Smolny estaba
"bajo las alas" de Lenin. Durante el d�a llamaban a Stalin infinitas
veces, o se presentaba en nuestro despacho para llev�rselo. Stalin
pasaba con Lenin la mayor parte del d�a. No s� lo que hicieran,
pero en cierta ocasi�n, al entrar en el despacho de Lenin, sorprend�
un cuadro interesante. De la pared pend�a un gran mapa de Rusia.
Delante hab�a dos sillas, y en ellas estaban sentados Ilich y Stalin,
moviendo los dedos por la zona Norte, creo que por Finlandia.
"Por la noche, cuando la agitaci�n en el Smolny ced�a
un poco, Stalin iba al hilo directo y se pasaba all� horas enteras.
Llevaba las m�s largas negociaciones, bien con nuestros jefes militares
(Antonov, Pavlunovsky, Muravyov y otros), bien con nuestros enemigos, con
el ministro de la Guerra de la Rada ucraniana, Porsh. De vez en cuando,
si por un asunto urgente se ve�a obligado a salir, me llamaba al
tel�grafo." Los hechos se refieren aqu� m�s o menos
correctamente; la interpretaci�n es parcial. En aquel per�odo,
Lenin necesitaba mucho de Stalin; de eso no puede dudarse. Zinoviev y Kamenev
hab�an estado sosteniendo una lucha contra Lenin; yo pasaba mi tiempo
en los m�tines o en Brest-Litovsk, sobre todo esto �ltimo;
Sverdlov cargaba con la responsabilidad de todo el trabajo de organizaci�n
del Partido. Stalin, en realidad, no ten�a obligaciones definidas.
El Comisariado de las Nacionalidades, sobre todo al principio, le consum�a
poco tiempo. Por consiguiente, desempe�aba las funciones de jefe
de personal o de empleado de confianza a las �rdenes de Lenin. Las
conversaciones por tel�grafo directo eran esencialmente t�cnicas,
aunque de gran responsabilidad, y Lenin s�lo pod�a confiarlas
a una persona experta, perfectamente informada de todas las tareas y cuidados
de Smolny.
[Incluso despu�s del traslado de Petrogrado a Mosc�,
Lenin continu� fiel a la regla axiom�tica de no dar �rdenes
personales. Unos tres a�os m�s tarde cuando] el 24 de septiembre
de 1920, Ordzhonikidze le pidi� permiso por tel�grafo desde
Bak� para enviar un destructor a Enzeli (Persia), Lenin escribi�
en el mismo telegrama: "Preguntar� a Trotsky y a Krestinsky." En
efecto, hay multitud de notas de esta clase en telegramas, cartas e informes.
Lenin nunca decid�a por s� mismo; siempre acud�a al
Politbur�. Dos o tres de sus miembros sol�an estar en Mosc�.
De estos cientos de notas sobre el prop�sito de consultar con miembros
del Politbur�, s�lo se han extra�do las que llevan
la inscripci�n de "consultar con Stalin", para interpretarlas en
el sentido de que Lenin no sab�a dar un paso sin �l.
[Con referencia a las negociaciones de Brest-Litovsk], los histori�grafos
de Stalin se han despachado a su gusto. [Ten�an documentos aut�nticos
que citar en apoyo de su mitolog�a, documentos de los archivos del
Comisariado de Negocios Extranjeros, presidido entonces por Trotsky. As�,
en 1935, escrib�a un tal Sorin:]
* "En una carta a Lenin, desde Brest, Trotsky propon�a el siguiente
plan, profundamente aventurado en esencia: no firmar una paz anexionista,
sino continuar la guerra, y desmovilizar a la vez el ej�rcito. El
15 (2) de enero, en una Conversaci�n por hilo director con Trotsky,
que ped�a una respuesta, Vladimiro Ilich calific� el plan
de Trotsky de "disputable", y demoraba la contestaci�n definitiva
hasta que llegase Stalin, que por entonces no estaba en Petrogrado, y a
quien Vladimiro Ilich deseaba consultar. Reproducimos la rese�a
completa de estas conversaciones:
"15 (2) enero. Trotsky y Lenin sostuvieron por hilo directo las siguientes
conversaciones: Trotsky pregunta a Lenin si recibi� una carta que
le dirigi� por medio de un soldado lituano. Trotsky necesita una
respuesta inmediata a esa carta. La respuesta debe estar concebida en t�rminos
de conformidad o de desacuerdo."
"Lenin al aparato: Acabo de recibir tu carta especial. Stalin no est�
aqu�, y no he podido ense��rsela a�n. Tus planes
me parecen contestables. �No es posible aplazar la decisi�n
final hasta despu�s de una sesi�n especial del Comit�
Ejecutivo Central? Tan pronto como vuelva Stalin le ense�ar�
la carta. - Lenin."
"Debemos procurar diferir la decisi�n todo lo posible, esperando
tus noticias. Trata de apresurarte. La delegaci�n de la Rada est�
realizando una pol�tica de traici�n flagrante. El estudio
del plan en el Comit� Central me parece inconveniente, pues puede
provocar una reacci�n antes de llevar el plan a efecto.-Trotsky."
Respuesta a Trotsky: "Desear�a consultar primero con Stalin antes
de contestar a tu pregunta. Hoy sale a visitarte una delegaci�n
del Comit� Ejecutivo Central de Ucrania en Jarkov, que se asegura
que la Rada de Kiev est� en la agon�a. - Lenin."
Cuando las negociaciones de 18 (5) de enero alcanzaron un punto cr�tico,
L. D. Trotsky pidi� normas por hilo directo, y recibi�, una
tras otra, las dos siguientes notas:
1. "A Trotsky: Stalin acaba de llegar. Consultar� el caso con
�l y te daremos nuestra contestaci�n.-Lenin."
2. "Informad a Trotsky que consiga una tregua y venga a Petrogrado.-Lenin.
Stalin."
[La historia oficial del Partido bolchevique, publicada en 1939, se
desborda aqu� por completo. Afirma lo siguiente:]
* "El 10 de febrero de 1918 se interrumpieron las negociaciones de paz
de Brest-Litovsk. A pesar de que Lenin y Stalin insist�an en firmar
la paz en nombre del Comit� Central del Partido, Trotsky, que presid�a
la delegaci�n sovi�tica en Brest, traidoramente viol�
las instrucciones expl�citas del Partido bolchevique. Declar�
que la Rep�blica Sovi�tica se negaba a firmar la paz en las
condiciones propuestas por Alemania, y al mismo tiempo inform� a
los alemanes que la Rep�blica Sovi�tica no continuar�a
la guerra y seguir�a desmovilizando el ej�rcito.
"Esto era monstruoso. Los imperialistas alemanes no pod�an pedir
m�s de este traidor a los intereses de la patria sovi�tica."
[Pasando de la p�gina 207 a la 208 del mismo libro, encontramos
la siguiente invenci�n:]
* Lenin calific� esta decisi�n de "extra�a y monstruosa".
En aquel tiempo, el Partido no comprend�a a�n cu�l
era la raz�n de la conducta hostil al mismo de Trotsky y los "comunistas
de izquierda". Pero como se ha probado �ltimamente en la causa contra
el "Bloque de derechistas y trotskistas" antisovi�ticos (iniciado
en 1938), Bujarin y el grupo de "comunistas de izquierda", encabezado por
�l, en uni�n de Trotsky y de los essars "de izquierda", ya
conspiraban entonces secretamente contra el Gobierno sovi�tico.
Bujarin, Trotsky y sus c�mplices conspiradores seg�n ha resultado,
tend�an a anular el tratado de paz de Brest, detener a V. I. Lenin,
J. V. Stalin, Ya. M. Sverdlov, matarlos y formar un nuevo Gobierno de bujarinistas,
trotskistas y essars "de izquierda".
[Examinemos ahora las actas. Sesenta y tres bolcheviques asistieron
a la Conferencia del 21 (8) de enero 1918, de los cuales una mayor�a
absoluta (32) votaron en favor de emprender una guerra revolucionaria.
La posici�n de Trotsky (ni paz ni guerra), obtuvo 16 votos; la de
Lenin (paz con el Imperio alem�n), 15 votos. La cuesti�n
se examin� de nuevo tres d�as despu�s por el Comit�
Central del Partido. Las actas de la sesi�n del 24 (11) de enero
de 1918, dicen lo siguiente:]
* "El camarada Trotsky propone que se someta a votaci�n la siguiente
f�rmula: "Terminemos la guerra, no hacemos la paz, desmovilicemos
el Ej�rcito." Para someter a votaci�n. En favor, 9; en contra,
7.
"Se puso a votaci�n la propuesta de Lenin: "Insistimos en que
la paz se firme de todos modos." (En favor, 12; en contra, 1.) La de L.
D. Trotsky: "�Vamos a lanzar una apelaci�n a la guerra revolucionaria?"
(En favor, 2; en contra, 11; abstenciones, 1); y "Paramos la guerra, no
hacemos la paz, desmovilizamos el Ej�rcito". (En favor, 9; en contra,
7.)"
En aquella sesi�n, Stalin fundaba la necesidad de firmar una
paz separadamente en este argumento: "No hay ning�n movimiento revolucionario
en el Oeste; no hay hechos, sino tan s�lo potencialidades, y no
podemos tener �stas en cuenta." "�No podemos tenerlas en
cuenta?", fue la refutaci�n inmediata de Lenin; es verdad que la
revoluci�n en Occidente no ha empezado; "sin embargo, si cambi�ramos
nuestra t�ctica por eso, ser�amos traidores al socialismo
internacional".
El d�a siguiente, 25 (12) de enero, se examin� la cuesti�n
de la paz en la sesi�n conjunta de los Comit�s Centrales
de los bolcheviques y de los socialrrevolucionarios (essars) de izquierda,
por mayor�a de votos se acord� someter a la consideraci�n
del Congreso de los Soviets la f�rmula: "Ni empe�ar guerra
ni firmar paz."
�Cu�l fue la actitud de Stalin respecto a esta f�rmula?
Esto es lo que Stalin declaraba una semana despu�s de la reuni�n
en que la f�rmula fue aprobada por 9 votos contra 7:
"Sesi�n de 1 febrero (19 de enero) de 1918. Camarada Stalin:
"...La salida de esta dif�cil situaci�n se nos brinda en
el punto de vista intermedio, o sea en la posici�n de Trotsky"."
Las palabras de Stalin se har�n perfectamente comprensibles teniendo
presente que en todo aquel per�odo cr�tico la inmensa mayor�a
de las organizaciones del Partido y Soviets estaban por la guerra revolucionaria,
y que, por tanto, la posici�n de Lenin solo pod�a resolverse
en una revoluci�n del Partido y del Estado (lo que, naturalmente,
no era posible). As�, lejos de equivocarse, Stalin reconoc�a
un hecho incontrovertible, al decir que mi proposici�n era entonces
la �nica salida de la situaci�n para el Partido.
[En 1 de febrero] la delegaci�n de los Soviets en la Conferencia
de la Paz, en Brest-Litovsk, hizo p�blica la declaraci�n
oficial de la negativa del Gobierno sovi�tico a firmar la paz anexionista
y de la terminaci�n de la guerra con las potencias de la Cu�druple
Alianza. [Dos d�as despu�s se public�] la orden del
general�simo N. V. Krylenko, dando fin a la actividad militar contra
dichas potencias y desmovilizando el Ej�rcito ruso.
[Refiri�ndose a estos sucesos un a�o despu�s,
Lenin escribi�:]
* "�C�mo ocurri� que no hubiese una sola tendencia,
sentido ni organizaci�n del Partido que se opusiera a aquella desmovilizaci�n?
�Qu� nos ocurri�? �Es que hab�amos perdido
la cabeza por completo? Nada de eso. Oficiales no bolcheviques andaban
diciendo, aun antes de octubre, que el Ej�rcito no pod�a
seguir luchando, que no pod�a mantenerse en el frente unas semanas
m�s. Despu�s de octubre, eso se hizo palpable a todo el mundo
que quisiera mirar las cosas cara a cara, que no tratase de volver la espalda
a la cruda y desagradable realidad, ni de ocultarse o echarse el sombrero
ante los ojos, content�ndose con frases arrogantes. No hab�a
Ej�rcito. Era imposible atenerse a �l. Lo mejor era proceder
a la desmovilizaci�n lo antes posible.
Aqu�l era el lado enfermo del organismo estatal ruso, que no
pod�a sostener sin momento m�s la carga de la guerra. Cuanto
antes lo desmoviliz�semos, antes se disolver�a en partes
no enfermas todav�a, y el pa�s estar�a en condiciones
de prepararse para sus nuevas y dif�ciles tareas. Esto es lo que
sent�amos cuando por unanimidad, sin la m�s leve protesta,
aprobarnos la resoluci�n, la decisi�n que, desde el punto
de vista de los acontecimientos exteriores, era absurda: desmovilizar el
Ej�rcito. Era lo que deb�a hacerse. Dec�amos que sostener
el Ej�rcito era una vana ilusi�n. Cuanto antes lo desmoviliz�ramos,
antes comenzar�a la convalecencia de todo el organismo social en
conjunto. De aqu� que las frases revolucionarias: "Los alemanes
no pueden avanzar", y su consecuencia: "No podemos declarar terminado el
estado de guerra; ni guerra ni firma de paz" envolviesen un error tan profundo,
una valoraci�n tan excesiva de los hechos. Pero, supongamos que
avanzan los alemanes. "No, no ser�n capaces de avanzar.""
En realidad, el avance de las tropas alemanas dur� catorce d�as,
del 18 de febrero al 3 de marzo. Todo el d�a 18 de febrero dedico
el Comit� Central a la cuesti�n de c�mo reaccionar
al avance alem�n que hab�a comenzado.
Despu�s de romperse las negociaciones de Brest, el 10 de febrero,
y de publicar los delegados rusos una declaraci�n de terminaci�n
de la guerra y de negativa a firmar la paz con Alemania, el "partido militar"
(el partido de anexi�n a toda costa) hab�a vencido. En una
conferencia celebrada en Hamburgo el 13 de febrero, bajo la presidencia
del emperador Guillermo, se aprob� la siguiente declaraci�n
que �l mismo propuso: "La negativa de Trotsky a firmar el tratado
de paz conduce autom�ticamente a la terminaci�n del armisticio."
El 16 de febrero, el mando militar alem�n inform� oficialmente
al Gobierno sovi�tico de la terminaci�n del armisticio con
la Rep�blica de los Soviets, a contar del mediod�a del 18
de febrero, violando as� la condici�n estipulada de que el
aviso de finalizar el armisticio deb�a darse siete d�as antes
de iniciar la acci�n militar.
La cuesti�n de c�mo reaccionar ante el avance alem�n
se plante� primeramente en la reuni�n del Comit� Central
del Partido, de la noche del 17 de febrero. La proposici�n inmediata
de Alemania de abrir nuevas negociaciones para la firma de la paz fue rechazada
por seis votos contra cinco. En cambio, nadie vot� por "la guerra
revolucionaria"; N. I. Bujarin, G. I. Lomov y A. A. Joffe "renunciaron
a votar por plantearse as� la cuesti�n". Por mayor�a
de votos se aprob� una resoluci�n "difiriendo la reanudaci�n
de negociaciones de paz hasta que el avance se manifestase en grado suficiente
y se haga notar su influencia sobre el movimiento obrero" Con tres abstenciones,
se aprob� por los votos restantes la siguiente decisi�n:
"Si es hecho el avance alem�n y no hay sublevaci�n revolucionaria
en Alemania y Austria, tenemos que hacer la paz."
El 18 de febrero, iniciado ya el avance alem�n, el Comit�
Central del Partido estuvo reunido todo el d�a, con breves interrupciones
(en una de las actas se cita como hora "por la noche", sin mencionarse
la de las otras dos). En la primera sesi�n, despu�s de intervenir
Lenin y Zinoviev en favor de firmar la paz, y yo y N. I. Bujarin en contra,
se rechaz� por siete votos contra seis la moci�n de "presentar
inmediatamente una proposici�n para reanudar las negociaciones de
paz". En la segunda sesi�n, o sea la de la noche, despu�s
de hablar Lenin, Stalin, Sverdlov y Krestinsky en favor de reanudar las
gestiones de paz, y Uritsky y Bujarin en contra, y de manifestarme yo en
el sentido de no reanudarlas, sino solicitar de los alemanes sus condiciones,
se someti� a votaci�n el punto siguiente: "�Debemos
presentar inmediatamente al Gobierno Alem�n una proposici�n
de concertar la paz en el acto?" Esta proposici�n fue aprobada por
siete votos (Lenin, Smilga, Stalin, Sverdlov, G. Sokolnikov, Trotsky, Zinoviev)
contra cinco (Uritsky, Lomov, Bujarin, Joffe, Kretinsky) y una abstenci�n
(Stassova). Entonces se convino en formular una declaraci�n expl�cita
del acuerdo y redactar el texto de la comunicaci�n que hab�a
de dirigirse al Gobierno alem�n. Se puso a votaci�n la propuesta
de Lenin sobre los puntos de que habla de constar el telegrama. Salvo dos
abstenciones, el resto vol� por anotar y referirse a la dureza de
las condiciones de paz; en el sentido de firmar, desde luego, las condiciones
conocidas, indicando que no hab�a posibilidad de rechazar otras
a�n peores, se pronunciaron siete contra cuatro y dos abstenciones.
La tarea de formular el texto se deleg� en Lenin y en m�.
Lenin escribi� acto seguido el radiograma, y,, con leves correcciones
m�as, se aprob� �ste en la reuni�n conjunta
de los Comit�s Centrales de los bolcheviques y de los essars de
izquierda, mand�ndose las firmas del Consejo de Comisarios del Pueblo
a Berl�n el 19 de febrero.
En la sesi�n del Consejo de Comisarios del Pueblo de 21 de febrero,
los representantes de la izquierda essar votaron en contra de utilizar
la ayuda de la Entente para contrarrestar el avance alem�n. Se hab�an
iniciado negociaciones con los aliados sobre ayuda militar y t�cnica
poco despu�s de la revoluci�n de octubre. Las llev�bamos
Lenin y yo con los generales Lavergne y Niessel y el capit�n Jacques
Sadoul por los franceses, y con el general Raymond Robbins por los norteamericanos.
El 21 de febrero, en relaci�n con el continuado avance de los alemanes,
el embajador franc�s Noulens me telegrafi�: "En su resistencia
a Alemania, pueden contar con la cooperaci�n militar y econ�mica
de Francia." Naturalmente, la diferencia entre el militarismo alem�n
y el militarismo franc�s no era para nosotros cuesti�n de
principio. Era s�lo cuesti�n de asegurar la necesaria neutralizaci�n
de ciertas fuerzas antag�nicas a fin de salvar al Gobierno sovi�tico.
(Pero el Gobierno franc�s no cumpli� su palabra.) Clemenceau
proclam� una guerra santa contra los bolcheviques. Entonces nos
vimos obligados a firmar la paz de Brest-Litovsk.
La respuesta al radiograma de los Soviets que bosquejaba las condiciones
alemanas de paz se recibi� en Petrogrado a las diez y media de la
ma�ana (del 23 de febrero). Comparadas con las condiciones de paz
ofrecidas el 10 de febrero, las nuevas eran mucho peores. El Ej�rcito
rojo deb�a evacuar inmediatamente Letonia y Estonia, que ocupar�a
la Polic�a alemana; Rusia se compromet�a a concertar la paz
con los Gobiernos burgueses de Ucrania, Finlandia, etc. Se discuti�
(el mismo d�a) si se aceptaban los t�rminos de paz alemanes,
primero en la sesi�n del Comit� Central del Partido bolchevique,
y luego en una reuni�n conjunta de nuestro Comit� Central
y el de los essars izquierdistas, y, por �ltimo, en la sesi�n
plenaria del mismo Comit� Ejecutivo Central de toda Rusia.
En la reuni�n del Comit� Central del Partido bolchevique,
Lenin, Zinoviev, Sverdlov y Sokolnikov hablaron en favor de aceptar aquellas
condiciones y firmar la paz. Bujarin, Dzerzhinsky, Uritsky y Lomov se manifestaron
contrarios a ello. Yo declar� que, "de haber tenido unanimidad,
pod�amos habernos encargado personalmente de organizar la defensa.
Hubi�ramos podido hacerlo... Pero eso requer�a la m�xima
unidad. Como no la hab�a, no quer�a cargar con la responsabilidad
de votar por la guerra". El Comit� Central resolvi� por siete
votos contra cuatro, con cuatro abstenciones, aceptar en el acto la proposici�n
alemana, prepararse para una guerra revolucionaria y (un�nimemente,
con tres abstenciones), efectuar una votaci�n entre los electores
del Soviet en Petrogrado y Mosc�, para cerciorarse de la actitud
de las masas respecto a la conclusi�n de la paz.
En aquella sesi�n del Comit� Central de 23 de febrero,
Stalin declar�: "No necesitamos firmar, pero hay que iniciar enseguida
negociaciones de paz." A lo que Lenin replic�: "Stalin no tiene
raz�n al decir que no necesitamos firmar. Las condiciones deben
firmarse. De no hacerlo firm�is la sentencia de muerte del Gobierno
de los Soviets para dentro de tres semanas." (Y el acta dice adem�s:
"El camarada Uritsky, contestando a Stalin, dijo que las condiciones hab�an
de aceptarse o rechazarse, pero que ya no era posible entablar negociaciones.")
A cualquier enterado de los asuntos en aquellos momentos (incluso a
un ardiente y tenaz defensor de una guerra revolucionaria contra la Alemania
imperial como Uritsky) le era evidente la inutilidad de resistirse. La
propuesta de Stalin obedec�a totalmente a la falta de una posici�n
meditada. Ya el 18 de febrero, el Ej�rcito alem�n [hab�a
ocupado] Minsk. Su avance se desarrollaba con extraordinaria rapidez. La
pol�tica de retroceder se hab�a apurado hasta las heces.
[Y, sin embargo,] Stalin propon�a [cinco d�as despu�s,]
el 23 de febrero, no firmar la paz, sino... entablar negociaciones.
Stalin habl� de nuevo en la sesi�n del 23 de febrero,
esta vez en defensa de la necesidad de firmar el tratado de paz. Aprovech�
la ocasi�n para rectificarse igualmente en cuanto al punto de la
revoluci�n internacional [al verse criticado] por Lenin. [Stalin
dijo:] "Tambi�n nosotros apostamos por la Revoluci�n, pero
vosotros cont�is por semanas, mientras que nosotros lo hacemos por
meses." Esto se ajustaba enteramente al humor de aquellos d�as y
a las palabras de Sergeyev (Artemio) [en la sesi�n del 24 (11) de
enero de 1918], de que todos los miembros del Comit� Central estaban
conformes en una cosa: en que sin la victoria de la Revoluci�n en
el plazo m�s breve posible (seg�n Stalin de all� a
pocos meses), la Rep�blica de los Soviets perecer�a. As�,
por entonces prevalec�a un�nimemente el "trotskismo" en el
Comit� Central del Partido.
Esencialmente, Stalin no adopt� una posici�n independiente
en el per�odo de las negociaciones de Brest. Vacilaba, esperaba
la ocasi�n, manten�a la boca cerrada... intrigaba. "El viejo
espera a�n la paz -me dec�a, moviendo la cabeza en direcci�n
a Lenin-, pero no la conseguir�." Luego, probablemente ir�a
a decir a Lenin algo parecido respecto a m�. La verdad es que nunca
se pon�a al' descubierto, seguramente porque nadie se interesaba
por su opini�n ni por sus contradicciones. Tengo la certeza de que
mi tarea principal, consistente en hacer nuestra actitud respecto a la
paz lo m�s comprensible que pudiera al proletariado del mundo, era
una consideraci�n secundaria para Stalin. �l estaba interesado
por la "paz en un pa�s", lo mismo que despu�s hab�a
de interesarse por el "socialismo en un pa�s". Durante la votaci�n
decisiva se uni� a Lenin. S�lo al cabo de unos a�os,
en provecho de su lucha contra el trotskismo se tom� la molestia
de componer para su uso cierta apariencia de "punto de vista" sobre los
acontecimientos de Brest. Comp�rese su actitud con la de Lenin,
quien, dirigi�ndose al VII Congreso del Partido, el 8 de marzo,
inmediatamente despu�s de la enconada lucha de facciones, dijo:
* "Adem�s, debo referirme a la posici�n del camarada Trotsky.
Es necesario distinguir dos aspectos de su actividad; cuando comenz�
las negociaciones en Brest, utiliz�ndolas espl�ndidamente
para la agitaci�n, todos est�bamos de acuerdo con el camarada
Trotsky... La t�ctica de Trotsky, en cuanto tend�a a ganar
tiempo, era justa. Pero se hizo injusta cuando se declar� terminado
el estado de guerra sin haber firmado a�n la paz... Pero como la
Historia ha disipado aquello, no vale la pena recordarlo."
Evidentemente, hab�a una profunda diferencia entre la pol�tica
de Lenin en todo el asunto de la crisis de Brest-Litovsk y la pol�tica
de Stalin, que estaba m�s cerca de Zinoviev. Debe consignarse que
�nicamente Zinoviev tuvo el valor de reclamar la inmediata firma
de la paz, profetizando que la suspensi�n de las negociaciones llevar�a
de seguro a una agravaci�n de las condiciones inmediatamente; pero
Lenin pensaba que dando largas a las negociaciones de paz se hac�a
agitaci�n revolucionaria y que las tareas de la revoluci�n
internacional estaban por encima de las consideraciones patri�ticas,
por encima de las condiciones territoriales y de todo otro orden del tratado
de paz. Para Lenin, la cuesti�n era asegurarse un respiro en la
lucha por la revoluci�n internacional. Stalin seguramente opinaba
que la revoluci�n internacional era algo "potencial" con lo que
no pod�a contarse. Verdad es que m�s tarde, rectific�
estas palabras, para imponerse a otros, pero, en esencia, la revoluci�n
internacional en aquellos d�as, como mucho m�s tarde, sigui�
siendo para �l una f�rmula sin vida, de nula utilidad para
la pol�tica pr�ctica.
Precisamente en la �poca de esta crisis fue cuando se vio claro
que los factores de la pol�tica mundial eran inc�gnitas para
Stalin. Nada sab�a de ellas, ni le interesaban. Entre las capas
mejor preparadas de los trabajadores alemanes se entablaban discusiones
apasionadas sobre las negociaciones iniciadas por los bolcheviques con
objeto de concertar la paz. No pocos exteriorizaban la opini�n de
que los bolcheviques y el Gobierno de los Hohenzollern estaban representando
una comedia en la que el desenlace era conocido de antemano. La lucha por
la revoluci�n requer�a que aclar�semos a los trabajadores
que no pod�amos proceder de otra manera, que los enemigos nos arrollaban
y nos ve�amos forzados a firmar el tratado de paz. Precisamente
por esa raz�n, el avance alem�n era nuestra mejor prueba
de la �ndole obligada del tratado. Un ultim�tum de Alemania
no hubiera sido bastante; un ultim�tum pudiera haberse tornado tambi�n
como parte de la comedia ensayada. Era muy diferente, en cambio, el movimiento
efectivo de las tropas alemanas, la ocupaci�n de ciudades y de efectos
militares. Est�bamos perdiendo una enorme riqueza, pero gan�bamos
a su costa la confianza pol�tica de la clase trabajadora de todo
el mundo. Tal era el sentido del desacuerdo.
Seg�n el texto de la Constituci�n, un Comisariado del
Pueblo se compon�a del presidente y de la Junta que constaba, a
su vez, de media docena y hasta de una docena de miembros. No era tarea
f�cil dirigir un departamento. Seg�n Pestkovsky, "todos los
miembros de la Junta sobre Asuntos Nacionales estaban en oposici�n
con Stalin, y con frecuencia dejaban a su comisario del Pueblo en minor�a"
El contrito autor se apresura a a�adir: "Stalin decidi� reeducarnos,
y a ello se consagr� con perseverancia, poniendo en tal prop�sito
infinita perspicacia y discreci�n." Es l�stima que Pestkovsky
no entre en pormenores sobre este aspecto de la cuesti�n. Pero s�
nos enteramos por �l del original modo de resolver Stalin sus conflictos
con la Junta. "A veces perd�a la paciencia -relata Pestkovsky-,
pero nunca lo demostraba durante las reuniones. En esos casos, cuando a
causa de nuestras inacabables discusiones en las conferencias se impacientaba,
sal�a de la habitaci�n con gran habilidad; "por un momento"
desaparec�a de pronto de la habitaci�n para retirarse a un
rinc�n del Smolny, y m�s tarde del Kremlin. Era imposible
encontrarle. Al principio sol�amos esperarle; pero, al cabo, aplaz�bamos
la reuni�n. Yo me quedaba solo en nuestro despacho com�n,
aguardando pacientemente su vuelta, pero en vano. En aquellos momentos
sol�a sonar el tel�fono; era Vladimiro Ilich llamando a Stalin.
Le �Replicaba que Stalin hab�a desaparecido, y �l contestaba
invariablemente: "Buscadle en seguida." No era cosa f�cil. Sal�a
a dar una larga carrera por los corredores interminables del Smolny o del
Kremlin en busca de Stalin, para encontrarte en los sitios m�s inesperados.
Un par de veces le hall� en el cuarto del marinero camarada Vorontsov,
en la cocina, tendido en un div�n y fumando una pipa mientras cavilaba
sobre su tesis."
No menos colorido hay en la descripci�n que hace Pestkovsky
de la b�squeda de local para el Comisariado en Mosc�, cuando
el Gobierno se traslad� all� en marzo siguiente desde Petrogrado.
Entre los Departamentos se desencaden� una furiosa pelea por las
casas particulares de los comerciantes. El Comisariado Popular de Nacionalidades
no consigui� absolutamente nada al principio. "Yo puse a contribuci�n
a Stalin." Ignoro a qui�n pondr�a Stalin a contribuci�n.
"Al poco tiempo, el Comisariado Popular de Nacionalidades estaba en posesi�n
de varias casas particulares. La Oficina central y los bielorrusos se alojaron
en la Povarskya; los letones y los estonios en la Nikitskaya; los polacos
en el Arbat los jud�os en Prechistenka, y los t�rtaros en
un local de la ribera. Adem�s, Stalin y yo ten�amos despachos
en el Kremlin. Stalin no pareci� satisfecho ni mucho menos con la
situaci�n. "Ahora es completamente imposible teneros a todos a la
vista. Deber�amos encontrar una casa grande y estar all�
todos reunidos." Esta idea no le abandon� un solo minuto. Pocos
d�as despu�s, me dijo: "Nos han dado el 'Gran Hotel' de Siberia,
pero el Consejo Supremo de Econom�a Nacional se lo ha apropiado.
Sin embargo, yo no pienso ceder. Di a Alliluyeva que escriba lo siguiente
en varias cuartillas: Estos locales est�n ocupados por el Comisariado
Popular de Nacionalidades. Y ll�vate unas chinches.""
Alliluyeva, futura esposa de Stalin, era mecan�grafa en el Comisariado
de Nacionalidades. Armados de las m�gicas cuartillas y de chinches,
Stalin y su ayudante fueron en autom�vil a la calle de Zlatoustensky.
"Ya estaba oscureciendo. La entrada principal del hotel estaba cerrada.
En la puerta se ve�a un trozo de papel con el siguiente texto: "Esta
casa est� ocupada por el Consejo Supremo." Stalin lo arranc�,
y en su lugar pusimos nuestros letreros. "Ya no nos queda m�s que
entrar aqu�", dijo Stalin. No era f�cil hacerlo. Con gran
dificultad encontramos la entrada posterior. Por una raz�n ignorada
la electricidad no funcionaba. Nos alumbramos con cerillas. En el segundo
piso tropezamos con un largo pasillo. Clavamos nuestros avisos en varias
puertas, al azar. Cuando lleg� el momento de volvernos se nos hab�an
terminado los f�sforos. Al bajar en la m�s completa oscuridad,
nos ca�mos hasta el piso de abajo y casi nos rompimos la cabeza.
Al fin, pudimos encontrar el camino hasta nuestro autom�vil."
Exige alg�n esfuerzo de imaginaci�n figurarse a un miembro
del Gobierno, al amparo de la oscuridad, entrando violentamente en un edificio
ocupado por otro Ministerio, arrancando unos avisos y poniendo otros en
su lugar. Puede decirse con certeza que no se le hubiera ocurrido tal cosa
a ning�n otro comisario del Pueblo miembro del Comit� Central.
En este rasgo reconocemos al Koba de los d�as de la c�rcel
de Bak�. Stalin no pod�a menos de saber que la cuesti�n
discutible de un edificio hab�a de decidirse en �ltima instancia
por el Consejo de Comisarios del Pueblo ante un hecho consumado. El intento
fracas�; el edificio fue concedido al Consejo Supremo de Econom�a
Nacional, que era un Ministerio m�s importante. Ya ten�a
Stalin otra rencilla secreta contra Lenin.
La mayor�a de la Junta razonaba, seg�n el relato de Pestkovsky,
del siguiente modo: toda opresi�n nacional era solamente una de
las manifestaciones de la opresi�n de clase. La Revoluci�n
de octubre ha destruido la base de la opresi�n clasista. Por consiguiente,
no hab�a necesidad de organizar en Rusia rep�blicas y regiones
Aut�nomas. La divisi�n territorial deb�a hacerse s�lo
con sujeci�n a normas econ�micas. "...La oposici�n
a la pol�tica leninista, por extra�o que parezca de primera
intenci�n, era especialmente fuerte entre los bolcheviques no rusos
(letones, ucranianos, armenios, jud�os, etc.). Los bolcheviques
de las tierras fronterizas que sufr�an opresi�n se hab�an
formado en la lucha con partidos nacionalistas, y se inclinaban a rechazar,
no s�lo el veneno del patrioterismo, sino incluso las reivindicaciones
sociales progresivas. La Junta del Comisariado Popular de Nacionalidades
contaba con dos no rusos rusificados, que opon�an su abstracto internacionalismo
a las necesidades de desenvolvimiento de las nacionalidades oprimidas.
Realmente, su pol�tica apoyaba la vieja tradici�n de la rusificaci�n,
y era intr�nsecamente un peligro especial en las circunstancias
de la guerra civil."
El Comisariado Popular de Nacionalidades se cre� para organizar
todas las antiguas naciones oprimidas de Rusia mediante Comisariados nacionales
(como el armenio, el bielorruso, el jud�o, el let�n, el musulm�n
-llamado m�s tarde t�rtarobashkir-, el polaco y las secciones
de los monta�eses del C�ucaso, los alemanes, los kirghises,
los ucranianos, los chuvash, los estonios, los calmucos, los yugoslavos,
los checoslovacos -para servir a los prisioneros militares checos-, los
votiacos y los komis). El Comisariado trataba de organizar la educaci�n
de las nacionalidades sobre una base sovi�tica. Publicaba un peri�dico
semanal, La Vida de las Nacionalidades, en ruso, y varias publicaciones
en diversas lenguas nacionales. Pero se dedicaba principalmente a organizar
rep�blicas nacionales y regionales, para encontrar los necesarios
cuadros dirigentes entre los mismos naturales de ellas; a la orientaci�n
general de las entidades territoriales reci�n organizadas, y a cuidar
de las minor�as nacionales que resid�an fuera de su propio
territorio segregado. A los ojos de las nacionalidades atrasadas que por
primera vez se vieron solicitadas por la Revoluci�n a llevar una
existencia nacional independiente, el Comisariado de Nacionalidades ten�a
una indudable autoridad. Les abr�a las puertas que llevaban a una
vida independiente dentro del marco del r�gimen sovi�tico.
En aquella esfera, Stalin era un ayudante insustituible para Lenin. Stalin
conoc�a la vida del pueblo aborigen del C�ucaso, �ntimamente,
como s�lo un nativo pod�a conocerla. Llevaba aquel primitivismo
en la sangre. Le gustaba la sociedad de aquella gente, encontraba un lenguaje
com�n para conversar con ellos, no recelaba que pudiesen superarle
en nada, y, por consiguiente, los trataba con aire democr�tico,
amistoso. Lenin apreciaba estas cualidades de Stalin, que otros no compart�an,
y en todos sentidos trat� de respaldar la autoridad de Stalin frente
a toda clase de delegaciones nacionales. "Tr�talo con Stalin. Conoce
bien ese asunto. Sabe c�mo andan las cosas. Discute el asunto con
�l." Tales consejos salieron de sus labios centenares de veces.
En todas aquellas ocasiones en que Stalin ten�a serios conflictos
con los delegados nacionales, o con su propia Junta, se acud�a al
Politbur�, donde todas las cuestiones en litigio se resolv�an
invariablemente en favor de Stalin. Esto reforz�, seguramente, su
autoridad a�n m�s en el concepto de los c�rculos rectores
de las nacionalidades atrasadas: del C�ucaso, del Volga, de Asia.
La nueva burocracia de las minor�as nacionales lleg� a ser
m�s tarde un baluarte no despreciable del poder de Stalin.
El 27 de noviembre de 1919 se celebr� en Mosc� el 11
Congreso de Organizaciones comunistas musulmanas de toda Rusia y de los
pueblos del Este. Abri� el Congreso Stalin en nombre del Comit�
Central del Partido. Fueron elegidos cuatro miembros honorarios: Lenin,
Trotsky, Zinoviev y Stalin. El presidente del Congreso, Sult�n-Galiyev,
uno de los que despu�s tuvieron mal fin, propuso que el Congreso
saludara a Stalin como "uno de esos luchadores que arden con una llama
de odio contra el imperialismo internacional". Pero es muy caracter�stico
para la gradaci�n de los dirigentes en aquel tiempo, que incluso
en este Congreso terminase el informe de Sult�n-Galiyev sobre la
revoluci�n pol�tica en general con la salutaci�n:
"�Viva el Partido Comunista ruso! �Vivan sus dirigentes, camaradas
Lenin y Trotsky! " Aun este Congreso de los Pueblos del Este, celebrado
bajo la direcci�n inmediata de Stalin, no crey� necesario
incluir a Stalin entre los l�deres del Partido.
Stalin fue comisario Popular de Nacionalidades desde el momento de
la Revoluci�n hasta la liquidaci�n del Comisariado en 1923,
al crearse la Uni�n Sovi�tica y el Consejo de Nacionalidades
del Comit� Ejecutivo Central de la U.R.S.S. Puede considerarse firmemente
comprobado que, por lo menos hasta mayo de 1919, Stalin no tuvo mucho quehacer
con los asuntos del Comisariado. Al principio, Stalin no escrib�a
los editoriales de La Vida de las Nacionalidades; luego, cuando el peri�dico
empez� a salir en formato grande, comenzaron a aparecer los editoriales
de Stalin un n�mero tras otro. Pero la productividad literaria de
Stalin no era grande, y fue disminuyendo de a�o en a�o. En
1920-1921 s�lo encontramos dos o tres art�culos suyos. En
1922, ni uno solo. Por entonces, Stalin se hab�a pasado por completo
a la pol�tica de m�quina.
En 1922, el Consejo de direcci�n del peri�dico dec�a:
"Al iniciar la publicaci�n de La Vida de las Nacionalidades, el
camarada Stalin, comisario Popular de Asuntos de las Nacionalidades, tom�
en ella parte activa. Escribi� en aquel peri�dico no s�lo
art�culos editoriales, sino tambi�n a menudo revistas informativas
y colaboraba con notas para la secci�n de "Vida del Partido" y otras."
Leyendo estas colaboraciones, reconocemos al antiguo director de las publicaciones
de Tiflis y de la Pravda de San Petersburgo en 1913.
As�, en varios n�meros, dedic� su atenci�n
al Este. �sta fue una idea directriz de Lenin. Puede seguirse en
varios de sus art�culos y discursos. Indudablemente, el inter�s
de Stalin por el Este revest�a en gran medida car�cter personal.
�l mismo era natural del Este. Si ante representantes del Oeste,
desconocedor como era de la vida occidental y de sus lenguas, se encontraba
siempre apurado, con representantes de las naciones atrasadas del Este,
cuya suerte depend�a en considerable proporci�n de �l
en calidad de comisario, se hallaba incomparablemente m�s a gusto
y pisaba terreno m�s firme. La idea b�sica era de Lenin.
Pero en Lenin, las perspectivas del Este y del Oeste estaban �ntimamente
trabadas. En primer plano, en 1918, estaban los problemas de Occidente,
no de Oriente; la guerra se hallaba a punto de terminar, hab�a motines
en todos los pa�ses, revoluciones en Alemania y Austria-Hungr�a
y en otras partes. Por ejemplo, el art�culo de Stalin titulado No
hay que olvidar el Este apareci� en el n�mero de 24 de noviembre
de 1918, esto es, coincidiendo con la revoluci�n en Austria-Hungr�a
y en Alemania. Todos nosotros hab�amos mirado estas revoluciones
como precursoras de las revoluciones socialistas de Europa. Y entonces
escrib�a Stalin que "sin el movimiento revolucionario en el Este,
es in�til pensar en el triunfo final del socialismo"; en otras palabras,
Stalin consideraba el triunfo del socialismo imposible, no s�lo
en Rusia, sino en Europa, sin el despertar revolucionario del Este. Aquello
era una repetici�n de la idea directriz de Lenin; pero en esa repetici�n
hab�a una divisi�n, no s�lo de trabajo, sino tambi�n
de intereses: Stalin no ten�a absolutamente nada que decir con referencia
a las revoluciones del Oeste. No conoc�a Alemania, su vida ni su
lengua, y otros escrib�an sobre ello con mucho m�s conocimiento
de causa. Stalin se encontraba sobre el Este.
En 1 de diciembre de 1918, Stalin escribi� en La Vida de las
Nacionalidades un art�culo titulado "Ucrania se est� liberando."
Era la misma vieja ret�rica seminarista. La repetici�n ocupa
el puesto de otros recursos: "No dudamos de que el Gobierno Sovi�tico
de Ucrania ser� capaz de ofrecer la debida resistencia a sus nuevos
hu�spedes importunos, los esclavizadores venidos de Inglaterra y
Francia. No dudamos de que el Gobierno Sovi�tico de Ucrania sabr�
desenmascarar la misi�n reaccionaria de tales hu�spedes",
y as� ad nauseam. En un art�culo publicado en la misma revista
el 22 de diciembre de 1918, escrib�a: "Con ayuda de las mejores
fuerzas comunistas, la m�quina estatal sovi�tica (en Ucrania)
se est� reorganizando. Los miembros del Comit� Central de
los Soviets en Ucrania tienen a su frente al camarada Pyatakov..." Las
mejores fuerzas comunistas que compon�an el Gobierno de Ucrania
eran: Pyatakov, Vorochilov, Sergeyev (Artemio), Kviring, Zatonsky y Kotsubinsky.
De todos ellos s�lo Vorochilov ha sobrevivido y lleg� a mariscal.
Sergeyev (Artemio) muri� en accidente; los dem�s fueron ejecutados
sin reservas o desaparecieron sin dejar huellas. Tal fue el sino de "las
mejores fuerzas comunistas".
El 23 de febrero public� un editorial titulado Dos campos, en
el que dec�a, entre otras cosas: "El mundo se ha dividido resuelta
e irrevocablemente en dos campos: el campo del imperialismo y el campo
del socialismo... Las olas de la revoluci�n socialista crecen sin
freno, y asaltan las fortalezas del imperialismo... Su fragor resuena en
las tierras de los pueblos oprimidos... Bajo los pies del imperialismo,
el suelo se enciende..." A pesar de las olas, estas im�genes son
estereotipadas, y no est�n muy de acuerdo unas con otras. En todo
ello se advierte cierto tonillo de insinceridad bajo el �nfasis
de la pobreza de estilo burocr�tico. El 9 de marzo de 1919, La Vida
de las Nacionalidades public� un art�culo de Stalin bajo
el t�tulo de Despu�s de dos a�os, que expresaba sus
conclusiones: "La experiencia de los dos a�os de lucha del proletariado
confirma cuanto vaticin� el bolchevismo..., la inevitabilidad de
la revoluci�n proletaria mundial..." En aquellos d�as, la
perspectiva del bolchevismo no se hab�a reducido a socialismo en
ning�n otro pa�s. Del mismo tipo eran todos los dem�s
art�culos, todos ellos completamente horros de originalidad de pensamiento
y de atractivos de forma. Los art�culos eran francamente de car�cter
doctoral, sin sustancia, lacios y falsos.
El 7 de noviembre (esto es, el tercer aniversario de la Revoluci�n
de octubre), encontramos a Stalin en Bak�, donde habl� en
la sesi�n solemne de los Soviets, pronunciando un informe titulado
Tres a�os de dictadura proletaria. En el Congreso del Pueblo de
Daguest�n, el 13 de noviembre, Stalin proclam� la autonom�a
de Daguest�n. "El discurso del camarada Stalin -seg�n nos
informa el peri�dico del Comisariado de Nacionalidades- fue interrumpido
en varios de sus pasajes por tempestades de aplausos y la Internacional,
y termin� en medio de una ovaci�n estruendosa." El 17 de
noviembre, en el Congreso del Pueblo del Territorio de Terek, celebrado
en Vladikavkaz, Stalin en persona "proclam� la autonom�a
sovi�tica del Pueblo de Gurian", y se present� con un informe
sobre la mencionada Rep�blica Sovi�tica aut�noma de
Gurian. Entre el 18 y el 21 de diciembre de 1920 tuvo lugar la primera
Conferencia de Rep�blicas Aut�nomas, territorios y, regiones
de toda Rusia. Kaminsky transmiti� a la Conferencia saludos en nombre
de Stalin, que no pudo asistir por hallarse enfermo. La moci�n para
enviar un saludo a Stalin se aprob� por unanimidad. Pero en ese
Congreso de los Pueblos del Este, dicen las actas: "Fueron elegidos presidentes
honorarios del Congreso: los camaradas Lenin, Zinoviev y Trotsky... Estruendosos
aplausos... Miembros honorarios de la presidencia fueron elegidos... y
Djugashvili-Stalin..." �Otra vez en �ltimo lugar!
En Viena, asesorado por Lenin, hab�a escrito Stalin una obra
interesante sobre el problema nacional, pero su intento de continuarla
independientemente en Siberia dio tal resultado que Lenin juzg�
imposible publicar siquiera su art�culo. En la Conferencia de marzo
de 1917, Stalin desarrollaba la tesis de que la opresi�n nacional
es producto del feudalismo, perdiendo totalmente de vista el imperialismo
como principal factor de la opresi�n nacional en nuestra �poca.
En 1923 situaba en el mismo plano del nacionalismo granruso, que ten�a
tras s� tradiciones seculares y la opresi�n de naciones d�biles,
el nacionalismo defensivo de estas �ltimas. Estos errores palmarios,
errores estalinistas, son explicables en conjunto, como ya se ha apuntado,
por el hecho de que no una sola cuesti�n en que se eleve a una concepci�n
sistem�tica. Se sirve de proposiciones inconexas del marxismo conforme
las necesita de momento, eligi�ndolas como quien escoge zapatos
por el tama�o de una zapater�a. Por eso se contradice con
tanta facilidad a cada nuevo sesgo de los acontecimientos. As�,
aun en el campo del problema nacional, que se convirti� en su especialidad,
Stalin no pudo llegar a un concepto integral.
"Reconocer el derecho a la secesi�n no significa recomendarla
-escrib�a en Pravda el 10 de octubre del a�o 1920-. La secesi�n
de las comarcas lim�trofes hubiese minado el poder revolucionario
de la Rusia central, que estimulaba el movimiento liberador del Oeste y
del Este. Las naciones lim�trofes segregadas hubieran ca�do
inevitablemente bajo la dominaci�n del imperialismo internacional.
Basta echar una ojeada a Georgia, Armenia, Polonia, Finlandia, etc., que
se han separado de Rusia y s�lo conservan una mera ilusi�n
de independencia, puesto que, en realidad, se han convertido en vasallas
incondicionales de la Entente. Basta recordar la reciente historia de Ucrania
y de Azerbaijan, la primera violada por el capitalismo alem�n, y
el segundo por la Entente para comprender en toda su plenitud el sentido
contrarrevolucionario de la exigencia de secesi�n de un pa�s
lim�trofe en las condiciones internacionales reinantes."
"La oleada revolucionaria del Norte -escrib�a Stalin en el primer
aniversario de la Revoluci�n de octubre- se ha difundido por toda
Rusia, inundando una comarca tras otra. Pero en este punto se ha encontrado
con un dique formado por los "Consejos nacionales" y los "Gobiernos" territoriales
(Don, Kub�n, Siberia), que se organizaron incluso antes de octubre.
Burgueses por naturaleza, no deseaban de ning�n modo destruir el
viejo mundo burgu�s. Antes al contrario, juzgaban deber suyo preservarlo
y robustecerlo con todas sus fuerzas. Naturalmente, se convirtieron en
focos de reacci�n, agrupando en torno suyo cuanto hab�a de
contrarrevolucionario en Rusia... Pero la lucha de los "Gobiernos nacionales"
y territoriales (contra el Centro sovi�tico) result� desigual.
Atacados por ambos lados, de fuera por el Gobierno sovi�tico, y
de dentro por sus propios trabajadores y campesinos, los "Gobiernos nacionales"
hubieron de retroceder despu�s del primer choque... Completamente
derrotados, los "Gobiernos nacionales" tuvieron que solicitar ayuda, contra
sus propios trabajadores y campesinos, de los imperialistas de Occidente."
As� comenz� la ola de intervenci�n extranjera
y la ocupaci�n de las comarcas lim�trofes, pobladas predominantemente
por nacionalidades no rusas, que no pod�an menos de odiar a Koltchak,
Denikin, Wrangel, o a su polic�a imperialista y rusificante. En
un informe que present� Stalin en Bak�, el 8 de noviembre
de 1920, con el t�tulo de Tres a�os de revoluci�n
proletaria, encontramos las siguientes palabras decisivas: "No cabe duda
de que nuestro camino dista mucho de ser f�cil, pero tampoco es
dudoso que no nos asustan las dificultades..." Parafraseando ciertas palabras
de Lutero, Rusia podr�a haber dicho: "Aqu� estoy, en la frontera
entre el viejo mundo capitalista y el mundo socialista; en esta frontera
uno los esfuerzos de los proletarios del Oeste con los del campesinado
del Este, para echar abajo el viejo mundo. �Que el dios de la Historia
me ayude!"
[Seg�n] Petskovsky:
* "En la primavera de 1918, el Comit� Central decret�
crear la Rep�blica t�rtaro-bashkir. Para dar cumplimiento
a esta decisi�n m�s concretamente, se convoc� en el
mes de mayo una Conferencia en Mosc�, compuesta de representantes
del Partido y organizaciones sovi�ticas del territorio del Ural,
representantes de las nacionalidades t�rtara y bashkir, y funcionarios
del Comisariado Popular de Nacionalidades.
"Los delegados del territorio del Ural en esta Conferencia eran los
camaradas Syromolotov y Tintul, y tra�an con ellos a un comunista
bashkir "aut�ntico", el camarada Shamigulov. Los tres eran adversarios
resueltos de la creaci�n de la Rep�blica t�rtaro-bahkir,
consider�ndola en cierto modo como una concesi�n al nacionalismo
panisl�mico. Habiendo recibido este inesperado refuerzo, nosotros,
los "izquierdistas" de la Junta del Comisariado de Nacionalidades, cobramos
�nimos y resolvimos oponer firme resistencia al "oportunismo" de
Stalin. De este modo, los partidarios de crear una Rep�blica se
encontraron en minor�a. El �nico que resueltamente apoy�
a Stalin fue Nur-Vajitov, dirigente de los comunistas t�rtaros,
con Ibragimov, un essar de izquierda representante de los t�rtaros
de Ufa. El comunista �nico de Bashkir, Shamigulov,, se expres�
en contra de la Rep�blica, estim�ndole una concesi�n
innecesaria al nacionalismo. Peor fue la conducta de otro bashkir, Manatov.
En la reuni�n vot� por la Rep�blica, para no "re�ir
con sus superiores", pero en el vest�bulo nos estimulaba a luchar
resueltamente contra su creaci�n, porque, a su parecer, los bashkires
no deseaban formar con los t�rtaros en una misma Rep�blica.
"Despu�s convoc� Stalin una sesi�n de la Conferencia
y declar� que, por haber resuelto de antemano el asunto el Comit�
Central, hab�a que votar en favor de la organizaci�n de la
Rep�blica; nos resistimos, y despu�s de protestar contra
la decisi�n del asunto antes de haber reunido la Conferencia, abandonamos
el mitin de fracci�n y nos negamos a participar en ulteriores deliberaciones
del Consejo. Al mismo tiempo nos mof�bamos de Stalin, diciendo que
"se quedaba con un essar de izquierda". Aquello nos vali� una reprimenda
escrita del Comit� Central."
Despu�s de proclamada la Rep�blica aut�noma de
Bashkir en noviembre de 1917, brot� de las masas una gran simpat�a
por el Gobierno sovi�tico. La direcci�n de estas masas de
Bashkir pas� a manos de los elementos nacionalistas acaudillados
por Zak-Validov, que representaba los intereses de los burgueses kulaks
de la poblaci�n. Gradualmente, este grupo degener� en una
avanzada de actividad antisovi�tica, y estableci� contacto
con Dutov y Koltchak. Sin embargo, por presi�n de las masas, despu�s
de liquidar Koltchak la autonom�a de Bashkir, Zar-Validov se vio
forzado a entablar negociaciones con el Gobierno sovi�tico. En febrero
de 1919, despu�s de la liquidaci�n por parte de Koltchak,
el Gobierno de Bashkir se pas� al lado del Gobierno sovi�tico,
y hacia fines del mismo mes, en Simbirsk, en el Cuartel general del frente
Este, la delegaci�n del Gobierno bashkir firm� un acuerdo
preliminar que garantizaba la autonom�a al pueblo bashkir a condici�n
de establecer un Gobierno a base de la Constituci�n sovi�tica
y de actuar en com�n los destacamentos bashkires con el Ej�rcito
rojo contra los blancos, entre otros puntos.
A primeros de marzo de 1919, Stalin comenz� en Mosc�
las negociaciones con la delegaci�n bashkir a prop�sito de
crear la Rep�blica Sovi�tica de Bashkiria. El resultado de
estas negociaciones fue el convenio del Gobierno' sovi�tico central
con el Gobierno de Bashkir respecto a la Bashkiria sovi�tica aut�noma,
concertado el 20 de marzo de 1919. A primeros de marzo tambi�n tuve
que salir de Mosc�, habiendo declinado participar en el VIII Congreso
del Partido en vista de los reveses militares sufridos en las cercan�as
de Ufa. Stalin continu� tranquilamente en Mosc�, en el Congreso,
y hasta el 20 del mismo mes llev� adelante las negociaciones con
la delegaci�n bashkir. Sin embargo, los historiadores contempor�neos
de Bashkiria apenas citan a Stalin en relaci�n con este asunto.
[Las dos citas siguientes (la primera de Antagulov y la segunda de Samoilov)
son t�picas]:
1
"La lucha entre los camaradas rusos y bashkires se hizo m�s honda,
y comenz� una anarqu�a completa. En un sitio los rusos eran
detenidos en nombre del Gobierno de Bashkiria; en otros, los bashkires
eran detenidos en nombre del Gobierno local. El viaje del camarada Trotsky
a Ufa coincidi� casualmente con esta situaci�n (marzo de
1920). Los funcionarios bashkires comenzaron de nuevo negociaciones con
el Gobierno sovi�tico en la persona del camarada Trotsky, y consiguieron
ponerse de acuerdo en muchos puntos."
2
"Entretanto, como resultado de informaciones recibidas de Bashkiria,
el Centro dedic� no escasa atenci�n al asunto bashkir. A
mediados de marzo, el camarada Trotsky, que lleg� a Ufa con poderes
especiales, nos llam� all� para conferenciar sobre las cuestiones
bashkires. A aquella conferencia de Sterlitamak, representando a los bashkires
acudieron Validov, Tujvatulin, Rajmatuvin y Kasprensky representando al
Comit� territorial, y a los funcionarios del Centro, fueron Dudnik,
Samoilov, Sergeyev (Artemio), Preobrazhensky, y el presidente del Comit�
Ejecutivo provisional de Ufa, Eltsin."
Durante los a�os iniciales del r�gimen sovi�tico,
el bolchevismo en Ucrania era d�bil. La causa debe buscarse en la
estructura nacional y social del pa�s. Las ciudades, cuya poblaci�n
estaba constituida por granrusos, jud�os, polacos y s�lo
en peque�a proporci�n por ucranianos, eran en grado considerable
una especie de colonias. Entre los obreros industriales de Ucrania, buena
parte eran granrusos. Entre la ciudad y el campo hab�a un abismo
casi imposible de salvar. Aquellos intelectuales ucranianos que se interesaban
por la aldea, por el idioma y la cultura ucranianos, encontraban en la
ciudad una acogida semiburlona, y aquello, naturalmente, los impel�a
con resentimiento en direcci�n al patrioterismo. Las facciones socialistas
no ucranianas de las ciudades no ten�an sentido de afinidad con
la vida de las masas en los pueblos. En las ciudades ucranianas representaban
la cultura de los granrusos con la que la mayor�a de ellos, especialmente
los intelectuales jud�os, no estaban sobradamente familiarizados.
De ah�, en buena parte, el car�cter ex�tico del bolchevismo
ucraniano, la ausencia del mismo durante el per�odo en que pudo
haber echado s�lidas ra�ces, su profunda independencia, y
los m�ltiples conflictos, reyertas y constantes disputas faccionales
intestinas.
Era deber de Stalin, en su calidad de comisario popular de Nacionalidades,
no perder de vista el desarrollo del movimiento nacionalista en Ucrania.
S�lo par eso estaba m�s �ntimamente relacionado que
otros con el Partido bolchevique ucraniano. Aquella afinidad comenz�
ya en 1917, poco despu�s de la Revoluci�n de octubre, y se
prolong� varios a�os. En Ucrania, Stalin representaba al
Comit� Central ruso de los bolcheviques. En cambio, en ciertos Congresos
generales del Partido representaba a las organizaciones ucranianas. Esto
era corriente por aquella �poca. Tom� parte en las conferencias
del Partido Comunista ucraniano como uno de sus dirigentes efectivos, y
como la vida de la organizaci�n ucraniana se consum�a en
gran parte en continuas querellas, conflictos y agrupaciones faccionales,
Stalin se sent�a en tal atm�sfera como un pez en el agua.
Su per�odo ucraniano estuvo lleno de deslices, y por eso permanece
totalmente, secreto. [Los relatos oficiales estalinianos, obligados a consignar
un fracaso tras otro en el intento de imponer la l�nea del Partido
en Ucrania durante toda la permanencia de Stalin al frente del Comisariado
Popular de Nacionalidades, soslayan cuidadosamente toda menci�n
de su nombre en conexi�n con la epidemia de fracasos. No afirman
que, en fin de cuentas, "los errores en las cuestiones campesina y nacional
cometidos en Ucrania a principios de 1919, y que contribuyeron a la calda
del Gobierno sovi�tico all�" se deb�an a la poco adecuada
defensa que Stalin hizo de la pol�tica fijada por el Comit�
Central del Partido Comunista ruso. Criticando este desacierto, dec�a
Lenin: "S�lo una parte muy peque�a de las granjas bien administradas
debieran convertirse en granjas sovi�ticas, pues de otro modo no
nos entenderemos con los campesinos... Necesitamos una pol�tica
similar a la que nos hizo falta a fines de 1917 y muchos meses de 1918...
Por consiguiente, hemos de dedicar un gran n�mero de granjas sovi�ticas
al reparto general de tierras."]
[Al presentarse en la IV Conferencia del Partido de toda Ucrania el
16 de marzo de 1920, como representante plenipotenciario del Comit�
Central, armado de la expl�cita resoluci�n de aquel organismo
sobre la cuesti�n ucraniana, Stalin se hall� de nuevo frente
a una abigarrada oposici�n, cuyo punto de vanguardia eran los adeptos
de la tendencia del "centralismo democr�tico" de Sapronov, derrotada
al discutirse en la Conferencia del Partido de toda Rusia en diciembre
anterior. Esta vez se conoc�an de antemano todos los argumentos
de esa oposici�n, y el comisario popular de Nacionalidades adujo
las refutaciones que para el caso le hab�a preparado Trotsky, a
quien confi� dicha tarea el Politbur�. Sin embargo, fue derrotado
en la liza de la Conferencia ucraniana. El Comit� Central tuvo que
intervenir disolviendo el Comit� Central ucraniano elegido por la
IV Conferencia y haciendo volver de Ucrania a varios funcionarios adictos
al chauvinismo granruso, antes de que pudieran difundir su pol�tica,
que insist�a sobre la inflexible imposici�n del principio
de la "autodeterminaci�n de las naciones". El punto cardinal de
la resoluci�n del Comit� Central adoptado en la Conferencia
del Partido en toda Rusia, celebrada en diciembre de 1919, declaraba: ]
"En vista del hecho de que la cultura ucraniana... ha sido suprimida
durante siglos por el zarismo y las clases explotadoras de Rusia, el Comit�
Central del Partido Comunista ruso hace obligatorio para todos los miembros
del Partido contribuir por todos los medios a orillar cualquier obst�culo
que se oponga al libre desenvolvimiento de la lengua y la cultura ucranianas.
A causa de siglos de opresi�n, las tendencias nacionalistas se encuentran
entre los sectores m�s atrasados de las masas ucranianas, y teniendo
esto en cuenta, es deber de los miembros del Partido tratarlos con extrema
tolerancia y discreci�n, ofreci�ndoles una amistosa explicaci�n
de la identidad de intereses de las masas trabajadoras de Ucrania y de
Rusia. Los miembros del Partido... deben imponer efectivamente el derecho
de las masas trabajadoras a estudiar en lengua ucraniana y usar �sta
en todas las instituciones sovi�ticas...,, esforz�ndose por
hacer de la lengua ucraniana un arma para la educaci�n comunista
de las masas obreras. Deben emprenderse en el acto gestiones para conseguir
un n�mero suficiente de funcionarios, en todas las instituciones
sovi�ticas, que conozcan el idioma ucraniano, procurando que, en
lo sucesivo, todos los empleados est�n en condiciones de hablar
dicho idioma."
Esto deber�a haber sido una tesis de f�cil defensa. Aunque,
por regla general, Stalin no era un polemista afortunado, considerando
la relaci�n de fuerzas sorprende su derrota, de todos modos. Es
muy posible que habiendo advertido desde un principio que la actitud de
la Conferencia era adversa a su tesis, Stalin resolviera jugar al ganapierde,
dando a entender por intermediarios que defend�a aquella tesis,
no por propia convicci�n, sino por cuesti�n de disciplina.
De este modo pod�a contar con matar dos p�jaros de un tiro:
ganarse la simpat�a de los delegados ucranianos y transferir la
abominaci�n de la derrota sobre m�, como autor de la tesis.
�Semejante intriga cab�a muy bien en la �ndole del
hombre!
[Los siguientes documentos de la �poca arrojan nueva claridad
sobre la sovietizaci�n de Georgia]:
1
* Al Consejo Revolucionario de Guerra del frente cauc�sico. Para
Ordzhonikidze.
Recibimos tu carta de queja. Est�s equivocado al juzgar mi pregunta,
que es mi deber, como falta de confianza. Espero que antes de una entrevista
personal conmigo abandonar�s este injustificado tono de molestia.
Lenin.
//96.
3 de abril de 1920.
2
* A Bak�, por Rostov.
Al miembro del Consejo Revolucionario de Guerra del frente cauc�sico,
Ordzhonikidze:
(Para entregar por personas responsables, informando de la entrega
a Sklyansky, del Consejo Revolucionario de Guerra de la Rep�blica.)
El Comit� Central te ordena retirar todas las unidades del territorio
de Georgia a la frontera, y abstenerte de penetrar en Georgia. Despu�s
de las negociaciones de Tiflis, es evidente que no est� descartada
la paz con Georgia. Informa inmediatamente de todos los hechos m�s
precisos acerca de los rebeldes.
Por orden del Politbur�:
Lenin. Stalin.
3
//004/109.
5 de mayo de 1920.
[Hay una carta escrita en papel con membrete del comandante en jefe
de todas las fuerzas armadas de la Rep�blica, fechada en Mosc�
el 17 de febrero de 1921, 864, y con la indicaci�n de "Secreto,
Personal", dirigida al vicepresidente del Consejo Revolucionario de Guerra
de la Rep�blica. Llevaba dos inscripciones al margen, una de Sklyansky,
transfiri�ndola a Lenin; otra de Lenin, devolvi�ndola a Sklyansky.
Lo esencial del texto era]:
* ...Por iniciativa del mando del II Ej�rcito, nos encontramos
ante el hecho consumado de la incursi�n en Georgia: se han cruzado
las fronteras y el Ej�rcito Rojo ha entrado ya en contacto con el
de Georgia...
Comandante en jefe, S. Kamenev,
Comisario Militar del E. M. / S. / Danilov.
Jefe de Personal del Consejo Revolucionario
de Guerra, / P. / Lebedev.
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Ekaterinburg.
* A Mosc�, para Sklyansky. Secreto.
Haz el favor de escribirme un resumen sucinto de lo relativo a las
operaciones militares contra Georgia, cu�ndo comenzaron, por orden
de qui�n, y lo dem�s. Necesito esa nota para el Pleno.
Trotsky.
//16.
21 de febrero de 1921.
* (Escrita a m�quina, firmada por el camarada Sklyansky.) (Escrito
por Lenin; copia de un documento secreto.)
Absolutamente secreto.
El Comit� Central estaba inclinado a permitir que el II Ej�rcito
ayudase activamente la sublevaci�n en Georgia y la ocupaci�n
de Tiflis, ajust�ndose a las normas internacionales y siempre que
todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, despu�s
de examinar seriamente todos los testimonios, est�n seguros del
�xito. Os advertimos que estamos reunidos sin pan, a causa del transporte,
y que, por consiguiente, no os daremos un solo tren ni un solo vag�n.
Nos vemos forzados a obtener del C�ucaso tan s�lo grano y
aceite. Pedimos inmediatamente respuesta por hilo directo, con la firma
de todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, as�
como de Smilga, Sytin, Trifonov, Frumkin. Hasta nuestra respuesta a los
telegramas de todas estas personas, no emprend�is nada decisivo.
Por orden del Comit� Central:
Krestinsky, Sklyansky.
[Sin fecha.]
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Camarada Sklyansky: Inmediatamente haz poner esto en clave en tu presencia
y con sumo cuidado, despu�s de fotografiar el original, y m�ndalo
a Smilga, para que acuda personalmente al hilo directo y lo descifre �l
mismo. (Informa de ello al comandante en jefe, pero sin ense��rselo.)
Stalin mismo enviar� a Ordzhonikidze.
As�, una precauci�n triple y diversa. Bajo tu responsabilidad.
Lenin.
14 de febrero de 1921.
(Escrito de propia mano por el camarada Lenin.)
La Georgia menchevique no pod�a resistir. Eso lo comprend�amos
todos. Sin embargo, no hab�a unanimidad en cuanto al movimiento
y a los m�todos de sovietizaci�n. Yo era partidario de un
per�odo preliminar de trabajo dentro de Georgia, a fin de desarrollar
la sublevaci�n y acudir despu�s en su ayuda. Pensaba que
despu�s de la paz con Polonia y la derrota de Wrangel, no hab�a
peligro directo desde Georgia, por lo que el desenlace pod�a aplazarse.
Ordzhonikidze, secundado por Stalin, insist�a en que el Ej�rcito
Rojo invadiese inmediatamente Georgia, donde supon�a la sublevaci�n
ya madurada. Lenin se inclinaba a unirse con los dos miembros georgianos
del Comit� Central. La cuesti�n se decidi� en el Politbur�
el 14 de febrero de 1921, mientras yo estaba en los Urales.
La intervenci�n militar se realiz� con pleno �xito
y no provoc� ninguna complicaci�n internacional, de no tener
en cuenta la fren�tica campa�a de la burgues�a y de
la II Internacional. Y, sin embargo, el m�todo de sovietizaci�n
de Georgia tuvo enorme importancia durante los a�os siguientes.
En regiones donde las masas obreras antes de la Revoluci�n hab�an
procurado, en la mayor�a de los casos, pasarse al bolchevismo, aceptaron
las dificultades y sufrimientos subsiguientes como vinculados a su propia
causa. Esto ocurri� as� en las regiones m�s atrasadas,
donde la sovietizaci�n corr�a a cargo del Ej�rcito.
All�, las masas trabajadoras consideraban las privaciones adicionales
como resultado del r�gimen impuesto desde fuera. En Georgia, la
sovietizaci�n prematura dio alientos a los mencheviques durante
cierto per�odo, y condujo a la insurrecci�n de masas de 1924,
cuando, seg�n admiti� el propio Stalin, "Georgia deb�a
ser "arada de nuevo"".